La política de la caza

Dijo alguien que aunque no te ocupes de la política, ella se ocupará de ti. Aunque no soy analista político, simplemente un cazador que intenta pensar con sensatez, hoy voy a escudriñar un poco en un asunto que se ha manejado mucho estos días atrás: la política de la caza.


La política se define en una de sus acepciones como las orientaciones o directrices que rigen la actuación de una entidad en un asunto o campo determinado. Me ha extrañado mucho esa batalla dialéctica en foros y revistas donde unos cazadores mantenían que la manifestación era política y otros se empeñaban en decir que no. Pero ¿es que piensa alguien que alguna manifestación no es política? Lo son todas. Y en cuanto sea herramienta para intentar mejorar unas condiciones estará justificada. Esto en simpleza y sin meterse en otros vericuetos, porque habría mucho que matizar. Mañana desfilarán por la Castellana rapaces con aire hierático y altivo en alcándara de brazo quebrado, adiestradas para no moverse aunque vuelen palomas torpes en Madrid. Habrá sido un día de lance incruento y carcaj vacío, pero los arqueros llevarán capas festoneadas que harán de muleta a podencos acollarados, como Sirios fieles, rebosando atributos de fertilidad pero mansuetos y cariñosos para que se enteren en la capital del reino que las rehalas son animales de compañía. Después, molestando poco, habremos desfilado una legión de cazadores que apostamos por este «día del orgullo cinegético», algunos con la incertidumbre de si era la mejor fecha, pero todos con el convencimiento de que cuando no se pone pie en pared, te pone el poderoso pie en cama, que es como se consolidaba siempre el derecho de pernada. Nadie habrá dudado de nuestra mesura porque hemos entendido que la protesta social de la caza debe ser como la revolución de Gandi, sin voces y sin disparar un solo tiro en salvas. Aunque habrá algún francotirador, de los que liberan visones en Galicia, que provocará y dará arcadas. Ejercemos una actividad lícita, reconocida por el ordenamiento jurídico, promovida y potenciada por los poderes públicos y aceptada por el ecologismo sensato. Lo malo es tener que demostrar cada día esta obviedad y tener que salir al ágora madrileña, cuando nuestro mensaje es de sobra conocido. Queremos que lo escuchen y lean los que ahora nos gobiernan, igual que les dijimos, a veces también con poco éxito, a los otros que nos han gobernado y volverán a gobernar. No se equivoque nadie, porque a favor y en contra de ambos, los cazadores tenemos muchos agradecimientos y agravios. Y ya es histórico nuestro cabreo. Por esto estoy seguro que la manifestación de mañana será un éxito. Politizar es otra cosa. Dice la RAE que es dar orientación o contenido político a acciones, pensamientos o personas que no lo tenían. Como he dicho, las manifestaciones, per se, están politizadas. Habría que discernir y aclarar que politizar es acción legal y manipular es otra más perversa. Nunca se va a impedir que en río revuelto, alguien tenga intención de manipularnos en beneficio propio. Los políticos no lo niegan, porque es obvio, pero intentar sesgar en un sentido el voto es bastardear el origen de nuestra noble causa. Pero, a lo que iba. La gran manifestación es la de nuestro voto. Cada uno vamos a votar a quien queramos, independientemente de dónde hayamos estado ese último fin de semana, porque el ciudadano mete el voto en el sobre que entiende representa mejor su escala de valores personales. Parece que, con carácter general, en el estado de opinión de los españoles últimamente preocupa el terrorismo, el paro, el coste de la vida y la vivienda (de la caza no se dice nada) y que esas cuatro cuestiones son las que condicionan el voto de los pocos que no están determinados a votar de antemano a su partido, haga o diga lo que quiera. Por esto, creo que se equivocan quienes creen que los cazadores votaron en tal o cual sentido en cierta ocasión, porque alguien los indujo con un escrito o su opinión. Somos alrededor de un millón de cazadores y estadísticamente entraríamos en lo que se llaman grandes números, tanto si hablamos sólo de practicantes, como si lo hacemos de los votos que inducimos. Eso quiere decir que si los dos grandes partidos obtienen alrededor de un 40% de los votos, los cazadores votamos a cada uno muy cerca de esos porcentajes, aunque nuestro peso estará siempre escorado hacia el partido que socialmente esté más cercano a la idiosincrasia de nuestro gremio. Es obvio que el mundo de la caza reparte el voto en el arco iris electoral. Hay, sin duda, un segmento que vota al partido que defiende mejor los intereses deportivos de la caza. A todos, pero sobre todo a estos, recomiendo que lean los programas de los partidos. Están colgados en Internet. En el caso de que usted vaya a votar condicionado exclusivamente por la caza, mire los programas y votará al partido que le haya seducido, o le dé la gana. —Pero, oiga usted —me preguntará el lector—, ¿de qué partido político me habla? del que gobierna mi comunidad o del que quiero con mi voto que gobierne España. Y ahí está la cuestión y la incertidumbre, porque los cazadores están con los políticos de cerca en una tesitura por su actitud frente a la caza, que a veces es totalmente contraria a los del mismo palo que gobiernan o han gobernado en Madrid. Aunque creo que, últimamente, estamos la mayoría de acuerdo con la manifestación, sería estúpido pensar que quien no lo esté es un malvado o un traidor a la caza. Y pongo un ejemplo evidente de que el cazador es muy reacio a votar acorde con el gremio. En las elecciones europeas de 1994 los cazadores españoles presentamos aquel partido: Caza, Pesca, Naturaleza y Tradiciones (CPNT), a semejanza del que había dado a los cazadores franceses cinco o seis eurodiputados. Lo encabezaban Manuel Andrade y Andrés Gutiérrez, como números uno y dos. El partido era exclusivo de cazadores, y para Europa, donde nos jugamos siempre tanto y donde nos han defendido o ultrajado los de un color y los del otro. Quiero recordar que en el recuento obtuvimos en toda España solamente treinta y seis mil votos. ¡Joder qué tropa! que dijo el señor Romanones. Se equivocan también los que nos recomiendan a quien tenemos que votar, para arrimar el voto en ascuas hacia su sardina interesada. Y estos días he visto a algunos sardineros, esforzados en “salvar” la cinegética, aunque me consta que les importamos muy poco la caza y los cazadores; buena prueba es que, según parece, no ponen un euro manifestante para colaborar.
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