Joven, mujer y cazadora: «para mí la caza lo es todo, es mi forma de vida»
Ciudad Real

Joven, mujer y cazadora: «para mí la caza lo es todo, es mi forma de vida»

El futuro de la caza está asegurado mientras haya jóvenes que hagan de esta pasión una forma de vida. Y, además, mujer.


Hoy queremos darle voz a una joven cazadora que tiene mucho que aportarnos. Hablamos con Carla Peinado, de 20 años y natural de Fuente El Fresno (Ciudad Real). A lo largo de este testimonio, Carla irá desgranando sus sentimientos, sus sensaciones, su evolución en el mundo de la caza y, sobre todo, sus expectativas.

¿Qué es la caza para mí?

Es una pregunta bastante recurrente en mi entorno. La mayor parte de las veces procede de gente que, ajenas al mundo cinegético, les cuesta entender hasta qué punto esta afición puede ser tan importante para mí.

Son muchos quienes se cuestionan si la caza es algo necesario en nuestras vidas. Yo, como cazadora, vengo a defender este ideal, ya que la caza, aunque no sea algo vital, sí es imprescindible en mi vida.

Quiero que la gente aficionada a esta actividad, en especial las mujeres, y que reciben críticas y comentarios tan innecesarios como dañinos como me ha pasado a mí, se identifiquen conmigo y, si fuese posible, trasmitir una mínima parte del sentimiento y entusiasmo que la caza genera tanto en mí como en mis compañeros a aquellas personas que nunca se han sentido interesadas.

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Carla rematando un jabalí agarrados por los perros.

Empecé con cuatro años

Con apenas cuatro añitos empecé a cazar. Aún me quedan algunos recuerdos de la primera montería, con esos pantaloncitos de color marrón, los calcetines de madroñeros y ese chalequillo verde. Pese a mi corta edad, recuerdo que todos los sonidos me impactaban y todos eran distintos: los ladridos de los perros, los disparos, las pisadas, la respiración acelerada de mi padre. Incluso puedo sentir los nervios de mi madre. A día de hoy sigo con la misma ilusión que cuando era pequeña. He probado tanto la montería desde el puesto como al pie de la rehala y sin duda, esto último, es lo que más me gusta.

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Mi pasión por las rehalas

Con quince años tuve la suerte de adentrarme en el mundo de la rehala gracias a un amigo de mis padres que para mí siempre será mi segundo padre.

Ahora soy una loca apasionada por el mundo de la rehala. Madrugo bastante para irme de caza con los perros y siento los nervios en el estómago que revolotean como mariposas.

Son muchas las sensaciones y tan intensas que resultan muy difícil de explicar, como cuando voy caminando tranquila por esos cerros divisando la mancha y de repente escucho la agitada respiración de los perros al como balas por delante de mí en busca de la presa; el jabalí rompiendo el monte que, aunque esté a kilómetros parece que lo tienes encima; las voces de esos perreros animando a sus perros y sus pies que vuelan por las piedras; nuestra intensa y jadeante respiración y los disparos…

En segundos tienes que salir corriendo porque tus “guerreros” han sido capaces de coger ese marrano que le quitaron al puesto de al lado. Llegar y sentir tus perros latir, cuchillo en mano y con su ayuda ¡a por ello! Está ya hecho.

Al acabar la jornada me quedo recogiendo a mis cachorros y, probablemente, curando a alguno de los percances que ha sufrido al enfrentarse con alguno de los suidos.

Cae la noche y llega el frío, la lluvia, la silenciosa oscuridad. Todos se van, y yo como algo a eso de las siete u ocho de la tarde, después de estar todo el día en el monte. Seguramente lo primero que ingiero en todo el día, pero estoy feliz.

Este es el verdadero mundo de la rehala.

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Hay que luchar por lo nuestro

¿Cuánto tiempo estamos dispuestos a perder? ¿Cuánto tiempo sin ser nosotros mismos, sin hacer o dejar de hacer cosas por lo que vayan a pensar los demás? ¿Por qué perder de respirar el aire puro del campo o de disfrutar de los animales?

A la gente que nunca tuvo oportunidad de experimentarlo, la invito a que lo haga, que disfrute de los verdaderos placeres de la vida y se evada de esta sociedad destructiva que cada vez se apodera más de nuestras vidas y de nuestra intimidad.

En la actualidad, los niños ya no pasan tanto tiempo con sus abuelos y familia, se refugian en la tecnología, un error al que no le ponemos solución. La caza también une familias. No nos comunicamos a través de pantallas ni de mensajes despersonalizados. Además de las historias que van surgiendo, es una alegría poder compartir esta afición —y yo añadiría adicción— con la familia y amigos.

Vivimos en una sociedad ruidosa que asocia la actividad cinegética con el acto de matar. Con tan solo veinte años, me considero una amante del campo y de la caza, algo que, para mí, no es matar por diversión, sino mucho más. Cazar es pasarse horas andando por el monte y también es tirarse días en el campo llegando a casa con las manos vacías sabiendo que otro día las traerás llenas. La caza son valores, respeto, compañerismo, amistad y ética. Es mucho más de lo que nadie ajeno a este mundo pueda llegar a pensar. Y hay que luchar por mantenerla.

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Carla junto a uno de los dogos argentinos con los que caza.

Mi futuro

Como he dicho repetidamente, para mí la caza y el campo lo es todo. Con dieciocho años tuve que tomar la decisión sobre mis estudios superiores. Dado mi amor por los animales, siempre tuve claro que iba a ser veterinaria. Lamentablemente la elevada nota de corte de la EBAU no me permitió el acceso a la facultad.

Aun así, tuve muy claro que debía estudiar algo relacionado con el campo por lo que decidí estudiar un Grado de Aprovechamiento y Conservación del Medio Natural. En definitiva, lo que se conoce como forestales.

Haber optado por estos estudios es algo de lo que nunca me arrepentiré. Siempre fui consciente que no eran muchas las chicas que se decantarían por esa formación pero no me importó porque siempre hay una primera vez para todo. Cuando empecé estaba en una clase rodeada de veinte chicos. Para mí eso no fue motivo de rendirme, sino que me hice más fuerte y pensé: “si ellos pueden, yo puedo. Soy la única y tengo que ir a por todas”.

No me siento menos mujer por estudiar algo que, a día de hoy, parece ser un campo muy masculinizado. Al contrario, me siento orgullosa de saber que el día de mañana puedo ser una de esas pocas chicas que trabajan para el campo. Espero que en los años venideros, sea una profesión paritaria y que haya muchas más mujeres interesadas.

Tengo claro que nunca voy a rendirme. Mi propósito ahora es terminar mis estudios, sacarme el curso de guarda rural y prepararme para una oposición de forestal.

Con el tiempo me gustaría poder ser una de esas pocas chicas jóvenes cazadoras amantes del campo, forestal y orgánica de monterías ya que todo esto hace de mi pasión una forma de vida.

Princesas con botas de montear

Aunque joven, soy perfectamente consciente de que en ocasiones no se valora lo que se debería a la mujer cazadora. Por desgracia, la mayoría de las veces somos las propias mujeres las que nos ponemos trabas a nosotras mismas.

Tengo muy presente la muerte de Mel Capitán, una joven apasionada por el mundo de la caza. También los agravios a Pilar Montero, un claro ejemplo de la mujer en el mundo rural, o a Bea Rosete una auténtica defensora de la caza.

Siempre he dicho que nadie puede juzgarte por cómo eres, tienes que luchar hasta conseguir tus sueños y darlo todo. El mundo de la caza es una auténtica maravilla y no puedo sentirme más orgullosa de pertenecer a él.

Para acabar quiero dejaros la máxima que rige mi vida: “Olvida los zapatos de tacón porque muchas princesas llevamos botas de montear”. Esa es mi filosofía.

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