Léxico ‘básico’ de caza, tiro y armas
Para bien de la cultura cinegética, hay mucha tela que cortar a la luz de este diccionario.
Eduardo Coca ha publicado su obra Léxico ‘básico’ de caza, tiro y armas, que nos presentó en el WiZink Center (Madrid) de la mano de un grupo de notables: Pablo Ortega, prologuista; José Ignacio Herce, director de la Reserva Regional de Caza y moderador; Juan Delibes, escritor y divulgador medioambiental; Roberto García Yuste, cazador y presidente de la Asociación El Toro de Madrid; Antonio García Ceva, presidente de la Federación Madrileña de Caza editora; y Luis del Olmo, director general de Biodiversidad y Recursos Naturales de Madrid, así como un amplio grupo de amigos y familiares del autor, de quien esperamos que no sea esta su última publicación.
El autor subraya el adjetivo básico del título para significar que nadie espere que la ambición del autor haya sido crear un diccionario completo sobre esas tres disciplinas, sino, más bien, haber escogido las palabras imprescindibles y básicas entre tantas como son manejadas alrededor del arte de la caza y el medio rural, descrito en este caso por Eduardo con un literal, según cita, «a criterio personal del autor, que utiliza la lengua con el sentido finalista de economizar palabras en pos de la claridad expositiva y facilidad de lectura», que es exquisito y referido a sus maneras de cazar preferidas: ecológica, racional, sostenible o selectiva que siempre ha pregonado este autor en numerosos libros, opúsculos y artículos en la prensa general y específica de la caza, en las que es un especialista muy singular, como la mayoría de los cazadores conocemos. Todos los opúsculos publicados por Eduardo sobre el uso prudente y respeto al medio ambiente se hermanan en los anaqueles con textos más complejos que superan el centenar de páginas, como la Apología de la perdiz silvestre; Mil y pico refranes de caza; Trofeo y yo. Un cuarto de siglo de lealtad mutua; El Grupo V y yo. Caracolas y clarines, donde hermana la caza con la tauromaquia y cuyo libro tuve el honor de prologar. No describo las múltiples aportaciones que ha hecho Eduardo a muchos libros grupales, aunque sí señalo, seguidamente, una participación muy notable que describe Eduardo en la «INTRODUCCIÓN DEL AUTOR» de este léxico. Sin duda, tiene mucha enjundia que haya sido responsable del léxico de caza en el Diccionario del español jurídico y en el Diccionario panhispánico del español jurídico, editados ambos por la RAE, para los que Eduardo aportó la parte referida a la caza, sus vocablos y definiciones, que entregó a esa entidad. Apunta a la RAE, pienso que con estupor, por las expresiones imprecisas y desactualizadas que aparecen en sus diccionarios comunes generalistas. Este escritor, de estructura mental cartesiana, tiene la virtud de decir lo que siente, aunque sea a alguien tan notable como “el lucero del alba”, que se decía en mi pueblo.
Sobre el texto que nos ocupa, hago una entradilla y doy mi opinión con esa frase coloquial de “hay mucha tela que cortar” con este diccionario. Soy consciente que es impropia para analizar o definir cualquier expresión literal de este escritor que maneja tantas palabras, ideas y lo que sea menester en el mundo de las letras y la caza, y ello, a pesar de que nos diga en las Notas preliminares del autor «que padece hipocondría crónica de imperfeccionismo»; pues que nos ilustre para conocer cómo se define el pluscuamperfecto de su certero escribir, que todos le reconocemos. Pienso en los pocos que se atreverían a hacerle la procura de sus escritos. La amplia obra de este autor en textos, relatos, opúsculos, manuales y artículos publicados rezuma ética y respeto con la caza ortodoxa y la naturaleza.
Dice con acierto Pablo Ortega en su prólogo, refiriéndose al esfuerzo de la elaboración de un léxico tan trabajado y sus ventas, que no preocupan al autor, ya que «en coherencia con su más profunda deontología vital, lo ha escrito porque, con los años, se había ido convirtiendo para él en una ineludible obligación moral». Estoy muy de acuerdo con Pablo y creo que es un texto muy aleccionador e importante para cualquier cazador y, desde luego barato, dado el coste que tiene un libro de caza de estas características. Eduardo ha dado un hachazo del 35% al coste inicial de este excelente diccionario. A este delibesiano irreductible no le importó nunca la parte económica, que en varias ocasiones adjudicó a su Asociación de Mayores de Viso del Marqués. Está claro que solo tiene interés en transmitir cultura cinegética y medioambiental, si tuviera necesidad o algún objetivo económico con las ventas de sus libros y las adjudicaciones que hace de esos ingresos ‘se habría muerto de hambre’. La importancia de disponer de un diccionario como este, por cualquier cazador, es lo que me ha invitado a transmitir mi opinión, con la intención de asesorar a quienes aún no habéis recurrido a este léxico
Calculo que el libro que nos ocupa contiene de 4.000 a 4.500 acepciones definidas con sus diferentes significados cinegéticos, tiro y armas, tras las 528 páginas del léxico. Las pautas ortotipográficas seguidas en este vocabulario son notas aclaratorias que nos llevan de la mano del autor para facilitar todos los entresijos que tiene la estructura del léxico que Eduardo explica concienzudamente, con la pedagogía que aflora de su alma de maestro y siempre se trasluce en sus escritos. Las singularidades más notables para el autor las matiza con las notate bene, donde aclara y define sus consideraciones despiezando cualquier frase para mejor interpretación y añadiendo datos culturales, biológicos y cinegéticos alrededor de una definición.
Creo que es muy importante para cualquier cazador disponer de un diccionario de estas características que solo tiene expresiones y vocablos cinegéticos y camperos, aunque lógicamente algunas expresiones tengan el sesgo manchego, pues aunque el escritor nació en Santisteban del Puerto (Jaén), a los cinco años estaba ya en Viso del Marqués (Ciudad Real), su territorio habitual de caza y donde ha encontrado la plenitud de usos del medio rural como la caza, el contacto social como vecino y la visión de la evolución de las especies a lo largo del año. Se inició a los cinco años en el oficio de la caza, que practicó como la mayoría de los chicos de pueblo: cogiendo nidos y cazando pájaros con ballesta (costilla) y tirachinas (tirador) como les llamábamos en mi pueblo.
Enhorabuena al maestro.
José Luis Garrido Martín
Pte. honorífico de la Federación de Caza de C. y L.
Dir. honorífico de la Escuela Española de Caza
Foto portada: Eduardo Coca y José L. Garrido junto a la estatua de Miguel Delibes (Valladolid).
Léxico básico de caza, tiro y armas
(Legal, biológico, técnico, económico y social)
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