Caza un jabalí de imponentes colmillos tras muchas noches de espera
La paciencia y el esfuerzo le han brindado a un joven cazador la oportunidad de abatir un jabalí al que llevaba esperando tiempo, ‘un viejo conocido’.
Hablamos con Adrián Fernández, un cazador de 26 años que, con la llegada de septiembre, pudo hacerse con el jabalí que, durante todo el verano, le había estado quitando el sueño. Y no era un ejemplar cualquiera… no te pierdas la historia.
El jabalí antes de lance.
El jabalí objetivo
“Todo empezó a partir del 27 de junio”, comienza el protagonista. Ese día el cazador consiguió abatir un ejemplar de escasos 40 kilos que no dejaba entrar al cebadero a ningún otro. Pese a su pequeño tamaño, contaba con unos colmillos más grandes de lo que suele tener un suido de este peso.
A los dos o tres días de haberle dado caza, a través de la cámara de foto trampeo, vio entrar varios jabalíes distintos: una hembra con crías, una piara de medianos y un jabalí, no muy grande de cuerpo, pero con una gran boca. Ese fue el que Adrián se marcó como próximo objetivo.
El problema, cuenta el cazador, es que el animal entraba a altas horas de la noche, ya pasadas las 3-4 de la madrugada.
Estos son los colmillos del gran jabalí.
La estrategia para vencer al gran jabalí
El cazador se dio cuenta de que la única posibilidad de encontrarse con él cara a cara sería adaptándose a sus horarios. Y así lo hizo. Pasó varias noches en vela, apostado en lo alto de un pino, en un tree stand a 7m de altura y a 24m del cebadero. Estuvo esperando hasta prácticamente el amanecer, pero el animal parecía estar ganándole la partida…
Una noche vio un ejemplar mucho mayor de tamaño, pero no era el esperaba y lo dejó ir. No desistió y siguió apostando, pero los días pasaban y el suido no se presentaba. Parecía como si el de mayor tamaño lo hubiera echado de la zona.
Este es el jabalí recién abatido.
Y… ¡sorpresa!
El viernes 1 de septiembre, fecha que no se le olvidará al joven, decidió probar suerte por última vez antes de dar comienzo a la temporada de batidas.
Adrián nos narra: a las ocho de la tarde, ya estaba subiéndome al puesto. Al poco, ya tenía varios jabalíes por allí ando vueltas. Hacia las nueve, entraron dos medianos, de unos 40kg, pero cuando sólo habían pasado unos minutos, algo les hizo salir corriendo y bufando. Me quedé un poco extrañado, sin saber si me habían olido o que había pasado…
Fueron pasando las horas y no se oía nada, una espera muy aburrida. Después de medianoche, para colmo, empezó a llover… no muy fuerte, pero el suficiente tiempo para calarme. De pronto paró y al momento, sin hacer casi ruido, oigo algo acercarse al cebadero. Cuando lo veo salir al claro, alumbrado por la súper luna azul de agosto, lo reconocí: era él, al que tanto había estado esperando.
La noche era tan clara, que pudo efectuar el disparo sin ninguna luz artificial. El animal, que estaba confiado y tranquilo, dio una oportunidad de oro que el joven cazador no desaprovechó. Apunto, quito el seguro de la escopeta-una Benelli 121, aprieto el gatillo y cae fulminado.
Rápidamente Adrián bajó del árbol para cobrarlo. La emoción era inmensa, una sensación prácticamente indescriptible. Llamó a Hugo González, su amigo del alma, para contarle la aventura y compartir con él su felicidad. Después de varios meses detrás de un buen verraco lo había conseguido.
Adrián junto al jabalí.
Pero la historia, no acaba ahí
Estuvimos viendo fotos antiguas y nos dimos cuenta de que el ejemplar que había abatido era un viejo conocido. Lo habían apodado como “El Oso”. El pelaje que tenía cuando lo fotografiaron el invierno pasado hacía pensar que tenía un tamaño impresionante.
El ‘oso’.
Hugo ya le había tirado en otro de los puestos que tenemos marcados. Desde aquella parecía haber desaparecido y pensábamos que lo había fallado, pero, al cobrarlo nos dimos cuenta de que le había rozado en el lance anterior.