La naturaleza es la gran maestra de la vida
Jaime Patiño Mitjans es arquitecto, profesor, empresario, ganadero, buen jinete, patriota y cazador. Fue Conde del Arco, y hoy es Conde de Baños y Conde de Teba. Se trata de una persona cultivada. A los 84 años de edad su madre falleció, Macarena de Mitjans, Condesa de Teba, sobrina de Cayetana de Alba. Entre los ancestros de Macarena Mitjans y Verea Fitz James se encuentra la emperatriz Eugenia de Montijo y los mismísimos reyes de Inglaterra. Este año Jaime Patiño se ha convertido en el vigésimo cuarto Conde de Teba.
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—Jaime, un título así, ¿es esperado, deseado o simplemente continuación del árbol genealógico?
—Yo, por encima de todo, intento ser una buena persona y un mejor amigo; y eso lo seré siempre para vosotros.
Mi misión es servir al título y no servirme de él. Quien presume de nobleza presume de lo que le es ajeno.
Soy otro peldaño en esta ya larga escalera. Intentaré tenerlo lo más brillante y pulido que pueda.
Mi deber es mantener vivo el nombre para honrar a los que me precedieron, y servir a nuestro Rey y a nuestro país. Y a eso dedicaré todos mis esfuerzos.
—Macarena, la madre de Jaime, heredó de su padre, Carlos Alfonso Mitjans Fitz, primo hermano de la Duquesa de Alba, el condado de Teba, creado por el rey Carlos I en octubre de 1522 para Diego Ramírez de Guzmán, señor de Teba. Jaime, ¿conoces la historia del título?
—Teba es un título incluido dentro de los muchos de la Casa de Alba.
D. Diego era un Guzmán muy bravo que fue a pelear a la frontera. Conquistó Teba y Ardales, y fueron alcaides perpetuos de Málaga.
En una de esas escaramuzas en Teba murió Douglas, el mítico Brave Heart, que llevaba el corazón de mi también antepasado Robert de Bruce, primer rey de Escocia, para ser enterrado en Tierra Santa.
El título con el paso del tiempo recaería en Cipriano de Guzmán, el hermano menor de Eugenio, Conde de Montijo, que luego fuera el famoso tío Pedro de la constitución de Cádiz.
Cipriano fue un bravo militar. Era un gran liberal, cojo y tuerto, que luchó a favor de Napoleón. Sería desterrado por Fernando VII.
Su hija mayor, Paca, que llegaría a ser condesa de Montijo, casaría con el Duque de Alba, y la menor, Eugenia, que sería la condesa de Teba con Napoleón III.
Los emperadores Eugenia y Napoleón tuvieron un hijo, el príncipe Eugenio Luis, que tras el fin del imperio hizo carrera militar en el ejército inglés. Estos le enviaron a luchar en las guerras contra los zulúes.
Era muy joven y valeroso. Le pusieron dos capitanes ingleses a su cargo, que le abandonaron cuando cargaron los zulúes. Él se batió valerosamente con la espada de su abuelo Napoleón I. Pero ahí murió a lanzazos el príncipe imperial.
Los ingleses no querían un Napoleón IV.
Los zulúes, que eran gentes fieras pero honorables, le recostaron contra una roca y rindieron un homenaje a su cadáver por su valor en la lucha.
Por esa circunstancia llegó el título a mí. Si no, él hubiera sido el conde de Teba en lugar de nosotros. Casi tengo que agradecérselo a los zulúes.
La familia Teba. A la derecha, el abuelo, campeón del mundo.
—Carlos Alfonso Mitjans y Fitz James Stuart, conocido como Bunting, abuelo de Jaime, dio nombre a una de las prendas de ropa más usadas y valoradas por los cazadores de perdices, la chaqueta que se conoce mundialmente como Teba, en dos colores, el azul marino para tirar al pichón y el verde para la caza. El modelo se hizo tan cotizado que la mítica Casa Bel de Barcelona, con permiso del conde, la empezó a fabricar. Jaime, ¿se sigue fabricando la Teba?
—Sí. Es muy cómoda.
Las usamos también para cazar. Pues no hace ruido y es ligera, abriga y te deja mucha libertad de movimientos.
Yo diría que es la más universal de las prendas españolas. Mi abuela Elena, la mujer de Bunting, era mexicana. Mis primos mexicanos lo primero que hacen cuando vienen es comprar una. ¡Les encanta!
—Bunting fue un extraordinario cazador, llegó a conquistar el campeonato mundial de tiro de pichón manteniendo grandes valores en el tenis y el golf y muchos otros deportes. Jaime, ¿tu afición a la caza viene de familia?
—Nosotros somos antes que nada gente de campo. Nuestra vida siempre ha girado en torno a él. Protegemos y amamos la naturaleza con un fervor casi fanático.
Mi abuelo me enseño los árboles, los cultivos, las charcas. A distinguir y respetar los pájaros, los conejos. Abría el buche a las plomas para ver qué habían comido. Calculaba de dónde venían.
Me enseñó que el equilibrio entre los cultivos y el monte era fundamental para la proliferación de todas las especies.
La caza era una actividad más. Tal vez la reina. Aunque mi pasión son los caballos.
El Abo, como le llamábamos, me pagaba, allá por los años 70, 25 pesetas por cada graja o urraca que cazara en los altísimos olmos de la huerta donde echaba la tarde con mi escopeta del 28.
Me prohibía tirar el segundo tiro.
«El primero no saben de dónde viene». Si tiras el segundo, no volverán.
Nuestras nannies eran los guardas de Ventosilla, Pedro y Pernales, que nos enseñaban a hacer un puesto para cazar urracas con el búho disecado, a hacer el chillo del conejo con una hoja de chaparra, o a pistear un jabalí.
Mi admiración por la gente de campo es total. Soy uno de ellos. Me siento mucho más próximo que a la gente de ciudad.
En especial cuando son demasiado melindrosos, que tristemente es habitual hoy día.
—En los programas de Lances de Radio y anteriores, has estado en repetidas ocasiones para contarnos el problema de los lobos en tu ganadería y los pleitos con la Junta de Castilla y León, ahora parece que este Gobierno de coalición quieren proteger al lobo. Como ganadero y cazador, ¿qué opinas?
—Es un dislate más. Las leyes no son más que acuerdos entre gentes en cada momento de la historia.
En el pasado había otras leyes, y había mucha más caza menor y muchos más animales. Algo falla.
Desde la época de mi padre, hace ya 40 años, ingeniero del antiguo ICONA, la que fuera una pieza fundamental en la repoblación de los montes y en la gestión de las reservas de caza, se ha multiplicado por 5 el número de funcionarios, y se gastan enormes partidas presupuestarias anualmente en eso que hoy llaman pomposamente medio ambiente, sin que puedan presentar ningún logro realmente importante.
Por eso se toman estas medidas ampulosas, que no buscan efectividad, sino notoriedad.
Y donde lo único que hacen es PROHIBIR.
Básicamente peleo contra esta gigantesca administración que dedica sus recursos a asfixiarnos y a vigilarnos y hostigarnos en lugar de ayudarnos.
Cada vez que tengo una pelea con ellos les recuerdo que se supone que están detrás de esa mesa para ayudarnos. Que la diferencia es que él cobra un sueldo que yo le pago.
Me cuenta Eduardo, la luz que guía mis caminos desde que me viera nacer, que entre desalentado y sorprendido dice que todo lo que antes estaba bien ahora está mal y viceversa.
El lobo es por un lado una alimaña cruel y por otro una soberbia pieza de caza.
Es de una lógica aplastante que hay que mantener su presencia solo allí donde no haga daño.
Por ejemplo en los parques nacionales…
Yo me he ofrecido siempre desde la humildad, y sin ánimo de notoriedad para ayudar en la gestión tanto del lobo como de los parques. Por pura sensatez. En la escuela de arquitectura decían que si no aportas soluciones eres parte del problema. Creo que lo que puedo aportar puede ser útil sobre todo porque he viajado bastante y tengo un conocimiento global de los asuntos de la naturaleza y del campo.
Pero tristemente nunca me quieren escuchar. La soberbia del dirigente español corre aún más rápida que su ignorancia. Me vienen a la cabeza los terribles versos de Machado, tan dolorosos como ciertos:
Castilla Miserable,
ayer dominadora,
envuelta en tus andrajos,
desprecias cuánto ignoras
—Jaime, en tu juventud fuiste guía de caza, ¿que nos puedes contar de esa época?
—Ricardo Meden y Javier López de Ceballos fueron visionarios que crearon una compañía de caza y turismo que se llamó CAZATUR.
Nos contrataban como guías, recogíamos a los americanos en el aeropuerto y los llevábamos a cazar por todas la reservas de caza y acabamos en su finca El Castaño. Teníamos mil vicisitudes que había que resolver sobre la marcha en una época en que no había teléfonos móviles.
Aprendí mucho de caza, y espabilé mucho a la hora de tratar con gente. Recorrí el mundo con poco más de 20 años. Desde USA, con sus inmensas convenciones de caza, donde fui a vender «safaris», a Checoslovaquia, en el telón de acero para comprar muflones.
Fue una excelente lección de vida. Y además gané un buen dinero para pagarme mi carrera. Mis padres y mis abuelos jamás me dieron un duro. Fue una durísima educación. Pagué mis estudios con mi trabajo. Hoy me enorgullezco de ello. Puedo mirar a cualquiera a los ojos pues he sido de todo. Desde peón agrícola a camarero. Desde fabricar lámparas con cuernas de venado y venderlas en El Corte Inglés a conducir tractores. ¡De todo!
—El Conde Carlos fue ahijado e íntimo del rey Alfonso XIII, con quien compartió numerosas jornadas cinegéticas en el palacio de La Ventosilla. Allí se celebró en 1880 el primer ojeo de perdices de España y posteriormente S.M. el Rey se convirtió en asiduo de sus cacerías. Jaime ¿aún se mantiene la finca como coto de caza gestionado por la familia Mitjans?
—Ventosilla se compra en la desamortización, hacia 1.830, por la familia Murrieta. Eran banqueros en Londres muy próximos a Eduardo VII.
En aquel tiempo era príncipe de Gales con el nombre de Alberto (Bertie en la intimidad) que cambiaría su nombre a Eduardo VII tras su coronación.
Su madre, la reina Victoria, le obligaba a mantenerse alejado de la política, lo cual le frustraba mucho. Tal vez por los manejos de Disraeli.
El príncipe tenía obligación de divertirse, como espejo de la opulencia del imperio británico. El caso es que se inventan todos los deportes. Las reglas del polo, el tenis, el golf etc.
Y la cacería en ojeo.
Los Murrieta importaron a Ventosilla el polo y las cacerías.
Ventosilla sería heredada por Clara Murrieta, que casó con mi bisabuelo Jack Mitjans, Duque de Santoña. Tuvieron tres hijos.
A la muerte de ella, el viudo Jack se casaría con Doña Sol, hermana del Duque de Alba, y nacerían mi abuelo Carlos, a quien todos llamaban Bunting, y su hermano Jaime.
El motivo de los nombres Jaime/Carlos se sucede en la familia Alba desde tiempos de los Estuardos. Por eso me pusieron a mí Jaime.
Todos los hijos de Jack vivieron juntos en Ventosilla en armonía, pues se adoraban todos los hermanos de los dos matrimonios.
Doña Sol acabaría comprando Ventosilla a sus hijastros pese a que todos continuaron viviendo juntos.
Desde siempre preparamos la finca para la caza. Llevamos casi 200 años manteniendo encinas y cornicabras en las siembras con las ramas hasta el suelo para guarecer de las águilas, cuidando la caza y los árboles…
Hoy hemos conseguido hacer de esto una PYME. Generamos muchos empleos, más de 100 por cada día de caza, y traemos a extranjeros a cazar que conseguimos que indefectiblemente se enamoren de nuestra tierra y nuestras costumbres. Y estamos muy orgullosos de ello.
—Y si todo esto parece de alto nivel, todavía hay más. Tenemos que sumar sus dotes de escritor, tiene obras como Recuerdos del campo español y recientemente ha prologado el libro de su amigo Lolo de Juan Retales, Historia de un caballo. Jaime, ¿eres un cazador que escribe o un escritor que caza?
—Soy un hombre de campo antes que nada. Curioso y aficionado a casi todo. Todo me interesa. Desde las matemáticas a los ordenadores y desde la historia a la sociología.
Como las gentes del renacimiento intento ser conocedor de todo maestro en nada.
Y sigo intentando aprender. Sobre todo de la gente de campo.
La naturaleza es la gran maestra de la vida.
Las leyes de los hombres van variando. Pero la naturaleza es inmutable.
En cuanto a los libros, veo con sorpresa que mi vida va avanzando a vertiginosa velocidad. Por ello es llegado el momento de poner en orden mis recuerdos, e intentar que no se esfumen por lo que puedan ser de interés para los que vengan después.
Pero eso sí, intento continuamente aprender. Porque un hombre que vive de recuerdos comienza a envejecer.
Como habrán podido leer, hoy hemos tenido con nosotros para Club de Caza a un ilustre personaje, cazador y ganadero, Jaime Patiño, vigésimo cuarto Conde de Teba, con tratamiento de EXCELENTÍSIMO SEÑOR. Un millón de gracias. Te deseamos lo mejor.