Rompiendo mitos: mujeres cazadoras que apuestan por la actividad cinegética
Cada vez son más las mujeres que se implican y apuestan por la caza como pasión y profesión. Dos de los ejemplos más bonitos son Alba y Carmen, ambas son lucenses y defienden la actividad cinegética. No tienen reparo a la hora de implicarse en ámbitos que, tradicionalmente, han estado más orientados a los hombres.
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Alba Rodríguez viene de una familia cazadora. Su padre y su hermano están involucrados en la actividad cinegética desde hace años. «Hice un parón y dejé de cazar habitualmente mientras estaba en la universidad. Desde que lo he retomado, le doy más importancia y lo valoro mucho», explica esta lucense.
Su rutina está marcada por el estudio ya que Alba, actualmente, está opositando. «En tiempo de caza salimos al monte y, cuando no es temporada, toca entrenar con los perros los domingos por la mañana, es el tiempo que puedo dedicarle», cuenta la cazadora.
«Somos muchas cazadoras, en mi cuadrilla nos podemos juntar seis y para mí la caza es más que cultura y tradición. No hay distinción de sexos, todos somos compañeros porque es una pasión que te une. Por eso es importante para mí», reivindica esta lucense, que invita a todas aquellas mujeres que aún no se han atrevido a apostar por la caza a probar una jornada en el monte para despejar todas las dudas.
El acoso animalista no cesa
«He tenido problemas con animalistas por defender la caza e incluso he tenido que denunciar. A mí que me insulten en lo personal me da igual, pero no permito que se metan con mi trabajo. Todo empezó con la caza del zorro. No se pueden permitir tantas faltas de respeto. Sí acepto todas las opiniones, pero no los insultos», cuenta Alba Rodríguez, que sufrió faltas de respeto en sus redes sociales por compartir su pasión por la caza y sus experiencias.
«Son animalistas para vivir de los animales y tienen la poca vergüenza de insultar», reitera Alba, que se muestra firme ante el acoso continuo y explica que no tolerará más faltas de respeto hacia el gremio cinegético. La lucense también denuncia que, en redes sociales, los usuarios están muy desprotegidos ante la legislación actual. «Tengo compañeros y compañeras que están igual que yo, es raro que un cazador no haya recibido ninguna amenaza», explica esta mujer.
Una criadora de perros de caza con tradición
Carmen Jul es otra lucense que conserva una valiosa tradición familiar. «Mi abuelo era ganadero y cazador. Mi regalo de comunión fue un perro. Siempre tuvimos varios ejemplares de caza y yo me fijaba mucho en ellos», explica esta criadora profesional de perros de caza bajo el afijo El Bosque de Lugh. Sus favoritos, los bracos de Weimar.
«Soy una cazadora atípica, muy mala con la escopeta. Voy con mi padre y él es el que dispara porque yo me encargo de trabajar con los perros y de su adiestramiento», explica Carmen, que derrocha pasión por los animales y por la caza desde que era una niña.
«Los perros de caza tienen mucha pasión y necesitan ser resistentes. Especialmente aquí, en Galicia, ya que la climatología es muy dura», cuenta esta criadora, que también explica que los bracos de Weimar son muy duros. «A pesar de tener el pelo corto, son resistentes y no tienen remilgos a la hora de meterse en los matorrales», cuenta la profesional lucense, que asegura que sus perros son especialistas en conservar su energía y aprovechar al máximo la jornada de caza.
La caza fotográfica es otra de las pasiones innatas de Carmen, que no olvida sus objetivos a la hora de salir al monte. «Al año suelen nacer cuatro camadas y, ahora mismo, tenemos 15 perros. También cuidamos a los más mayores, aunque ya no críen. Están contigo toda la vida y se lo merecen, como cualquier persona», explica Carmen Jul.
La importancia de la tradición
«Las mujeres tenemos menos facilidades para iniciarnos en el mundo de la caza, a no ser que tengas un padre o hermano que te lleve al monte y, en el caso contrario, es difícil. Mi padre sufría conmigo y con la escopeta porque muchas veces quieren protegernos», cuenta Carmen desde su más íntima experiencia personal.
Otro problema, según la criadora, podría ser la falta de formación orientada a las mujeres cazadoras. «Veo mucho los cursos de caza, pero si eres mujer y no hay nadie que tire por ti es más difícil que accedas. Echo de menos una escuela de tiro y cursos que animen a las mujeres porque sé que algunas tienen pánico escénico a las risas que puede suscitar para algunos que nosotras formemos parte del mundo cinegético», cuenta Carmen, que también defiende los beneficios que podrían otorgar las escuelas de caza la promoción de este tipo de iniciativas orientadas a la integración de las mujeres.