No os esforcéis: no nos entenderán
¿Es posible explicar qué es la caza a aquellos que criminalizan nuestra afición? ¿O es una batalla perdida contra los ‘animalistas’?

Joaquim Vidal
16/05/2016
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Días pasados visité a mi hijo que vive en Londres. Me llevó al London Wetland Centre (WWT), una zona húmeda urbana de 30 hectáreas al sudoeste de Londres, gestionada por la Fundación Wildfowl & Wetlands.
Caminando por aquellos pasillos rodeados de vegetación y mucha zona húmeda, tenías que ir despacio para no pisar las pollas de agua o los patos de ánade real, que atravesaban de un lado al otro. Sentado en un banco, las fochas venían a picotear los cordones de mis zapatos. Era evidente que aquellas aves no tenían nada que ver con las que se cazan en el Delta del Ebro: allí estas son salvajes, tienen miedo de la gente y comen arroz.

A los ingleses se les hace extraño que cacemos zorzales, ya que para ellos son song birds, pájaros cantores. La organización ornitológica Royal Society Protection of Birds cuenta con más de un millón de socios que están conectados con multitud de asociaciones (más de 600) para el estudio y la observación de aves por todo el mundo. De aquí salen las presiones hacia Bruselas para la prohibición de algunas modalidades de caza de pájaros. Esto viene a cuento porque los animalistas ponen todos los animales en el mismo saco.
No se tiene que confundir ecologismo con animalismo, por mucho que los animalistas digan que son ecologistas. La ecología se apoya con multitud de estudios y una base técnica y científica. El conservacionismo es el conjunto de políticas protectoras medioambientales que buscan el equilibrio y el bienestar de los seres vivos y, en definitiva, la biodiversidad. El animalismo, en cambio, proviene de una corriente protectora que se une a un movimiento moderno netamente urbano, nacido de la relación de las personas y sus mascotas.
Los cazadores vamos en el mismo barco que los conservacionistas (contamos con biólogos, veterinarios, naturalistas docentes universitarios…). Con nuestra gestión en el medio natural, en realidad contribuimos a restablecer el equilibrio y la biodiversidad de nuestros vedados (nadie cuida lo que no es de nadie).

Frecuentemente, sin embargo, caemos en la trampa que nos pone la sociedad, que nos quiere hacer controlar los animales que les sobran o de los que se cansa y abandona a su suerte en medios rurales (los llaman alóctonos, invasores o asilvestrados). Es decir, animales que tienen nombre, apellidos y DNI, que corrían por el pasillo de casa, estaban en un cómodo sofá o estaban en un corral, y ahora quieren que yo los sacrifique.
Las nuevas tecnologías de la comunicación (internet, Facebook, WhatsApp, etc.) también son una trampa donde los diálogos llegan a ser groseros e insultantes. Por todos lados, de diferente manera de pensar, pierden el norte y no favorecen para nada nuestra actividad. Esto no hace más que alimentar el ecoterrorismo, como ahora se denominan estos actos vandálicos con los que boicotean cacerías o liberan intencionadamente animales de granja. La publicidad y los intereses económicos saturados de un sofisticado marketing, tampoco son nuestro San Huberto.
Cortar una autopista con el apoyo policial, cazadores y perros haciendo correr jabalíes a la vista de todo el mundo, no me parece tampoco que sea nuestro trabajo. Hay otros agentes sociales que lo han de hacer y a buen seguro que no los critica nadie, hasta son bien vistos. Para ellos es un trabajo, y cobran por ello. Nosotros continuamos pagando para cazar. Los políticos deben decir a sus votantes lo que les va a costar en impuestos y sueldos si prohíben nuestro modelo actual de caza.
Los cazadores hemos de tener unos sólidos argumentos técnicos, científicos, biológicos y legales para defender nuestra actividad y no entrar en discusiones ignorantes, intolerantes y groseras.

La caza continuará soportando constantes modificaciones. A nivel federativo tendrá que suprimir algunas competiciones y, a nivel social, se nos hará más difícil controlar las especies cinegéticas en excesivo aumento por la falta de cazadores.
Vean que en todo el artículo no he utilizado la palabra matar. Una palabra fea por la que se nos criminaliza.
Recuerden: «Cazar no es matar».
Joaquim Vidal
Eso es lo que en el Reino Unido lleva haciendo la Game & Wildlife Conservation Trust (antes Game Conservancy) desde hace 80 años, y aunque no puede compararse con la RSPB (al sólo tener 20.000 socios), su voz se escucha bien fuerte tanto en el Campo como en el parlamento de Westminster. ¿Para cuándo algo parecido en España?
Un saludo
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