Trampas mortales en Castilla-La Mancha y la Comunidad de Madrid: pozos abiertos

Los cazadores están cercando pozos que encuentran en sus zonas de caza sin ninguna protección, muchos de ellos a ras de suelo y tapados por la maleza. Hablamos con un cazador que se ha tomado el tema como algo personal al haber tenido que rescatar a varios de sus perros de estas trampas mortales.


 Pozos abiertos
Pozos abiertos

 Pozos abiertos
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 Pozos abiertos

Estos compañeros, cazadores que practican la actividad cinegética en Castilla-La Mancha y en terrenos madrileños, haciéndose cargo de los gastos, se están dedicando a tapar todos los pozos de la zona donde cazan. Con ello evitan así posibles accidentes en los que personas o animales pueden perder la vida.

Cazar con una cuerda amarrada en la cintura

Los compañeros, dada la peligrosidad de la zona, llevan consigo siempre cuerdas. No es un capricho, sino algo que les ha sido muy útil, ya que varios galgos, en su carrera tras la liebre, han caído en ellos.

El cazador que denuncia esta situación nos cuenta la angustiosa situación que vivió hace un par de años tras caer uno de sus perros a un pozo de más de diez metros de profundidad.

Tras numerosos intentos y ya cuando el perro estaba casi extenuado de nadar en aquellas frías aguas, logró cogerlo con el lazo por una pata trasera y, poco a poco, lo fue subiendo, evitando que se golpeara contra las paredes.

«Me fundí en un abrazo con él entre lágrimas. Pensé que lo perdía», nos dice este cazador, que prefiere mantener el anonimato.

La semana siguiente a este hecho, los cazadores de su cuadrilla no cazaron: «Nos dedicamos a alambrar ese pozo para que esto no le sucediera a nadie más».

Jugarse la vida por un compañero

Nuestro héroe anónimo un día cazando solo uno de sus podencos entro en una zona bastante espesa. Tras escuchar el chapoteo del perro, se percató de lo que estaba pasando. No dudó en entrar como pudo en la maleza hasta llegar al pozo.

Había una escalera mohosa y rota en algunos peldaños en el interior del pozo. «Sin pensarlo, bajé por ella y no sé de dónde saqué fuerzas para agarrarlo y subir con la única mano que me quedaba libre. Tuve que sujetar al perro con una mano y con un dedo de esa misma mano, asirme a la escalera, porque la otra mano tenía que echarla al siguiente peldaño».

Este cazador se arriesgó enormemente para sacar de allí a su perro, de 15 kilos de peso. A un compañero nunca se le deja atrás, y así nos lo corrobora: «Si me volviera a ocurrir no dudaría un instante. Aunque cuando ya estábamos en suelo firme, pensé en la locura que había cometido, puesto que podríamos haber muerto ahogados allí los dos».

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