Los cotos asturianos están arruinados y condenados a desaparecer
Rafael González Muñiz es quizá una de personas que mejor conozca el campo y la caza asturianos, así como su problemática. Cazador, perrero y divulgador cinegético a través de la radio y su revista de caza y naturaleza Orbayu, afirma que el modelo de caza de Asturias está agotado, que «los cotos están arruinados y condenados a desaparecer».
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—Antes de seguir hablando explica al lector cuál es el modelo de caza de Asturias, ¿a qué se refiere?
—La caza en Asturias es un tanto atípica, no existen los cotos privados, una parte muy importante de los terrenos cinegéticos son gestionados por asociaciones de cazadores locales. La Ley de caza del Principado, antaño un modelo a imitar, hoy está obsoleta y lastra la supervivencia de los cotos de caza regionales. Otra parte la gestiona la Administración, Reservas Regionales de Caza, que en la actualidad son una ruina en lo económico y en lo cinegético y han dejado de ser destino preferido de los cazadores de otras autonomías.
El reparto de la caza es social, los cotos reciben un buen número de cacerías y recechos por el número de socios que tienen, se sortean entre estos, no se caza más en función del poder adquisitivo.
La caza de las Reservas se sortea, nada que ver con la parte mercantilista de la caza de las fincas de otras zonas de España.
En Asturias la caza se practica generalmente en cuadrilla con perros de rastro. Esta es la de Rafa (penúltimo por la derecha en la fila de pie) en la que puede verse a su padre Roberto, ya fallecido, primero por la izquierda con chaleco y gorra naranja, y su hermano Adrián, delante de Rafa en cuclillas.
—¿Cuándo se impuso este modelo y por qué? ¿Por qué dice que está agotado?
—La Ley de Caza del Principado es de 1989 y el Reglamento que la desarrolla de 1990. En más de 30 años los cambios han sido sustanciales, en nada se parecen los escenarios ni las escenas. Es obvio, es muy difícil, por no decir imposible, que muchas de las normas que hace 30 años tenían sentido en lo que a la gestión cinegética se refiere hoy nos sirvan.
El pliego de Adjudicación de los cotos data de esa fecha, muchos cotos regionales no pueden cumplir el mismo en lo que se refiere a guardería y número de socios y coquetean de forma permanente con la ilegalidad, y muchos de ellos acaban entregando la gestión a la Administración.
—Yo he estado algunas veces cazando en Asturias y hay dos cosas positivas que destacaría y no se ven en otras comunidades autónomas: la inexistencia de mallas cinegéticas y por tanto las piezas de caza son plenamente salvajes y no escasean. Además la caza es muy social, todo el mundo puede cazar sin mucho desembolso. ¿Dónde está entonces la crisis?
—Sí es verdad, en ese sentido somos unos privilegiados, la caza en Asturias es aún pura, salvaje, nada de fincas cerradas, ni animales alimentados artificialmente. El reparto de la caza se hace de forma que no se favorece a los de mayor poder adquisitivo, los cotos reciben un buen número de cacerías y recechos por el número de socios que tienen, y se sortea entre estos, y la caza de las Reservas más o menos lo mismo, reservándose porcentajes para cazadores locales, regionales y turistas, siempre por sorteo, no existen subastas, nada que ver con la parte mercantilista de la caza de las fincas de otras zonas de España.
Pero la situación de los cotos es complicada, cada vez hay menos socios, los gastos aumentan, los cuantiosos daños a la agricultura lo pagan los cotos, y la guardería la impone la Administración en base a la extensión de hectáreas del coto. Puede ocurrir que un coto alejado del centro, por lo tanto con pocos socios, se vea en la obligación de tener por ley cuatro guardas, solo en sueldos y Seguridad Social nos vamos a 140.000 euros de gasto, más canon cinegético. Puede parecer que cazar por 500 euros al año de media no es mucho, pero hay que tener en cuenta que se caza el jabalí con cupo de tres o cuatro de media por batida, se gestiona la cantidad en detrimento de la calidad. Si a esto añadimos que los cotos del Suroccidente asturiano tienen muy cerca la Comunidad Gallega donde por 100 euros anuales se caza en muchos TECORES, con más caza y con menos burocracia, se explica que muchos cotos asturianos no tengan ningún futuro. Las conclusiones resultan obvias, cotos como Vegadeo o Navia hoy están en las manos de la Administración, que tiene que hacerse cargo de los daños, lo que supone un coste importante para las arcas públicas.
—¿Y cuál sería una solución?
—En Asturias los cotos pagan los daños agrícolas que provoca la caza mayor, que tengo entendido son muchos, así como los guardas que les exige el Principado, y esto supone mucho dinero que solo puede arreglar una subida de las cuotas, que el Principado asuma algunos gastos o que los cotos vendan más permisos de caza a rececho a cazadores foráneos. ¿Cuál es la solución?
Por otra parte, subir la cuota de los socios no es solución, un coto de cien socios puede subir 30 euros la cuota, y teóricamente ingresa 3000 euros más, pero con esa subida se dan de baja ocho o diez socios, y seguimos con el problema. ¿Vender más recechos? No puedes vender lo que no tienes. En la mayoría de los cotos lo único que tienes son corzos, ahora ni eso. Los cotos han pasado de vender 20 permisos a 5 y les cuesta abatirlos. Desde mi punto de vista la solución pasa por tener menos cotos y más fuertes. Queremos un coto en cada pueblo y hoy tenemos un pufo en cada uno de ellos. No es viable tener en Asturias más de 60 cotos. Modificar la ley de Caza y el pliego de adjudicación y que los socios decidan el número de guardas que quieren tener en función de sus necesidades. Y hacer un reglamento de daños coherente y con precios de mercado, no la chapuza actual. En la actualidad los cotos están arruinados y condenados a la extinción.
Rafael también es un experto perrero.
Lobos y osos
—Otro tema es el lobo. ¿Hay tanto como dicen cazadores y ganaderos o pocos como afirman, en general, los animalistas?
—El lobo siempre ha convivido con el hombre, bien es cierto que esa convivencia nunca ha estado exenta de polémica, pero sin llegar a generar la tensión actual. No hay mes sin que arrecie el fuego cruzado sobre el lobo.
El lobo, aunque algunos no quieran reconocerlo en público —lo hacen en privado-, es un animal político, genera votos en la ciudad y los resta en el campo.
Desde la Administración no han sido capaces de encontrar el equilibrio necesario entre lo sociológico y lo ecológico, y casi siempre las decisiones que se adoptan obedecen más a satisfacer las presiones y reducir en la medida de lo posible la tensión que en buscar un plan de gestión del lobo serio y coherente.
Al final el perjudicado es el paisano del pueblo, abandonado a su suerte desde hace tiempo, ninguneado y engañado, cobrando los daños tarde y mal, en ocasiones no los cobra nunca, pues el animal huye herido y muere en el monte. Si no aparece el daño no existe.
Es el lobo en nuestra región una especie conflictiva, la magnitud económica del problema no es equiparable al conflicto social que genera, el ganadero no quiere que le indemnicen, siempre sale perdiendo, la cuerda siempre se rompe por ese lado. Hay que hacer lo posible para que lugareños y lobos puedan convivir, eso ahora mismo es inviable, las poblaciones de lobos están descontroladas.
Es obvio que ante este desolador panorama los pueblos se queden sin vecinos, la España vaciada de la que tanto se habla últimamente, todo para el pueblo pero sin el pueblo. En ocasiones creo que vacías están las cabezas de aquellos que tienen que tomar decisiones que desemboque en un beneficio sustancial al sector primario.
—¿Tiene el lobo algún beneficio para la caza, aparte de convertirse en pieza de caza? Y en cuanto a los ganaderos, ¿no subvenciona la Administración los daños que sufren? ¿Y qué pasa cuando un lobo se come un perro de caza? ¿Es Habitual?
—Entiendo que no, si no es especie cinegética poco o nada aporta a nuestra actividad, salvo esa dudosa idea de que limpia el campo de animales poco aptos. A lo mejor, pero siendo tan abundante, creo que su daño es mucho mayor que su beneficio. La Administración abona los daños ocasionados por el lobo, pero eso no es solución, ya expliqué que se abonan esos daños tarde y mal. No podemos caer en el error de creer que abonar un daño es una solución. Siempre pongo el mismo ejemplo, todos tenemos coche y seguro, pero si cada día nos encontramos que nos dan un golpe nos resulta desagradable y muy molesto.
Al ganadero cada vez que el lobo le merma su cabaña le crea un problema que no soluciona el dinero, puede amortiguar el efecto pero eso no es la solución. El lobo es un lastre para el sector primario, pero también perjudica a las dinámicas poblacionales de las especies cinegéticas, y así en algunas Reservas han dejado las poblaciones de jabalíes y venados bajo mínimos, también en algunos cotos de caza tradicionalmente jabalineros el exceso de lobos han mermado las poblaciones. Y cada vez son más los perros de caza devorados por el lobo —muestra de su excesiva abundancia-, que el Principado no indemniza porque no es ganado. ¿Declarar el lobo especie cinegética para que sean los cazadores quienes abonen sus daños millonarios? El cazador no puede hacerse cargo de ellos, no tiene capacidad económica. Creo que la solución está en mantener al lobo en unas densidades más pequeñas.
—Y osos, ¿hay cada vez más? ¿Hay problemas entre ellos y los cazadores?
—El oso vive en la actualidad un buen momento que nos invita al optimismo. Nunca existieron problemas, es más, los cazadores hemos sido parte importante en la recuperación de las poblaciones oseras, pero desgraciadamente algunos andan escasos de memoria y ahora entran en escena arremetiendo contra los cazadores e intentando erosionar nuestra imagen, me refiero al FAPAS y el Sr Hartasánchez , no se puede aspirar a más con menos.
La mosca asesina
—Hace unos años los corzos asturianos tenían muchos problemas con la mosca, que los había diezmado en algunas zonas ¿Sigue el problema?
—Sí, el problema continúa, la mosca Cephenemyia stimulato sigue haciendo estragos en las dinámicas poblacionales del corzo que no acaban de recuperarse y esto perjudica la maltrecha economía de los cotos regionales, que tenían una fuente de ingresos importante con la venta de recechos.
—Me figuro que desde que empezó a cazar ha vivido grandes cambios en la caza asturiana, ¿Cuáles han sido para ti los principales? ¿Queda en Asturias algo de menor para cazar salvo la becada?
—La caza ha cambiado mucho. En mis inicios, hace más de 40 años, con la cuadrilla de mi padre Roberto, cazábamos raposos con perros de rastro, había algo de liebre, las codornices en media veda abundaban, las arceas llegaban en abundancia, las agachadizas nos brindaban bonitos lances. En los 80 llegó la explosión demográfica del jabalí, los corzos abundaban, los cazábamos en batida. En lo referente a las armas, la ropa, los accesorios, los cambios son sustanciales. En el mundo del perro lo mismo. Pero el mayor cambio ha sido la figura del cazador. Hemos pasado del cazador de vocación, que quemaba etapas en la cuadrilla hasta ser uno más de esta. Hoy escasea ese tipo de cazador, abundan los tiradores, que desconocen el oficio, no son conscientes de que la caza es esfuerzo, sacrificio, solidaridad, compañerismo… Recuerdo que hace unos años, un gran cazador, el veterano de la cuadrilla Jesusín de Piñera ya me decía: «Rafa, abundan las escopetas, pero escasean los cazadores», no le faltaba la razón. La becada llega cada vez menos, hoy se caza en sus países de origen y eso se nota. Y salvo eso solo nos queda la paloma torcaz.