Un joven cazador abate un precioso corzo gallego en compañía de su padre
Crónicas de caza

Un joven cazador abate un precioso corzo gallego en compañía de su padre

«Me he criado cazando en cotos sociales humildes y mi padre desde bien pequeño antes que a cazar me enseñó a respetar. Pienso que esa es la base para fraguar a cazadores de verdad».


Un joven extremeño ha tenido suerte en los últimos días de celo, haciéndose con un animal precioso en la mejor de las compañías: su padre, quien le enseñó a cazar. No te pierdas este emocionante lance.

¿Quién fue el afortunado cazador?

Mario Parra Gutiérrez, tiene 28 años y es natural de Don Benito (Badajoz). Lleva siendo un gran apasionado de la actividad cinegética prácticamente desde que tiene uso de razón. Como siempre digo, soy cazador de cuna ya que apenas caminaba cuando mi padre me inculcó esta bonita afición.

La afición que heredó de su progenitor, hoy en día es más que eso. Desde hace casi dos años tiene la suerte de poder dedicarse profesionalmente al mundo de la caza. Es asesor cinegético en Hunty, una página de búsqueda y contratación de jornadas de caza tanto a nivel nacional como internacional. Es un privilegio dedicarte a ayudar y asesorar a buscar la jornada de caza perfecta para cada tipo de persona.

Asegura el joven que se siente tremendamente orgulloso de todo lo que le enseñó su padre y de lo que ha ido aprendiendo en el día a día, pues hoy todos esos conocimientos le permiten ayudar a cumplir los sueños de otros cazadores.

Se considera un cazador de pelo y pluma pues, afirma que no podría decantarse por la caza mayor o la menor me gustan tanto ambas, que no sabría decir cuál me gusta más. La montería y el rececho son las modalidades que más ha practicado Parra, y si hablamos de especies, el duende del bosque estaría entre sus favoritas. El corzo gallego, especialmente. Una caza salvaje, que requiere paciencia y constancia, unos parajes bonitos y terrenos exigentes que tienen enamorado al cazador.

El mejor trofeo siempre será la experiencia y la gratificación de cazar un animal que te haga pensar y te lo ponga difícil

Precisamente uno de sus últimos ejemplares abatidos fue en territorio galaico, ¡y qué ejemplar…! Veámoslo a continuación.

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Mario y su padre.

Un precioso corzo gallego

Hace algunos meses avistó el ejemplar, pero era tanta la distancia que los separaba que no tuvo opción de valorarlo correctamente. Sin embargo, otro corzo se cruzó en su camino y, dadas las características y los metros a los que se encontraba este segundo, decidió jugar el lance. Lo que no sabía el cazador es que aquel primero que no consiguió evaluar volvería a hacer acto de presencia brindándole una emocionante opción a lance y un trofeo precioso.

Unos días atrás Mario ponía rumbo a Galicia con su padre para exprimir al máximo los últimos días de celo.

El cazador ya tenía in mente montear la zona donde había visto aquel macho por última vez. Conocedor de las costumbres y la naturaleza territorial de estos animales, confiaba en volver a verlo. ¡Y así fue! Ni 15 minutos llevábamos cazando y ya le vimos.

Esta vez se encontraba a una distancia prudencial que permitió a nuestro protagonista valorarlo y cerciorarse de que era, no sólo “tirable” sino un ejemplar digno de pelear.

Comenzaron entonces, padre e hijo, a hacer una entrada estratégica y sigilosa en la que no pudieron acercarse más de 224 metros: el corzo les había detectado.

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Mario Parra junto al bonito corzo abatido. A la derecha, el precioso trofeo del corzo.

Un lance rápido

Tenía que actuar de inmediato si no quería perder la única oportunidad que parecía ir a brindarle el corzo. Sin pensárselo dos veces y con una habilidad asombrosa encaró su Mauser M18 cal. 308 win, con un visor Swarovski z8i 2-16x50 y jugó un lance certero.

Certero pero dudoso, ya que el animal quedó completamente inmóvil y parecía no acusar el disparo “lo que me hacía pensar que quizá se me había quedado el tiro un poco bajo”- recordaba Parra. Pero el cérvido cayó tan sólo unos segundos más tarde, a escasos 4 metros de donde Mario había disparado. Estos segundos se le hicieron eternos al cazador y fueron seguidos de una mezcla de alegría, emoción y satisfacción difícil de describir.

Al llegar a cobrar la pieza, padre e hijo se fundieron en un cariñoso abrazo. “La mejor sensación de todas, independientemente del tamaño del animal, fue poder compartirlo con mi padre”-aseguraba, aún emocionado, nuestro protagonista.

Mario sin duda no olvidará ese día ni ese corzo, al que honrará en la mesa junto a su familia con quienes compartirá su exquisita carne, todo un manjar.

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