Castilla y León en el punto de mira

Una vez más, y son muchas, el PACMA se ensaña contra los cazadores de Castilla y León, comunidad donde practican la caza gran parte de los cazadores vascos. No en vano cobija en sus 950.000 km2 el mayor patrimonio faunístico de España.


Al parecer los anticaza pretenden, sin argumentos, continuar la campaña en el resto del estado, al menos eso es lo que proclaman en los medios. Es evidente que no van a conseguir que se prohíba la caza por tiempo indefinido, aunque pudiera ser —no lo creo— que la apertura del corzo (1 de abril) se retrase un poco. Dependerá de la prisa que se den los distintos órganos administrativos y judiciales en aprobar la nueva Ley de Caza de Castilla y León recurrida por el PACMA y el Defensor del Pueblo ante el Tribunal Constitucional de Castilla y León.

En definitiva, que la sangre no va a llegar al río. «Muerto el perro, se acabó la rabia». Lógicamente existe preocupación no solo en el colectivo sino también en el medio rural, donde muchos ayuntamientos se mantienen únicamente con el dinero que aportan los cazadores, sobre todo con los arrendamientos de los cotos. Llama la atención la postura que ha adoptado en contra de la caza el que dice y debería ser el verdadero Defensor del Pueblo. Pero, ¿de qué pueblo? pregunto yo, porque los que conozco, y son muchos, apoyan sin fisuras la práctica de la caza. Así que no nos venga con milongas, que todos sabemos de qué pata cojeamos unos y otros.

El rececho es la modalidad más deportiva, no solo tendrá que poseer el aficionado más que una aceptable forma física y ser más que un aceptable tirador, sino que también deberá conocer el comportamiento y reacciones de la pieza, así como el medio en que esta se encuentra y en el cual tendrá que desenvolverse. Los rastros y huellas características de los animales son esenciales para su caza, por lo que su identificación e interpretación no deben construir ningún misterio para el buen montero.

Son las primeras y últimas horas de luz natural las más favorables, ya que coinciden con el término o inicio (respectivamente) del período activo de los corzos, lo que facilita su localización. El avance por el terreno tiene que hacerse pausadamente, en silencio, procurando ir siempre contra el viento y esforzando al máximo la vista y el oído. La agudeza de los sentidos, el mimetismo, la velocidad y conocimiento del hábitat que el corzo posee son sus mejores defensas frente al cazador que rececha.

Cuando el cazador ha sido capaz de acercarse a la pieza a una distancia menor que el alcance del rifle, habrá llegado el momento de demostrar que no solo es un buen recechado sino también un gran tirador, puesto que la distancia casi siempre va a ser considerable. Este tipo de caza permite la selección del ejemplar, por lo que el cazador debe esforzarse en buscar el mejor trofeo.

En algunos casos se utiliza esta modalidad de caza para eliminar machos de avanzada edad, que tienen mermada su capacidad reproductora y que siguen acaparando hembras durante la época de celo, impidiendo que las cubran otros machos. Está demostrado que la caza al rececho, bien ejercida, ayuda a mejorar la vitalidad de las poblaciones de corzos.

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