Marta López se hace con un precioso corzo en un rececho que asegura «no olvidaré»

Marta López se hace con un precioso corzo en un rececho que asegura «no olvidaré»

Marta López García (@martalopezhunt) es una joven cazadora, natural de Sotillo de la Adrada (Ávila) muy activa en redes sociales. Comparte en ellas, con sus cientos de seguidores, sus jornadas en el campo y su visión de la actividad cinegética, que más que una afición, asegura, es su estilo de vida.


Su pasión le viene desde que empezó, con tan sólo 8 años, a acompañar a su padre a la caza menor. Pasó de ser, por aquel entonces, morralera a tener unos años más tarde su propia rehala. Ahí fue donde la abulense comenzó a practicar la caza mayor, la que dice haberle robado el corazón. Estuvo cazando con rehala alrededor de 15 años, en la modalidad de montería española, una de las que más le gusta junto al rececho.

De este último destaca la dificultad que implican muchos de ellos, el conocimiento que requieren las peculiaridades de cada especie, y el hecho de estar en contacto directo con la naturaleza salvaje.

Aunque ha cazado ejemplares de corzo, arruí, ciervo y cabra montesa, la especie que acelera realmente su pulso y le quita el sueño, es el jabalí. La joven ha abatido principalmente jabalíes en monterías, pero recientemente ha realizado su primera espera. ¡Y qué espera! Un precioso jabalí con imponentes colmillos puso el broche final a una noche llena de adrenalina y sobre todo, de felicidad.

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Nos contaba Marta que, el día que tuvo que dejar el mundo de la rehala se dio cuenta de que realmente no podía vivir sin la caza, de que la cinegética lo era todo para ella. Aunque reconoce que a priori no le entusiasmaban la idea de disparar, era la única manera que veía de seguir con su afición, así que decidió empezar a entrenar la puntería, cambió la caracola por el rifle y hoy en día la joven cazadora se desenvuelve con el arma como “pez en el agua”. Sin embargo, asegura que, los años más felices fueron los que pasó con sus perros y que, para ella, no hay nada igual.

Marta quiso hacer hincapié en que para ella “tan cazador es el que mata como el que falla y es que, aunque no abatas un animal, también cazas”. El proceso, los aprendizajes y las vivencias: todo eso es caza.

Dos lances inolvidables

El pasado jueves, 11 de mayo, en Castilla y León, Marta salía en compañía de su padre, un amigo y el guía en busca de su primer corzo de esta temporada. Para este rececho, llevaba su Remington 30.06 con visor Alpen APEX XP 2,5-15x50 y unas balas hornady de punta plástico de 180 grains.

Pasaron la tarde viendo machos jóvenes y hembras pero no aparecía ningún ejemplar que entrase dentro de los parámetros que ellos buscaban.

A última hora de la tarde eso cambió. De repente, vieron un macho al que, tras valorarlo, decidieron hacerle la entrada. Se apostaron relativamente cerca del animal, que pacía tranquilamente, sin percatarse de su presencia. Marta le apuntó durante casi 20 minutos esperando a que se pusiera de lado, pero no le daba opción a tiro.

El pulso le temblaba después de tanto tiempo encarando el rifle y los nervios no desaparecían cuando, por fin, “el duende” le brindó la oportunidad que tanto esperaba y ejecutó el lance. Un lance que se quedó bajo y que indultó al macho pero que la cazadora recuerda como uno de los lances más emocionante y más bonitos de su vida.

El sábado por la mañana se levantaron temprano. Hacía muchísimo frío y “el día estaba raro, tenía un mal presagio” —contaba López. Sólo vieron un macho al que no tuvieron opción de valorar. La cazadora estaba preocupada porque el terreno era muy llano, con algunos pinos, pero muy claro, lo que facilitaba que los animales les avistaran, y dificultaba tanto valorarlos como hacer las entradas.

Pero ella no tiró la toalla.

Por la tarde volvieron a los pinares, sigilosos y con la ilusión intacta.

De lejos vieron una pareja de corzos y se acercaron a valorarlos pensando que uno sería macho pero ¡cuál no sería su sorpresa cuando llegaron y vieron a dos hembras! Disfrutaron con su contemplación, y, sin molestarlas, se alejaron para continuar con la búsqueda.

Volvieron a ver varios machos muy jóvenes. Atardecía rápido y la suerte no parecía acompañar.

A las 9 menos cuarto, el mal presagio de Marta desapareció cuando vio un macho que entraba dentro de lo que iba buscando. Estaba medio cubierto, pero parecía un corzo adulto y cumplido así que esperaron a que saliera del matorral y pudieron confirmarlo, prismáticos en mano.

Estaban a 480m de él, pero, con mucho sigilo y mucha destreza consiguieron ponerse a escasos 120m. Se ocultaron detrás de un pino y el profesional que la acompañaba, tras evaluarlo una vez más, lo vio claro. “Marta, este es tu corzo. Le puedes tirar sin problema”. La cámara estaba grabando, el rifle apoyado en el trípode y la cruz sobre el animal. Se estaba rascando y sabiamente la joven esperó a que parase para jugar el lance convenientemente y asegurar el tiro.

En dos segundos pudo accionar el gatillo y la bala impactó justo detrás de la paletilla. Un muy buen lance. Sin embargo, el corzo dio un brinco y se tapó.

Cogieron a la teckel del guía y comenzaron a pistearlo. No había sangre. Marta se puso en lo peor pero no perdía a esperanza pues sabía cómo había sido el lance.

Efectivamente había sido un lance impecable que dejaba, a escasos 40m, un corzo precioso y un recuerdo imborrable en la mente de la cazadora.

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Cargaron el animal hasta una nave donde procedieron a despiezarlo para su posterior consumo. Marta honraría al animal abatido compartiendo su carne con un par de amigos: uno que era cazador y otro que no.

Y qué mejor manera de transmitir la caza que darla a probar a quienes no la practican para hacerles, de esa forma, partícipes de ella.

“Consumir la carne de las piezas que cazamos es y debería ser siempre la esencia de la caza y la base de cualquier cazador”.

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