Protección animal y caza

Solo la persona, física o jurídica, tiene derechos y por lo tanto obligaciones. Cuando hablamos de los derechos de los animales no lo hacemos en el sentido de los que tiene la persona, que es la única que los genera, sino en la responsabilidad que tenemos


Para los animales domésticos, o domesticados —ya sean mascotas, de granja o de ganadería—, hay dictadas normas específicas; tanto sanitarias, como referidas al trato que éstos deben recibir de sus propietarios. Sobre la fauna silvestre, y en particular sobre la caza, afición aparentemente tan dura por matar la pieza, todas las normas deben ir encaminadas a la conservación de las especies. Las vedas que, por ejemplo, ya observaban los antiguos egipcios, son solo una pequeña parte del cuidado del animal salvaje por el hombre. Pero hay quienes pueden confundir caza deportiva con castigo sádico, y entre éstos algunos desearían la abolición de este deporte, con lo que se conseguiría el efecto contrario de defender la especie cazable. En Argentina gestiono una Estancia Faunística que colabora con la Universidad Nacional, en la que una de las actividades principales desarrolladas es el aprovechamiento cinegético. De la facultad acuden a la finca estudiantes de Ingeniería Forestal y de Licenciatura en Ecología para conocer las medidas de gestión, infraestructura, y las actuaciones de mejora para el fomento de fauna silvestre. Pues bien, en este último curso, una alumna objetó acudir a estas prácticas por estar en contra de «las matanzas de animales». Vaya desde aquí mi respeto absoluto a esta persona que sin duda llegará a ser una buena profesional; y a la que en su momento ya le adelanté que, contra «las matanzas de animales», también estamos todos los cazadores. La acción de cazar se justifica por sí sola, porque todos los que la practicamos tenemos claros, con datos objetivos, los conceptos que subyacen bajo el epígrafe genérico de caza. La caza es un aprovechamiento medioambiental renovable, sostenible, no contaminante y que no solo cuida los ecosistemas, sino que los mejora al mantener el equilibrio ecológico y fomentar la biodiversidad. Es rentable como industria forestal, y esa rentabilidad fija población humana en el medio rural. En un entorno adecuadamente gestionado y ordenado nunca se cazarían animales indiscriminadamente, aunque la ley de vedas lo permitiese, pues la pieza de caza siempre es seleccionada atendiendo a criterios conservacionistas, lo que da lugar al fomento y mejora de las poblaciones silvestres. Desde el momento en que se inicia la gestión en un territorio, aparecen especies atraídas por las actuaciones de adecuación y mejora del hábitat. Medidas tales como siembras específicas, apertura de claros sobre matorral degradado, puntos de alimentación, mejoras silvícolas y gestión eficaz de los puntos de agua hacen que se beneficien multitud de especies, de las que unas son objeto de aprovechamiento cinegético y otras no, pero todas ellas son respetadas. Además, en estas zonas en las que no existen intrusiones sin control, ni caza furtiva, los animales encuentran la tranquilidad que les permite establecerse, ya que ahí satisfacen todas sus necesidades. Atraídos por las especies presa, ungulados en general como cérvidos o bóvidos, aparecen predadores y necrófagos que se alimentan de aquellas y restablecen el equilibrio ecológico, en uno y otro grupo siempre hay especies protegidas. El comité de Wildlife Estates® nos da como dato que más del 95% de la especies presentes en terrenos de caza no son cinegéticas, y que la riqueza de la biodiversidad es mucho mayor en las zonas con gestión ad hoc. La caza es una herramienta que fomenta el desarrollo de las poblaciones y de la biodiversidad silvestre. Volvemos al principio de lo dicho en este escrito, la prerrogativa que tenemos de utilizar lo que nos ofrece el medio natural, deriva en la responsabilidad y obligación no solo de conservarlo, sino de mejorarlo. El derecho a cazar lleva aneja la obligación de la conservación de la caza. La rentabilidad de la modalidad deportiva permite financiar los costes que supone el cuidado de las especies, la mejora y progreso de éstas potencia su cinegética, lo que permite entrar en un círculo virtuoso sostenible. Los cazadores, por definición, somos amantes de la naturaleza. Nos preocupamos por la degradación de los ecosistemas y por el retroceso de las poblaciones de animales silvestres, por lo que siempre hemos deseado una gestión planificada que lo evite. La protección de los animales que son objeto de cinegética es una demanda social nada contradictoria con el ejercicio de la caza. Porque lo que pretendemos es que las especies progresen en un ecosistema en equilibrio, que al ser dinámico nos obliga a su cuidado constante.
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