Despreciables carroñeros

Hace tan sólo unas semanas, el sector cinegético era avalado y agasajado en varios medios de comunicación nacional gracias a los datos facilitados por algunas administraciones autonómicas y corroborados por asociaciones de este sector.


Así, por ejemplo, tan sólo en Castilla-La Mancha se estima que «la caza genera un valor económico que ronda los 600 millones de euros, generando más de un millón y medio de jornales al año», según explicó la consejera de Agricultura de esta comunidad, María Luisa Soriano. A su vez, el ex consejero de Medio Ambiente de Andalucía, José Juan Díaz Trillo, detalló que la caza mueve cada año más de 3.582 millones de euros y genera más de 50.000 jornales en el medio rural andaluz. Las atractivas e importantes cifras reveladas se interpretaron como un balón de oxígeno en tiempos de tanta precariedad económica, más aún cuando beneficia especialmente a un desfavorecido sector rural. Pero cual héroe que se convierte en villano, en un abrir y cerrar de ojos, la caza ha pasado a estar más que nunca en el punto de mira de la sociedad nacional. En primer lugar, y siguiendo un orden cronológicos de los hechos acaecidos, el nuevo borrador del Plan Director de Parques Nacionales vuelve a la carga, como ya hizo el pasado otoño, con la intención de prohibir la caza deportiva en estos espacios protegidos. En segundo lugar y basándose en la mismas alegóricas premisas expuestas el año pasado, los grupos ecologistas de nuevo han impugnado la orden de vedas de Castilla-La Mancha, con la intención de anular la media veda. Como tercer hecho de relevancia destaca el desafortunado accidente con arma de fuego sufrido por Felipe Juan Froilán, hijo de la Infanta Elena y que cuenta de trece años, edad no permitida para el uso de estas. Los hechos sucedieron al disparársele una escopeta fortuitamente mientras realizaba prácticas de tiro junto a su padre en una finca familiar, hiriéndose el pie izquierdo. Pocos día después y para terminar de desequilibrar la balanza de la gloria hacia el descalabro, SM el rey D. Juan Carlos tuvo el infortunio de caerse mientras se encontraba de viaje en Bostwana, hasta donde se había desplazado días antes para intentar cazar elefantes. El cúmulo de estos hechos y circunstancias, especialmente los dos últimos, han desencadenado una de las mayores ofensivas conocidas hasta la fecha contra el sector cinegético. Prensa general, sensacionalista, políticos (de una sola índole), ecologistas (como siempre), aprovechados, chupatintas e hipócritas en general, han abierto la caja de Pandora contra la afición venatoria, apoyados en las desdichas de estos miembros de la Casa Real. Como despreciables carroñeros han aprovechado estos fariseos, comediantes, la decadente popularidad que se está forjando la propia Familia Real por presuntas corruptelas, ilícitas prácticas de tiro, viajes a escondidas, complacencia ante los que quieren dividir la nación, y demás escarceos, para relacionar estas con la actividad cinegética. Cuales hienas chillonas, regocijadas en el olor a carne, alguna putrefacta, pretenden sacar tajada ante sobre estas tesituras citadas, englobando en el mismo saco las malas actuaciones reales, que lo son, algunas, y atacar a dentellada limpia a tan noble, que no burguesa, afición. Mucha de esta gentuza, que sólo han doblado el espinazo para reverenciarse ante los reales familiares con el fin de salir en la foto, pedir favores, o chupar del bote, son ahora quienes acuchillan sus espaldas, y de paso, mandan una refriega a una actividad que como grandes incultos desconocen y como enormes ignorantes no quieren conocer.
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