Por los cuernos los conoceréis

El que un fulano rico con aspiraciones y un cabrero venido a más se suban de furtiveo a Gredos no deja de ser una majadería, por muy pronto que se levanten. Y, aparte de una majadería, es un delito que antes o después conlleva pena de prisión y, si no, que se lo pregunten al cabrero, al que, según se le van acercando los juicios, más le aprieta el cuello de la camisa los testículos.


Hace ya unos cuantos años nos reíamos de alguien que plantó en la entrada de su pabellón de caza un león, de inmaculada melena, disecado entero. Parece ser que nadie le había advertido de que aquellas melenas, tan aparentes y perfectas, sólo se conseguían en zoológicos y en el Safari Park, donde él cazó su león. Por supuesto que se sentía orgulloso a pesar de que era el único que se creía su trola. Ahora, veinte años después, para demostrar que uno se ha hecho a sí mismo o para hacer creer que el dinero que dejó papá no se ha despilfarrado, ahora, nos da por poner cuernos ilegales en las paredes. «No es por los trofeos, sino por la emoción que da el furtiveo», dicen los que quieren quitar algo de hierro al asunto, y yo digo que aún así vuelven a caer en la estupidez. Quién puede pensar que el cabrero no tiene el asunto bien controlado. Quién puede creerse que un macho que aparece por casa sin precintos y sin guías es legal. Y, otra cosa que se me escapaba, por qué un supuesto trofeo oro no aparece en los catálogos de la Junta Nacional de Homologación. Cazar así es como presumir de playboy porque se liga mucho en un burdel, lo mismito. Si usted, que se ha hecho a sí mismo —y bien feo, además— quiere rebozarnos su dinero enseñándonos los cuernos, hágalo, pero por derecho, porque el día que la Benemérita le saque de su casa con los cuernos por delante, los demás nos vamos a reír. ¿O acaso piensan estos simples que nos no vamos a enterar, si no lo sabemos ya, de quiénes son los inculpados en el Operativo Almanzor? Incluso podríamos llegar a saber quién es el aristócrata detenido que se encabrona cuando le matan un venado en su finca, venados cuya caza en montería cuesta tres mil euros el puesto. Este mundito de la caza es muy, pero que muy, pequeño. Y hablando de saber o no: ¿saben los clientes de los cabreros que, una vez que se pica, se está toda la vida chantajeado y pagando como un bobo? De dónde se creen ustedes, si no, que van a salir los dineros de gastos, fianzas y abogados. ¿Y si hablan los cabreros? ¿Y si cuentan que usted hace diez años cazó con ellos? ¿Tenían los teléfonos pinchados la última vez que hablaron con usted? Miedo el que viene ahora y no el que creyó pasar en la sierra, cuando les estaba robando a los Ayuntamientos de Gredos los dineros destinados a hacer rampas para minusválidos en los centros sociales para los abuelos.
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