Ahora más que nunca
La capacidad del hombre para influir en la Naturaleza es inmensa y de hecho continua en su alocada carrera de destrucción alterando el medio y trastocando constantemente las poblaciones de los animales.
Animales unos que se adaptan a las exigencias del hombre —los mas oportunistas— y otros, los más exigentes, retroceden ostensiblemente. El cazador, como no podía ser de otra forma, ha tenido que adaptarse a este proceso, regulando unos y respetando escrupulosamente a los otros. Y lo hizo a base de campañas de concienciación de sus dirigentes, ya que nadie les había explicado que donde antes se podía cazar tres ahora se podía retirar solamente uno. Hubo también que decirles que lo que antes era motivo de premio en los ayuntamientos de la zona —lobos, linces, rapaces, osos…— ahora su captura era motivo poco menos que de cárcel. No, no fue fácil que algunos pocos lo entendieran, pero se adaptaron, a pesar de que la administración, ajena a estas campañas, les pusiese a los pies de los caballos de una sociedad de urbanitas acomodada a las nuevas exigencias del hombre. Con este caldo de cultivo afloraron rápido los nuevos sacerdotes de la Naturaleza, subvencionadas por una administración que le venía al pelo que arremetiesen contra los cazadores. A pesar de todo aguantaron estoicamente las críticas de estos grupúsculos, quizá por un equivocado concepto de lo que deben ser las buenas formas. Pero las cosas cambiaron y las máscaras van cayendo en la medida del buen hacer de los cazadores y de la crisis que nos azota. Cierto es que debemos seguir predicando respeto y racionalidad, pero es el momento de apoyar sin ambages la caza como motor generador de riqueza. No dudo que los políticos van a poner negro sobre blanco, porque los pueblos agonizan sin los cazadores, los fabricantes armeros y cartucheros están pasando penuria, los pequeños hoteles rurales cierran, las orgánicas desaparecen, el guarderío se va al paro, los fabricantes de textil y de calzado más de lo mismo. Seis millones de personas que viven en España directa o indirectamente de la caza son muchas familias para tenerlas marginadas. Siempre respetaré a los animales pero entre un jabalí y un parado me quedaré siempre con el hombre. Pues eso, que es hora de realidades.