Rehaleros: en el corazón de la montería
Hemos acompañado a unos rehaleros durante una apasionante montería para mostrar el lado menos conocido de esta modalidad tradicional, una de las más practicadas en nuestro país.
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La rehala es pieza fundamental e insustituible de la tradicional montería española. Un trabajo desde la soledad del monte, siempre desde el anonimato, a veces tan poco valorado y tan poco respetado.
Nuestros rehaleros y sus perros son el corazón que hace latir nuestra montería.
Convivencia y amistad
La convivencia y amistad impera dentro del mundo rehalero. Todos son uno dentro y fuera del monte. No dudan en acudir prestos a la ayuda del compañero o de sus perros.
David de la rehala El Maravilla, perrero al que acompañamos y que tiene nociones de veterinaria al haber trabajado en una clínica durante varios años, solventó en el monte pequeños percances sufridos por los perros de los compañeros.
A la hora de la recogida, no dudan en atender a los perros de los compañeros y estar hasta la hora que sea necesaria para apoyar a alguno de los monteros cuyos perros se «entretienen» en el monte.
Durante esta montería, nos marcó profundamente una frase repetida en varias ocasiones por los rehaleros: «En el monte nadie se queda solo».
Nunca se deja a un compañero atrás
Tina, la perra de David, sufrió un pequeño golpe de calor. El rehalero no dudó en cargarla a sus hombros y andar un largo trecho con ella hasta llegar al vehículo. Tina está sana y salva gracias a David. Para los rehaleros, sus perros lo son todo, son parte de ellos.

Cristóbal, el rehalero poeta, y el benjamín Antonio
Cristóbal, de 78 años, rehalero desde hace más de 40 años, nos sorprendió porque, pese a su edad, sigue al pie del cañón con más ilusión que nunca. Además, nos deleitó con diferentes poesías. Este hombre es todo un artista.

Cuando él habla, todos oyen. En la fotografía aparece con Antonio, de 16 años, el más joven de la partida.

Tras la reunión de las rehalas a la entrada de la finca, el guarda mayor explica a los rehaleros el lugar donde deben desarrollar su trabajo. Tras ello, van saliendo de forma escalonada a la mancha.
Horas de duro trabajo en el monte brindan a los monteros los lances con los que llevan tiempo soñando. Tras el trabajo de unos y otros, los lances culminan en abates tan espectaculares como el gamo que hemos fotografiado.