Caza un corzo de 23 centímetros de cuerna en el mismo lugar en el que días antes abatió un ‘vakamulo’ de 22 centímetros de colmillo
Crónicas de caza

Caza un corzo de 23 centímetros de cuerna en el mismo lugar en el que días antes abatió un ‘vakamulo’ de 22 centímetros de colmillo

El cazador logra abatir los dos impresionantes trofeos en un prado de un acotado de Orense con tan solo siete días de diferencia. Llevaba desde que comenzó la temporada de caza del corzo en Galicia tratando de abatir al macho de larga cuerna y bonito perlado.


Juancho Fernández, cazador que colabora habitualmente con Club de Caza, es un consumado especialista en la caza de corzos y jabalíes a rececho. En su haber cuenta con más de una veintena de corzos medallables y otros tantos de atípicos trofeos. Todos ellos abatidos en Galicia en fincas abiertas. No solo destacan los ejemplares de corzo abatidos por el recechista, también los colmillos de los jabalíes que ha cazado en tierras gallegas.

El perro de sangre del cazador le avisa de la llegada de los corzos

Eddie, el sabueso de Baviera de ocho años de edad que acompaña en sus jornadas de caza a Juancho detecta la presencia de la pareja de corzos antes de que aparezcan en el prado. El adiestramiento del can permite al cazador abatir el corzo al que llevaba dos semanas siguiendo la pista. La primera en aparecer en el pasto es la hembra. Segundos más tarde abandona la ocultación del monte el macho.

 

El recechista lo abate de un único disparo de su rifle Sako Carbon Wolf del calibre 7 mm RM. A pesar de que la bala se para en un punto vital del ungulado, recorre unos metros antes de derrumbarse.

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El trofeo del corzo es muy largo. A la derecha, jabalí abatido en el mismo sitio unos días antes.

Un gran jabalí en el mismo prado

Días antes el gallego abatió un jabalí medallable con 22 centímetros de colmillo mientras esperaba al corzo en el prado. El cochino no solo destaca por sus impresionantes defensas, también lo hace por sus 120 kilos de peso.

El jabalí fue recuperado por Eddie 12 horas después del lance. El navajero se refugió en una zarza cuando ya caía la noche. Ese hecho no fue impedimento alguno para que el sabueso de Baviera encontrara al cochino sin vida.

 


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