No son capaces de echar al jabalí del maizal
La cosechadora está trabajando justo al lado del jabalí, que asoma por un extremo de la siembra, pero vuelve a su interior. Algo que repite segundos después.
No quiere dejar la seguridad y el alimento fácil y sabroso que las altas plantas de maíz le brindan. Dentro del maizal, el jabalí pasa desapercibido y consigue un fruto que, cuando está maduro, como es el caso, le aporta unos nutrientes y un sabor al que no se pueden resistir los suidos.
Es la cruz que soportan los agricultores que, tras meses cuidando de sus siembras, cuando se disponen a cosecharla en el punto idóneo de maduración, se topan con cuantiosos daños producidos por el hambre y la voracidad de los cochinos.