Caza un jabalí ‘arocho’ en una espera en Sierra Morena
Crónicas de caza

Caza un jabalí ‘arocho’ en una espera en Sierra Morena

Se denominan cochinos arochos a aquellos que tienen «una cabeza muy grande respecto al cuerpo, y colmillos desarrollados y agudos». El macho cazado por el esperista cordobés tenía unas navajas de 18 centímetros y un grosor de 2,1 y un peso de 60 kilos.


El relato del abate de este cochino junto a los lances vividos por Francisco Fernández, un experimentado cazador con más de 40 años en la caza de cochinos a la espera, en los últimos años quedarán inmortalizados en su próximo libro. Actualmente podemos encontrar en las librerías las obras escritas por el cazador tituladas El Olor de Sierra Morena y La Soledad del Monte, ambas publicados por la Editorial canchales.es.

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Rascadero del gran jabalí y las marcas que dejaba con sus colmillos.

Los jabalíes de Sierra Morena

El cazador narra el lance en el que se hizo con este impresionante macho:

"A mediados del mes de enero empezó a entrar una piara de cochinas a un comedero que tengo desde que comencé a cazar en un sitio muy querencioso para los jabalíes. Allí he cazado varios animales medallables. Está ubicado en una zona de paso, el cruce de un camino, por donde los cochinos se cambian de una mancha a otra, que desemboca en un profundo barranco, donde los animales encuentran agua, frescor y tierra blanda en cualquier época del año. A esta piara de cochinos se han ido uniendo más ejemplares con el paso de los días, hasta llegar a contar con más de veinte animales".

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Las cochinas más jóvenes entran en celo en primavera

"Sabedor de que, una vez que pasa el celo de noviembre y diciembre, y con la inminente llegada de la primavera, y esperando la "interacción" de esta sobre todos los animales, y en especial en los cochinos, dejé a la piara tranquila entrando todos los días al comedero. Como en esta época del año los cochinos machos han salido de un celo muy fuerte, que les ha hecho perder kilos y fuerza, y sabiendo que las noches se van haciendo más cortas que los días, confié en qué algún macho entrara al "amor" de cualquier cochina que en su ciclo se retrase en el celo.

Mi experiencia me dice que a las cochinas nuevas les llega un segundo celo en los meses de primavera, previos a los veranos intensos que padecemos en los últimos años. Como conozco la finca, sé que la mejor época para los grandes machos es esta, por lo que, aun aguardando con intensidad todo el año, ahora es el periodo en la que más me gusta esperarlos".

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Las marcas de los colmillos del jabalí en el tronco de un árbol

"No tardé mucho en ver unas puñaladas en el tronco de un chaparro, a unos metros del comedero. Esa fue la señal que esperaba desde el mes de enero. Esperé el momento preciso para intentar cazarlo. El viernes pasado fue el día elegido para tratar de abatirlo. En una tarde-noche muy especial, sin una brizna de viento, me dispuse a probar suerte y ponerme, a ver qué pasaba. Ya de camino al puesto y subiendo el último repecho, a unos veinte metros antes de llegar al puesto, me paré y escuché a las cochinas volteando piedras en el monte, en la hoya de la izquierda del comedero.

Me apresuré a ponerme cuanto antes y nada más sentarme entraron cinco animales, completamente de día. Oscureció y seguían las cinco cochinas pegándose el festín, pero en la hoya de mi izquierda seguían sonando los cochinos. Bufidos, ronquidos, ruido de monte y piedras me tenían entretenido mientras observaba a las hembras primero con los prismáticos, y una vez anochecido con el monocular térmico. A eso de las ocho y media de la tarde, cansado de mirar con el térmico y sin novedad alguna, decidí soltarlo y mirar a través del visor nocturno.

Aquí viene lo especial de los cochinos. Con movimientos milimétricos para no hacer el más mínimo ruido solté el térmico y puse el rifle en la horquilla que siempre me suelo llevar. Encendí el visor. Para mi sorpresa, en ese minuto de tiempo que tardé en colocar el rifle y encender el visor, había entrado al comedero la piara grande que esperaba".

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Una piara compuesta por 20 jabalíes entra al comedero

"Qué gozada ver más de veinte jabalíes a sesenta metros de mí. Sorprendido por lo que tenía delante de mis narices me limité a verlos y "repasarlos" con el visor nocturno, sin localizar al macho que suponía debería entrar con ellas, a tenor de las marcas vistas en la zona en días anteriores. El aire de cara llevó un olor penetrante a mi nariz, sin lugar a dudas el olor empalagoso que desprende un macho en celo. Lo busqué con más ahínco aún si cabe. Tenía que estar delante de mí y no lo veía. En una visualización a todos los cochinos con el visor nocturno veo una hembra nerviosa.

Bingo, el cochinaco, de unos 60 kilos, chico pero poderoso a la vez, le echaba el hocico como acariciándola, para que la dejase montarla. Me dio un espasmo y un vuelco el corazón cuando vi la escena. Antes de quitar el seguro del rifle y apretar el gatillo respiré lo más hondo que pude y di gracias a Dios por dejarme disfrutar de estas cosas tan increíbles y bellas que nos da el campo".

 


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