‘In’, ‘di’, ‘indi’ o lo que sea
Perdonen ustedes que, una vez más, me ponga pesado con aquellos que se llenan la boca con la palabra ‘gestión’. Hay veces que maldigo la hora en que se me ocurrió incluir la palabrita de marras en el nombre de mi empresa, pero eran otros tiempos y a lo hecho, pecho. Pero es que la gente se apunta a gestionar caza sin saber, confundiendo vender caza con criarla y, en muchos casos, sin necesitarlo.
Esta semana pasada fui a visitar la finca de un amigo, gran amigo, gran cazador y magnífico corcero, de los que en los ochenta cazaban aquellas cabrillas allí, al ‘piesito’ del corocho del Rocigalgo, bueno, un poco más abajo, en el collado de Vallecasar, por ‘cimita’ del risco Ñaña. Y, si se reconoce en estas líneas, espero que me sepa perdonar, porque se ha cargado la finca. Por querer preservar la comida para los corzos, preparando unas vallas que evitan que entren los venados, ha montado tal remolino de reses, cogiendo vez para pasar a las siembras, que han echado a los corzos, quizá sine die. Por la bobada de intentar gestionar al único animal salvaje que nos queda en España. Sí, también puede que se me rebelen otros amigos que se dedican a ello, pero esto es lo que hay y, por mucho que se intente, Dios quiera que no cambie… porque en Centroeuropa lo gestionan y es una mierda. Mi empresa, la del infausto nombre, trabaja en setenta y dos fincas, y cabe suponer que en este tema vamos sobrados. Pero hace ocho años, en el coto de la familia, los cazadores que tenían la caza arrendada se empezaron a quejar del creciente número de corzas que se llevaban a los perros conejeros tras de ellas, fastidiándoles las jornadas de caza a la menor. En vez de sacar pecho y decir aquello de «esto lo gestiono yo», y como los corzos iban a ser para la familia, llamé a mi buen amigo Jacobo. Lo primero que hizo fue dar una vuelta por la finca y tras sacar a pasear su famoso método húngaro, me dijo con sus habituales tonos y gestos: —¡Niiiii se te ocurra tocar nada! Éstos están aquí por lo que sea, así que, no les cambies el ‘lo que sea’. —Pero, coño, Jacobo unos comederos… —¡Niiiii lo sueñes! —Hombre, Jacobo, les sembramos alfalfa… —¡Niiiii de coña! —¿Qué hago entonces? —No segar en verde, que no pise el cervuno y cazar los machos que te dicte la conciencia. Desde hace cinco años es un coto de corzos. Se los observa, se les caza y se sigue con el lío de los conejos, las perdices y las palomas, y con los comederos y los bebederos para estos últimos. Y lamento darles envidia si les digo que gracias a la “no gestión” de Jacobo, en un rato tonto, se pueden ver veinte animales comiendo lo que Dios les dé a entender y bajando a beber al río, es decir, disfrutando de su ‘lo que sea’.