Graba un grupo de rebecos parados a su lado en una carretera
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Graba un grupo de rebecos parados a su lado en una carretera

Pese a su carácter desconfiado que les hace iniciar rápidamente la huida hasta lugares inaccesibles, estos rebecos siguieron buscando la sal echada en el asfalto sin importarles la presencia del automóvil que tuvo que detenerse hasta que decidieron irse.


Ocurrió en la carretera P-217, que une los pueblos palentinos de Cardaño de Abajo y Cardaño de Arriba, en la falda del Espigüete, uno de los picos más emblemáticos del Parque Natural Montaña Palentina. Un conductor se encuentra con un numeroso grupo de rebecos que bloqueaban a circulación. Lejos de huir, alguno de ellos se queda buscando sal tranquilamente a un metro escaso del vehículo lo que permitió grabar muy de cerca a los bóvidos y conseguir la maravillosa escena que os dejamos más abajo.

El rebeco cantábrico, especie endémica

La Montaña Palentina es una comarca natural situada en la parte más oriental de la Cordillera Cantábrica, en el límite septentrional de la Comunidad castellanoleonesa. Por las agudas crestas de sus montañas es muy frecuente ver al rebeco cantábrico, Rupicapra pyrenaica parva. Los nombres más comunes que recibe la especie a lo largo de la geografía de la Península Ibérica son “gamosa”, en León, así como “robezu”, utilizado en Asturias, o “rebezo”, más típico de Galicia. En ocasiones se tiende a utilizar el nombre vernáculo aragonés de “sarrio”, sin embargo, éste debería emplearse sólo en referencia a la subespecie pirenaica que es de mayor tamaño y con los cuernos más gruesos y largos. También se diferencian en su pelaje ya que el sarrio tiene una tonalidad estival amarillenta e invernal gris oscura. Sin embargo, la subespecie que habita en la Cordillera Cantábrica además de ser más pequeño tiene el peaje estival más rojioscuro y gris claro en invierno.

Reconocemos al rebeco cántabro

Es pequeño, de apenas 70 cm de altura a la cruz y 20 a 35 kg de peso. Como el resto de los bóvidos, los rebecos disponen de auténticos cuernos que conservan durante todo el ciclo vital del animal. El dimorfismo sexual no es muy acentuado, pues tanto machos como hembras lucen cuernos bien desarrollados. No obstante, la talla de los machos es ligeramente superior y los cuernos, más gruesos y largos, se vuelven hacía abajo formando un garfio que en las hembras es menos acusado. El crecimiento de los cuernos deja marcas anuales, medrones, que permiten estimar la edad de los animales.

Ambos sexos tienen un babero triangular y la cara de color amarillento, adornándose de bandas laterales negras que van del hocico a los ojos a modo de antifaz y terminan en la base de los cuernos dándoles un aspecto inconfundible. La subespecie Rupicapra pyrenaica parva se distribuye exclusivamente por las montañas de la Cordillera Cantábrica, desde el límite de Asturias y Galicia al occidente de Cantabria, principalmente en terrenos de Asturias, Cantabria, León y Palencia.

Su hábitat

Es un animal característico de la alta montaña. En verano suele encontrarse pastizales altos, riscos y escarpados. En invierno, desciende a áreas boscosas o con arbolado y matas abundantes. De todos los ungulados es uno de los más activos durante el día, sólo en los meses más calurosos del verano limita su actividad a las primeras y últimas horas del día, pasando el tramo central descansando en las laderas más frescas orientadas al norte.

Se trata de un animal perfectamente adaptado a las condiciones de la alta montaña, para ello dispone de membranas en las pezuñas que aumentan la superficie de apoyo sobre la nieve, que los dota de su famoso equilibrio y facilidad de escalada.

 

Y su comportamiento

En verano suele formar grupos grandes en las que hembras con crías y machos forman se encuentran separados. En invierno, sin embargo, los grupos se dispersan o se hacen menos numerosos, especialmente los de machos. Cuando advierte un peligro o se asusta la hembra emite un silbido muy característico que alerta a la cabrada.

El celo tiene lugar hacia el mes de noviembre, entonces los machos se vuelven agresivos y se persiguen insistentemente, para procurar cubrir al mayor número de hembras. La gestación se prolonga durante seis meses y los partos se producen en torno al mes de mayo.

Una especie cinegética que necesita paciencia

La caza del rebeco se realiza a rececho lo que requiere una buena forma física caminar por lugares altos, inhóspitos y escarpados. En esas largas caminatas es conveniente hacer paradas para resituar a la presa y prepara la estrategia más adecuada. La mayor parte de las veces hay que disparar desde más de 100 metros lo que es mucha distancia dado su pequeño tamaño. Los recechos de rebeco exigen mucha paciencia y gran conocimiento del terreno y del animal, así como capacidad de resistencia y de observación.

El periodo de caza suele ser autorizado en los meses de agosto a octubre, así como de mayo a junio, si bien en estos últimos meses sólo se permitirán recechos exclusivamente de machos.

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