Una cazadora catalana consigue un trofeo espectacular en un lance inesperado
Crónicas de caza

Una cazadora catalana consigue un trofeo espectacular en un lance inesperado

Maestra de infantil, 37 años y natural de Tarragona. Hablamos de Silvia Peña Pau, la cazadora que tuvo la suerte de abatir este precioso y peculiar ejemplar de corzo.


Hace 4 años que sacó la licencia de armas, pero siempre estuvo muy ligada al mundo de la caza. “Prácticamente nací en el coto”. Desde que era una niña acompañó a la caza menor a su madre que, asegura,  es su mayor ejemplo en el mundo de la cinegética y a quien cataloga como una cazadora extraordinaria.

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El corzo fue abatido a una distancia de 240 metros.

Silvia quiso seguir los pasos de su progenitora, y fue nutriéndose  año tras año de los conocimientos de su madre y de los aprendizajes y experiencias que le iba brindando el  propio campo.

En la actualidad practica tanto la caza menor como la mayor, aunque si tiene que elegir, se decanta por la segunda y más concretamente por la modalidad de rececho.

Si de especies hablamos, el corzo es sin lugar a duda el animal que le quita el sueño. 16 Tiene ya 16 corzos tiene en su haber, pese a  los pocos años que lleva con licencia.

Silvia es el claro ejemplo, de que cazar no es únicamente cobrar una pieza. Sale todos los días al monte, caza a diario, aunque no abata. Controla, observa, fotografía... “la gente se cree que cazar es matar y están muy equivocados. La caza ha de ser gestión”.

Aunque la joven cazadora ha pasado mucho tiempo yendo de acompañante, es cazadora desde el primer día que pisó el monte. Siempre tuvo controladas las zonas, estudió el comportamiento de los animales, analizó sus costumbres y eso es precisamente lo que la ha convertido en  la cazadora que es hoy en día. “Me gusta trabajármelo, me emociona ver crecer un corzo, observarlo, conocer sus costumbres, y, cuando llega el momento, darle caza y honrarlo en la mesa.

La carne de caza es su favorita, y nunca deja un animal en el monte. Ese ha sido uno de los tantos valores que le ha transmitido su madre. Para ella, llevar carne a casa es un orgullo y una satisfacción compartirlo. Nos contaba que aunque habitualmente la carne de caza sirve de autoconsumo no es la primera vez, ni será la última que la cazadora comparte con personas menos favorecidas animales que abate.

El lance ante el extraño corzo

El pasado 5 de mayo es una fecha que quedará grabada a fuego en la memoria de Silvia. Fue el día en que, con su Sauer 100 Pantera calibre 6,5 mm Creedmoor; balas Precision Hunter Hornady y un visor leica prs 5-30x56 logró abatir, a una distancia de 240 metros, un ejemplar espectacular.

Tiene muchos corzos controlados en el coto, pero ese, concretamente, no lo había visto nunca por la zona. Se llevó una muy grata sorpresa.

Nos contaba que el cazadero está cerca de un pequeño pueblo por lo que el monte es frecuentado habitualmente por excursionistas y ciclistas. Por eso, se decantó por otear una viña a la que no suele acudir nadie, con la mala suerte de que, en esa ocasión pasaron varias motos y no salió nada así que decidió cambiar el plan.

Su intuición le decía que, en un campo que estaba a aproximadamente un kilómetro, ese día saldría algo interesante y no dudo en coger el coche y acercarse a la zona.

A unos 300 metros oteó todo el prado con los prismáticos y cuál sería su sorpresa cuando, de repente ve un macho paciendo tranquilamente. Era un corzo grande y cumplido, así que apostó por él.

Preparó su equipo y le tiró rápidamente, sin apoyarse. Falló.  El corzo, sin embargo, no se movió. Sigilosamente se acercó hasta ponerse a unos 240m. Consciente de que se había apresurado, en esta ocasión se apoyó bien, respiró tranquila y apretó lentamente el gatillo: la calma contribuyó al éxito que le brindaba una buena puntería.

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Este es el impresionante corzo abatido por la cazadora. Silvia estuvo cerca de una hora admirando el precioso trofeo.

Una hora mirando el precioso trofeo

Un grito de emoción: ¡SÍ! Había caído. Sin pensarlo dos veces, corrió al coche a buscar a Drac, su inseparable compañero: un cachorro de dos años cruce de bretón y pointer, que, aunque lo suyo es la pluma, es un can todoterreno que ha aprendido, desde bien pequeño, a rastrear pelo.

Drac dio con el corzo y Silvia, perpleja al ver el trofeo del corzo nos confiesa que empezó a dar saltos de alegría “¡no me lo podría creer! me  parecía bueno, pero no me esperaba algo así”.

Llamó a todos sus amigos para contarles tal aventura. A uno de ellos le gastó una broma con que había abatido uno que “no debía”. Cuando le pidió foto y le mandó la del ejemplar el amigo no daba crédito. Y la cazadora, tampoco: estuvo cerca de una hora mirándolo, confiesa. Este se convertiría en uno de sus corzos favoritos.

Cada corzo que tiene en su pared nos contaba Silvia, tiene una historia detrás, un trabajo previo y ha supuesto un esfuerzo, por lo que todos y cada uno de ellos tiene un valor incalculable para la joven y un hueco en su corazón.

“Es un sueño hecho realidad en una zona donde es muy difícil abatir un animal así”.

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