Un capricho de la naturaleza: Abate una corza hermafrodita con peluca
Crónicas de caza

Un capricho de la naturaleza: Abate una corza hermafrodita con peluca

Un cazador se hace con un ejemplar de corzo muy peculiar: una hembra hermafrodita con una voluminosa peluca.


En la caza, como en la vida, hay oportunidades que no se pueden dejar pasar. Un ejemplo claro es el lance que os traemos a continuación.

Conocemos al cazador

Salvador Sánchez, de 46 años y natural de Guadalajara, es un apasionado de las esperas de jabalí y los recechos de corzo.

Desde muy joven, mientras otros niños jugaban al fútbol, él prefería salir al campo. Aunque su padre cazaba esporádicamente, fue la naturaleza curiosa de Salvador la que le hizo desarrollar su pasión por la actividad cinegética. Ha ido aprendiendo todo lo que sabe escuchando a los cazadores veteranos de su pueblo y asumiendo todos y cada uno de los consejos que le iban dando. La experiencia es un grado, está claro, y para nuestro protagonista la mejor forma de aprender, en cualquier campo, es escuchar a la voz de la experiencia: la gente mayor.

Heredó la escopeta de su padre y fue poniendo en práctica los conocimientos adquiridos en cada una de sus salidas al campo. Salvador considera que cada día se aprende algo nuevo, especialmente en el mundo de la caza. Tanto es así que no ha pasado un día, desde que empezó a salir al monte, en que no haya vuelto a casa con un aprendizaje nuevo.

Es un autodidacta que ha desarrollado su pasión por la caza gracias a su entorno.

Para Salvador, la caza más que una afición, es una forma de vida “Me di cuenta de que no pasa un sólo día sin que mencione la palabra "caza".

El avistamiento

El jueves 15 de junio alrededor de las 11 menos cuarto de la noche, Salvador iba de retirada tras una tarde de rececho cuando divisó a lo lejos un corzo con peluca. Dada la hora que era, decidió quedarse a observarlo sin desenfundar el rifle pues si algo lleva por bandera nuestro protagonista es la legalidad y la ética. “Siempre miro mucho, mucho lo que hago, cuando y de qué manera. La caza es para el que sabe esperar y aprovecha los momentos adecuados, bajo mi punto de vista”.

Aquel ejemplar tan peculiar se había convertido, desde esa noche, en su objetivo y lucharía por él.

Al día siguiente partió hacia el monte a última hora de la tarde con la esperanza de que el ungulado se dejara ver un poco más temprano que el día anterior. El corzo volvió a salir cuando ya caía la noche. Parecía intuir que alguien lo observaba.

El lunes 19 volvió a colgar el rifle al hombro para probar fortuna. Tuvo la suerte de ver numerosos ejemplares: hembras, machos jóvenes… pero lógicamente, ninguno era su objetivo. Anduvo, mañana y tarde, por muchas siembras diferentes en búsqueda de aquella característica peluca, que finalmente, no se dejó ver.

La suerte se puso de parte de Salvador

El miércoles 21 de junio volvería a las siembras con una estrategia distinta: cambiar la hora. Llegó al monte alrededor de las 6 y media de la mañana y preparó su equipo: un Sako s20 cal. 7mm con un visor delta y munición geko express.

No parecía estar la suerte de su lado cuando, de repente-sobre las 9 de la mañana- divisó el corzo de la peluca a unos 200m en medio de una siembra. Ni era el horario al que solía verlo ni la misma zona. Fue puro azar.

Como sólo le veía de cuello y la cabeza, aprovechando la hondonada que lo separaba del animal, hizo una entrada sigilosa y logró apostarse a unos 100 m. Cundo parecía que nada podía salir mal… tuvo que dejar de avanzar. Un grupo de corzas, que se encontraba a su derecha, se percataron de su presencia. Con el corazón encogido, consciente de que un ladrido de estas podría espantar a “su corzo”, permaneció inmóvil alrededor de 10 minutos. Los animales, muy desconfiados, se iban acercando poco a poco a él. Llegaron a estar a 30m y Salvador empezaba a perder la esperanza.

Esa esperanza se la devolvió un zorro. Sí, un zorro. El predador salió a las siembras y espantó al grupo de corzas. En ese momento el cánido pasó de ser una alimaña a su aliado.

El cazador se levantó y caminó 20m, pero ya no vía al corzo “estaba desesperado”.

De repente, de unas zarzas, lo vió salir trotando hacia él. Paró a escasos 70m y se ladeó con la intención de volver a esconderse. Era el momento. Salvador aprovechó hábilmente esos segundos para jugar el lance.

Un disparo certero en el codillo le brindó un trofeo único y una experiencia mucho más que inolvidable. Nada más accionar el gatillo, vio cómo el corzo daba un salto y caía seco. Respiró profundo y sintió una inmensa alegría: el animal no había sufrido.

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Una gran y grata sorpresa

Cuando llegó a la muerte y vio las dimensiones de la peluca, no se lo podía creer “pensaba que era más pequeño”. Y ya, cuando vio que se trataba de una hembra hermafrodita “fue el colmo de la ilusión”. Se le caían las lágrimas. Con los ojos vidriosos miró al cielo y le dedicó la pieza a su padre.

Salvador volvió a emocionarse cuando nos contaba esta parte, y nosotros, con él.

Una vez cargó el animal, se lo llevó a casa. Siempre aprovecha el total de la carne, es su forma de homenajear y mostrar respeto por el animal abatido. Con la carne de esta corza-nos contaba- hará embutido para disfrutar de la caza, en el plato, compartiéndola con familia y amigos.

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