Mitrofán
Hace unos años, en un cajón de libros de saldo en un gran centro comercial de Sevilla, encontré casi regalado Novela de caza, del alemán Horst Stern.
La obra es un relato reflexivo, por momentos filosófico, sobre la caza, los sentimientos del cazador y los pensamientos y miedos de un oso salvaje en el Este de Europa, un trofeo extraordinario que lucha por la supervivencia, aunque condenado a ser abatido en un hábitat que el progreso industrial modifica a ritmo galopante, para el desconcierto del animal. Interpreté el libro como una reflexión entre el bien y el mal en la caza, el bueno y el malo, la ética del cazador. Y por ello recomiendo su lectura a todo interesado en esta apasionante dicotomía. Nada tiene que ver este oso del libro con Mitrofán, el que, según ha denunciado un funcionario ruso del Departamento para la Protección y Fomento de los Recursos Cinegéticos de la región de Vólogda, habría abatido el Rey Juan Carlos en una cacería en Rusia a finales de agosto. La Casa Real ha desmentido la información, según la cual el oso había sido criado en cautividad —los animales salvajes no tienen nombre—, estaba amaestrado y había sido emborrachado a base de vodka y miel para facilitar su caza, por decir algo. El funcionario denunciante, Serguei Starostin, ha precisado que no pretende atacar al Rey, porque éste desconocía el amaño de la cacería, sino que su objetivo es dejar con las vergüenzas al aire a los ideólogos de la trampa, que por lo visto es más que frecuente en la zona, y no sólo con osos sino con otros animales supuestamente salvajes. De ser cierto todo esto, el Rey habría caído en una trampa inaceptable que debe de tener algún responsable en España, porque alguien le debió de buscar la cacería y organizarle el viaje. Si existe este alguien, que dimita y, si no existe… ¿pueden dimitir los reyes?