Una espera, padre y maestro, hijo y aprendiz, y un jabalí enorme

La caza es una de las maneras más tradicionales a través de la cual los padres inculcan valores y conocimientos a sus hijos. Es el caso que nos cuenta José, que vivió la pasada semana una gran experiencia ante un experimentado jabalí jienense.


 Jabalí
Jabalí

 Jabalí
 Jabalí

El cazador nos ha contado con todo lujo de detalles cómo fue la espera y el lance ante un jabalí que nunca podrá olvidar:

«El cochino está cazado en Villarrodrigo, Jaén, en el club deportivo Atalaya. La zona donde hicimos la espera pertenece al Barranco Muñoz. Allí las conceden por los daños a la agricultura que ocasiona el jabalí.

»La zona está dominada por un pequeño barranco rodeado de cereal y olivas, muy cerca del río sequillo. Nos pusimos sobre las 20 horas mi padre y yo, eligiendo un alto desde el que se domina un pequeño olivar y unas siembras de trigo».

José nos cuenta que en la caza siempre le acompaña su padre: «Es el que me ha enseñado todo que sé acerca de la caza mayor», confiesa.

Un venado entra en escena

«La zona está dominada por un pequeño barranco rodeado de cereal y olivas, muy cerca del río sequillo. Nos pusimos sobre las 20 horas mi padre y yo, eligiendo un alto desde el que se domina un pequeño olivar y unas siembras de trigo.

»Sobre las 21 horas, sin que escuchásemos un ruido, apareció un venado y se puso a comer las olivas. Después de disfrutar un rato de su compañía, cogí el móvil y me puse a grabarlo».

El cochino, a la izquierda

«Llevábamos más de media hora disfrutando de la presencia del animal cuando mi padre susurra al oído: ‘José, el cochino, a la izquierda’.

»Miré y ahí estaba el bicharraco, bajando por unas pequeñas juncadas, tan tranquilo, dirigiéndose hacia el olivar donde estaba comiendo el venado. Entonces cogí el rifle con mucho cuidado y me lo encaré.

»En ese momento estaba llegando al olivar donde el venado estaba alimentándose. Al llegar al pico de las olivas se paró, bajó tras una gran encina, tapándose casi por completo, y se quedaron cochino y venado mirándose a apenas 50 metros.

Un primer disparo certero

»Tras un par de minutos, el marrano emprendió la marcha cuesta arriba a ese trote gorrinero. Fue cuando lo encaré y le disparé por primera vez. Tras el disparo, salió tambaleándose hacia abajo, pero se recuperó y continuó como si nada subiendo la cuesta.

»En este camino, disparé las otras dos balas y ni lo toqué. Imagina la cara que se me quedó. Cuando bajamos al tiro no encontramos ni una gota de sangre, pero mi padre me decía lo había escuchado caer al suelo, por lo que seguimos buscando por la vereda por la que se metió. Poco después, mi padre, que iba por delante, se dio la vuelta con las manos en la cabeza diciendo vaya bicharraco.

»La alegría de los dos era tremenda al ver al marrano tirado en el suelo».

Desde Club de Caza queremos dar la enhorabuena a este cazador por el lance vivido y el recuerdo que le dejará toda la vida.

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