Fuego en Castilla y León contra el topillo
Lo de la plaga de topillos en Castilla y León viene siendo noticia diaria desde hace meses. Comenzó la guerra al topillo a base de clorofacinona y puso a un buen consejero, que se equivocó, en el juzgado y el paro. Si hubiera metido el grano en cebadores y tubos, sin acceso para otra fauna, no habría tenido tantos problemas.
Pero el tubo-cebadero no lo quieren los agricultores, porque da mucho trabajo colocarlo. Ahora el fuego exterminador va a ser la herramienta, con autorización de la nueva consejera. Su manejo por el hombre primitivo cambió a las sociedades humanas que mantienen el culto de este elemento depurador que ahuyenta brujas y purifica los espíritus. Siempre ha tenido el fuego ese carácter y ha sido la herramienta utilizada por el hombre primitivo para la agricultura de rozas en África y Australia, para obtener los tercios de tierra de labor de manera rápida y con poco esfuerzo. En esto de quemas forestales autorizadas solamente hay antecedentes en la Mesta, creada a finales del siglo XIII, precisamente por Alfonso X el Sabio, tan drástico con los fuegos. La Mesta fue responsable de la eliminación arbórea de Torozos, entre otros montes, para convertir el espacio forestal en zona ganadera de pastos y las vegas en herrenales y prados de guadaña. Ahora la consejera de agricultura de mi tierra autoriza a quemar los rastrojos en agosto. Es cierto que nadie sabe qué hacer con la plaga de topillos que llegan ahora a viñas sagradas de denominación de origen y la barbarie de la quema es pedida a gritos por los agricultores y avalada por algún Académico de la ingeniería de montes. A todo esto, los sindicatos agrarios, con la tractorada en bandolera, piden quema porque saben que es el método más rápido para hacer la labor de recogida de paja sobrante y, sobre todo, piden subvención por los daños de la plaga, que sin duda son cuantiosos. Ya les han ofrecido diez millones de euros. Creo que hacen muy bien en pedirlo, igual que los que nos quejamos de pagar tanto impuesto, porque siempre las subvenciones que da la administración —algunas veces muy justificadas— salen de los tributos de los ciudadanos. Algunos de los que tributamos para subvencionar daños por los topillos somos de un gremio maldito que, en caso de que la plaga fuera de conejos, no sólo no nos darían ninguna subvención, sino que nos hacen pagar, también, a ese mismo agricultor, los daños como cazadores. Ha servido de animador para agricultores, sindicatos agrarios y consejería, que el fuego purificador que se avecina esté bendecido por un académico, Dr. Ingeniero de Montes, Fernando Franco Jubete, catedrático en la Escuela de Ingenierías Técnicas Agrarias, que tiene un amplio historial docente, de investigador y científico. Este señor ha escrito y dado la solución en un artículo: SÓLO LOS AGRICULTORES PUEDEN ACABAR CON LA PLAGA DE TOPILLOS, publicado en la web del Colegio: www.coiaclc.es. Leído esto tan ortodoxo de un catedrático intelectual no extraña lo que piden ciertos agricultores —en este órdago tan irracional a alguno sólo le falta pedir Napal—, pero la mayoría, más sensatos, entienden que quemar no arregla la plaga, aunque alivie tareas, y lo de arar, recomendado por la señora consejera, prefieren hacerlo en su momento cuando haya tempero y no con el campo como una piedra por mucho que lo digan en el BOCYL o lo recomiende este ingeniero tan sensato. Además, la cebada que se tenían que comer los topillos ya se la han comido. Y el agricultor ya ha llenado la panera como pocos años porque el campo ha dado mucha. Creo que este eminente ingeniero de montes sabrá, con más autoridad que el que suscribe, que durante un incendio la temperatura de la superficie puede llegar fácilmente a los 200 ºC, y la penetración de calor alcanza 10 cm donde desaparece la micro fauna que propicia los procesos de aireado del terreno y la creación de bacterias que provoca la germinación. También se modifica la acidez con subida del pH. y, además, se requiere una aportación adicional de nitrógeno para equilibrar al carbono, por lo que hay que abonar más la tierra. El aumento del azufre implica medidas correctoras. La eliminación de lagartos, liebres o endrinos, que no han tenido un ingeniero de montes avalador, tiene peor corrección. Con lo que no acabarán las quemas es con los topillos, que incluso agradecerían la calefacción a 20 cm de profundidad de la hura. A todos estos sabios de los montes que piden volver a la técnica de las rozas, usada por el hombre primitivo para abrir campo hace cinco mil años, dan ganas de ponerlos precisamente en manos de Alfonso X, El Sabio. «Mando que ninguno ponga fuego para quemar los montes y a los que hallaren haciendo que los echen dentro y si no los pueden haber, que les tomen cuanto hallen». Alfonso X (al Concejo de Ledesma). La quema de rastrojos es responsable —como nos recuerdan diariamente por la TV— de uno de cada tres incendios forestales y era desconocida en los últimos siglos hasta la llegada de la cosechadora. La prohibición reciente de quemar rastrojos ha venido de la mano de la CEE (1). Las nuevas normas de las ayudas de la PAC, conocidas por el procedimiento de pago único, pagan más subvenciones —porque el fuego abarata muchas labores—, pero prohíben desde el año anterior quemar rastrojos. Ahora se saltan la norma con la autorización de la consejera. Aquí en Castilla y León se ha regulado por la Orden AYG/1642/2005, de 5 de diciembre de 2005 y normas concordantes. No crean que tenga algo a favor de los topillos. Personalmente me producen rechazo total. Además, las plagas de presas de este tipo son nefastas para el resto de la fauna. Los predadores, que están que revientan de topos, parirán al año que viene repitiendo patrones, recordando lo que la naturaleza les presentó este año. Los topillos se acabarán muriendo todos, como marcan los ciclos biológicos, pero el exceso de zorros, cigüeñas, rapaces y resto de predadores comerán de donde puedan, y será terrible el acoso para todas las especies faunísticas que lleguen a la próxima primavera. Qué también las pille Dios a ellas confesadas porque, además, ante la permisividad pasiva de la administración se está vendiendo en la región y echando al campo clorofacinona, bromadifacum (altamente tóxico) y bromadiolona a espuertas. Hoy ya están sin stock de esos productos los vendedores de fitosanitarios de esta comunidad. (1). Reglamento CE Nº 1782/2003 del Consejo de 29 de septiembre de 2003.