Gandules

Los humanos tendemos a ser cómodos por naturaleza. De ahí que seamos tan pródigos en inventos. Evidentemente, cuando se inventa para facilitar el movimiento se es más productivo que cuando se hace para evitarlo.


De ahí que la sociedad haya inventado, a su vez, un adjetivo para todos aquellos que evitan el movimiento: gandules. Y, en muchos casos, la mayoría de ellos revisten su inactividad de experiencia: «Para que vas a dar aquello, si yo sé de sobra que no hay nada». De experiencia y de sabiduría se acaba de camuflar las pocas ganas de andar o las muchas de llegar al coche. Y he ahí que en una de esas situaciones me encontré este tiempo atrás cuando un cliente me encargó que le preparase una montería, en un terreno ciertamente yermo en el que se habían dado algunos ganchitos de dudoso éxito. Varios de los que me acompañan en estos avatares de la caza me decían lo mismo, aquello de que no había nada. Evidentemente, mi experiencia también arropó a mi gandulería y desechamos la posibilidad de dar una montería entre prados, zarzales pequeños y cuatro enebros, entre los cuales, teóricamente, las risqueras acogían los encames de los marranos. El caso es que aquello por fin lo dimos y además dos veces, obteniéndose un coeficiente, como antiguamente se calificaba en la prensa, de 0,45. Es decir, quince cochinos con cuarenta puestos. Del precio no hablamos porque cada postura costó lo que vale un aperitivo de domingo un poco largo. El motivo de que aquello saliese así no es otro que el que los cochinos no tienen sitio para vivir, se han desplazado las poblaciones y ahora los tenemos en cualquier sitio, al igual que los conejos. Las razones de tal expansión, ¿cuáles son? Aparte de lo que puedan decir los científicos, la gran cantidad de cochinos y conejos que hoy en día pueblan y asolan zonas de nuestra geografía no es otra que la gandulería. Si no se llega con el coche al puesto o al aguardo no nos gusta y si los conejos no salen a tiro de una forma clara, tampoco. Antes eran pocos los que cazaban y tenían mucho; pero ahora somos casi dos millones y tenemos más. Y somos más gandules porque no leemos un estudio ni medio sobre conejos o cochinos. No nos molestamos en saber nada de dos especies que tenemos ahí, al lado de casa. Nos colocamos en las posturas como el que va a una terraza de verano y cuando llevamos más de tres conejos en la percha ya nos molestan. No queremos andar porque nos pesa la mochila y no tiramos nada más que a los cochinos grandes porque como la carne no va a estar buena nos ahorramos el destripar. Dejando más caza no ayudamos a que haya más; quizá, lo que hagamos sea contribuir a que las enfermedades se propaguen más rápidamente. Pero eso nos pasa ahora, a los cazadores modernos que usamos percha y mochila, porque antes cuando se usaban talega y zurrón nada pesaba.
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