Abubilla
Las aves de España

Abubilla


El nombre de la Abubilla, esta ave bella y curiosa a la vez, es onomatopéyico, transcripción en diminutivo de su canto «bub-bub-bub». Con un moño de grandes plumas flameantes, con puntas negras, que despliega en la excitación del cortejo, también esta provista de un pico largo, curvado, con el cual perfora la tierra en busca de gusanos y larvas de insectos. En vuelo, sus anchas alas redondeadas, que bate irregularmente, le otorgan el aspecto de una gigantesca mariposa. En tierra su marcha es elegante, tanto si camina agitando la cabeza como si trota ligeramente. Falta por decir que la Abubilla pasa por ser un ave sucia, a causa de su nido maloliente, situado generalmente en el agujero de un árbol. Al final de la cría de los pollos es cuando el nido desprende un olor tan nauseabundo, por lo que es fácil descubrirlo. Se ha acusado a la Abubilla de negligencia, pero esto no es cierto. Bien es verdad que en el fondo del estrecho agujero, que los padres se esfuerzan por mantener limpio, pueden quedar restos de comida y deyecciones, pero en realidad lo que causa este olor desagradable es una secreción de la «glándula del obispillo» de los pollos.

Familia:Upúpidas
Nombre cientifico:Upupa epops
Orden:Coraciformes
Caza:Especie Protegida
Longitud:28
Habitat:Parques y jardines
Identificación:Plumaje pardo-rosado; en vuelo alas y cola blancas y negras, muy anchas; moño rosado, con puntas negras y largo pico curvado; sexos iguales.
Nidificación:Cría en agujeros de árboles o paredes, o en cajas anideras; usualmente no lleva material al nido, pero acumula desechos; puesta, en abril-junio, de 5 a 8 huevos gris claro a crema; incubación, 18 días, sólo por la hembra; los pollos, alimentados por ambos padres, abandonan el nido a las 3 ó 4 semanas; a veces dos crias.
Alimentación:Principalmente larvas de escarabajos, saltamontes, langostas, mariposas, hormigas, ciempiés, moscas, algunas arañas, escolopendras, ácaros, lombrices.

La larga y eréctil cresta de color pardo acastañado o canela con las puntas negras, es un rasgo inconfundible para identificar a la Abubilla Upupa epops. Pero sus alas blancas y negras, el blanco obispillo y la cola negra con una banda blanca en el centro, forman un conjunto llamativo que hace a este pájaro fácil de identificar aun por personas no habituadas a la observación de las aves. La coloración del plumaje del cuerpo es variable. La parte superior de la espalda, la cara y laterales del cuello son pardo rosados con un tono gris en muchos individuos; el resto de la espalda es negro bandeado de blanco y las partes inferiores, garganta y pecho, tienen un tinte rosa-vináceo característico; el vientre es blanco. El largo pico es delgado, curvado hacia abajo y de color negruzco con la base de la mandíbula inferior gris; las patas y los pies son grises y el iris de los ojos pardo.

Las hembras se parecen mucho a los machos, pero falta en su plumaje quizá el acusado contraste de los colores y en muchas de ellas no es tan vivo el color vinoso del pecho y la garganta. Los jóvenes de ambos sexos antes de la muda completa entre julio y noviembre, carecen del tinte rosado en las plumas del cuello y pecho.

La Abubilla posada en el suelo y tranquila, mantiene la larga cresta de 28 plumas recogida hacia atrás, pero en cuanto se alarma la despliega y al volar muestra sus alas redondeadas con el dibujo tan característico blanco y negro, batiéndolas perezosa pero potentemente y trazando en su recorrido por el aire una figura ondulada. No vuela por largas distancias y pronto se vuelve a posar, aunque se haya levantado alarmada. Se posa también en árboles, pero mucho más a menudo en cercas, muros, bordes de carreteras, cunetas, caminos, postes, casas, basureros, montones de tierra, estiércol, etc. Siempre se la ve solitaria o en parejas, y normalmente guardan distancia apreciable entre una y otra. En determinada zona pueden ser numerosas sobre todo en migración, pero se mantienen distantes caminando por los prados con pasos cortos, pero rápidos, deteniéndose continuamente a observar el suelo o los intrusos que se aproximan.

Frecuenta mucho los viñedos, campos cultivados, en especial las orillas de éstos, dehesas, riberas, bosques, linderos, olivares y en migración también se ve en campos costeros. No rara vez a alturas superiores a 1.000 metros, pero sólo ocasionalmente por encima de los 2.000. La barrera en altitud son bosques caducifolios viejos, escaseando en prados de alta montaña donde no falta, sin embargo, en migración. Parece claro que referente a comportamiento hay dos clases de abubillas. Unas, son tímidas y alarmistas en cuanto nos acercamos, volando enseguida con espaciados batidos de alas y otras se introducen en los pueblos, jardines, patios, y se posan en los tejados de casas y chabolas sin asustarse de nuestra presencia. Existen en numerosos lugares múltiples leyendas y creencias relacionadas con este pájaro, desde las que anuncian la llegada de la primavera, hasta las fantásticas sobre la capacidad de la Abubilla para señalar la presencia de agua subterránea en zonas desérticas por el simple hecho de verla golpeando el suelo con el pico. También se le atribuyen propiedades medicinales y curativas y por aplicación de partes de su cuerpo se mitiga el dolor de cabeza, la pérdida de la memoria, los cólicos y otras muchas molestias más que el hombre sufre y que el inglés Dawson (1925) recopiló. De gran valor debía de ser la que se refería a que si se escuchaba insistentemente la voz de la Abubilla antes de prensar la uva ello pronosticaba una buena vendimia.

Su voz es inconfundible y antes de que la divisemos posada en el suelo se escucha un profundo ¡¡uup-uup-uup!! repetido y que posee un gran alcance. El pájaro adopta a veces curiosas posturas al cantar, estira el cuello y se bambolea. Tucker menciona otras notas menos frecuentes como un castañeteo de advertencia o irritación y un curioso maullido ¡¡kiaouu!! Canta casi todo el año, pero más intensamente a partir de los primeros días de marzo. También ocasionalmente en el invierno y se la puede escuchar, aunque, no muy a menudo, en enero y diciembre.

Se alimenta sobre todo de insectos y sus larvas. Con el largo pico rebusca entre la hierba o lo introduce por agujeros y grietas del suelo, extrayendo grillos comunes y cebolleros con gran habilidad; coleópteros y sus larvas, ortópteros (larvas de saltamontes y langostas, lepidópteros, dípteros, himenópteros, etc.). Muchas de las presas son diminutas y entre ellas están las hormigas, sus larvas y huevos, pero otras tienen un gran tamaño, sobre todo los escarabajos y los grillos. Levanta pequeñas piedras y captura ciempiés y lombrices de tierra y durante la reproducción lleva al nido pequeñas lagartijas.

El celo comienza a manifestarse a mediados de abril y los machos luchan entre sí, pero más frecuentemente parece que lo hacen por un nido viejo que por una determinada hembra. Se dice que se emparejan de por vida y está bien comprobado que la misma pareja si sobrevive ocupa idéntico lugar para anidar e incluso el mismo agujero en un árbol del año anterior. Como los huecos en árboles son cada vez menos frecuentes, ahora se ven muchas abubillas anidando en entrantes de muros, edificios, desvanes, grietas, ruinas, desagües, bocas de alcantarillas, etc. En bosques siente predilección por viejos troncos caídos en el suelo bien en su interior o bajo ellos. La hembra limpia bien el hueco o agujero echando fuera toda clase de materiales que encuentra dentro. Si es un antiguo nido de pájaro carpintero no deja siquiera la viruta de la madera. Sus actitudes entonces recuerdan mucho a las similares del Torcecuello Jynx torquilla, pero parece abstenerse de entrar en nidos ya ocupados, no como aquél que destruye una gran cantidad. A pesar de ello y como los machos cortejan a las hembras incluso cuando éstas están dentro de los agujeros llevándoles comida, pronto hay allí una buena cantidad de residuos quitinosos. A menudo se ven también algunas plumas y briznas de paja y cortezas, pero no realmente un nido como tal. Sobre ellas ponen desde la última decena del mes de abril de 5 a 9 huevos, más a menudo 6-7 y se han encontrado puestas de 12 huevos, pero parece poco seguro que sean de una sola hembra. Son dejados con intervalos de 24 horas y la hembra incuba desde la puesta del primero. A veces está sentada allí dos días antes de comenzar a poner. Algunos ornitólogos han observado al macho llevando al nido trozos de estiércol de vaca, excrementos de oveja, cabra y cerdo. Con éstos y los suyos, más los restos de insectos, el olor que desprenden los nidos y los propios pájaros no es para describirlo. Esta situación parece ser buscada de propósito por la abubilla como medio de defensa contra posibles depredadores, pero la teoría es poco consistente puesto que esta especie sufre frecuentes depredaciones en los nidos sobre todo por lagartos que permanecen al acecho y en cuanto la hembra sale del nido, aunque sea por breves momentos, roban huevos y posiblemente pollos pequeños. Los huevos son blancos o gris muy claro, lisos y sin brillo, mostrando los poros de la cáscara muy bien. A menudo se encuentran puestas completas de color amarillento o pardo-amarillento e incluso oliváceas, pero éstas últimas probablemente cuando ya los huevos tienen más de 10 días de incubación y comienzan a teñirse con tanta porquería como hay allí dentro. Cien huevos medidos por Jourdain y Rey dieron un promedio de 25,89 x 17,88 mm. con un máximo de 29,3 x 19,2 mm. y un mínimo de 23,1 x 17,3 mm. La incubación dura de 17 a 19 días. Durante este período el macho alimenta a la hembra en el nido continuamente y vigila desde cerca. No solamente lleva al nido insectos, sino también a veces trozos de materias extrañas, trapos, paja, excrementos, etc. Al nacer, los pollos están cubiertos de un plumón blanco bastante largo, pero no denso. El interior de la boca es rosado y no tiene puntos oscuros en la lengua, pero sí destacan mucho las comisuras muy grandes de color blanco marfil o cera. El pico es grueso y azulado. En los primeros días se nota una gran diferencia en los tamaños debido a que desde que nace el primero hasta que lo hace el último puede haber un intervalo de hasta una semana. Sin embargo, como el macho aporta insectos que entrega a la hembra para que ésta cebe, sucede que pronto la diferencia de tamaños entre los pollos se ha atenuado y se nota menos cuando comienzan a estar emplumados y entonces ambos adultos los ceban directamente. Los excrementos de los pollos no son retirados y como con frecuencia los lanzan con fuerza hacia la entrada del agujero si se sienten en peligro, el nido queda pronto convertido en una verdadera cloaca. En el nacimiento de la cola se desarrolla a los pocos días de nacer una glándula que produce una secreción fétida. Esta tiene mucha fuerza y olor en las hembras durante la reproducción y al coger estos pájaros es lo primero que se advierte. A menudo las hembras desalojan parcialmente el nido de excrementos y basuras, pero no por ello contribuyen a mejorar el olor. Los pollos crecen rápidamente y se muestran agresivos si se les intenta coger resoplando con fuerza. En el sur de Iberia permanecen en el nido entre 22 y 24 días y en el Norte algo más, hasta 28 días y nunca salen antes de los 25. Muchas parejas que crían desde finales de abril son capaces de iniciar una segunda puesta a primeros de julio o unos días antes. Pero no se puede tomar como regla general y en los campos leoneses parece lo más común una solitaria puesta a partir de la segunda decena de mayo. El grupo familiar merodea por la campiña durante 8-10 días hasta que los jóvenes ya son capaces de comer solos.

La Abubilla es especie migradora que en gran parte marcha a Africa para invernar. Muchas permanecen aquí y sería interesante determinar en qué proporción se quedan las nativas si es que alguna lo hace. Bernis (1970) sugiere la posibilidad de que la pequeña población de invernantes esté formada en parte por abubillas nativas y en otra parte por aves de origen centroeuropeo. En el Sudoeste Ibérico se ven muchas todo el invierno y lo mismo sucede en el Sudeste e incluso en las islas Baleares donde es relativamente frecuente en los meses de diciembre y enero. Incluso en determinados lugares del Levante español parece más notoria y abundante en el invierno que en primavera. Esto es posiblemente debido a que la escasez de alimento obliga a la Abubilla a mostrarse más al descubierto y acercarse a las huertas y chozas, viéndosela también cerca de los arrabales de ciudades y pueblos y en los basureros. Invernantes en el valle del Ebro son muy raros y faltan casi completamente en el tercio norte de la Península. Sin embargo, como se trata de un inmigrante precoz, la llegada en febrero y ocasionalmente antes, puede originar confusión en los observadores. Emigra de noche y rara vez de día.

En marzo se produce el mayor paso de abubillas por nuestra campiña y se ven entonces por cualquier lado de la mitad Sur. En el Norte abundan más en abril y se han visto después de la mitad de mayo, pero esporádicamente en Guipúzcoa donde por otro lado crían regularmente una cantidad muy moderada de parejas. Irby en 10 años de observaciones consecutivas en Gibraltar anotó la llegada de la primera Abubilla entre el 16 y el 18 de febrero. El paso otoñal comienza también pronto, muy a menudo a finales de julio, pero sobre todo durante agosto y continúa en septiembre y octubre. Aquí también nos tropezamos con la dificultad de poder separar pájaros que pasan de los que pueden quedar para invernar. No es aventurado calcular la población invernante en Iberia en varios millares de abubillas con una especial concentración en el Sudoeste. Presumiblemente esta misma situación debe darse en el norte de Africa.

La dificultad para determinar el cuartel de invernada de la Abubilla europea es grande desde que en Africa se reproducen también abubillas pertenecientes a otras razas, pero difíciles de distinguir en el campo de las nuestras. Parece ahora establecido que aparte de una escasa población que invernaría en el nordeste del Continente negro, la mayoría de las abubillas paleárticas llegarían hasta el Africa Tropical Occidental y se confundirían allí con la raza nativa Upupa epops senegalensis.

La Abubilla se reproduce en la mayor parte de Europa, excepto las Islas Británicas (cría muy ocasionalmente), Islandia, Países Bajos, Dinamarca, Suecia, Noruega y Finlandia. En la Península Ibérica es pájaro numeroso que se ve por doquier, pero que baja en densidad al norte de la Cordillera Cantábrica, donde prefiere bosques y parques con muros y árboles viejos y se ve poco en terreno abierto a no ser durante la migración, en especial la de primavera, criando muy dispersas las parejas.

En Iberia debe estar la mayor población europea. En las Baleares es también ave común, correspondiendo a la mayor densidad que alcanza por todo el sur del Continente respecto al Norte y Centro. En Francia es algo común en la zona mediterránea; en Bélgica es local y escasa y en Alemania falta en gran parte del país. Sin duda con Iberia está en Rusia la población más floreciente. Realmente en muchas y extensas zonas ha llegado a ser escasa y en ello deben influir mucho la creciente tala de especies arbóreas autóctonas y sobre todo el uso de insecticidas en los campos. Aquélla se palía algo colocando nidos artificiales de madera que este pájaro acepta bien.

Es curioso lo que relata Bernis (1970) cuando se refiere al hallazgo de abubillas aletargadas en el interior de huecos de árboles. «Esto podría interpretarse en el sentido de que no es rara en nuestra latitud la mortalidad por hambre, quizá porque el cuartel de invernada ibérico no es todavía suficientemente favorable». Bernis añade que en España las abubillas invernantes buscan sitios abrigados en huecos de árboles y en terrenos orientados al mediodía y soleados, lo que parece indicar un carácter termófilo en este pájaro. También acostumbra en invierno a echarse sobre suelos caldeados por el sol. El bosque mediterráneo adehesado con pastos o matorral cobijan la mayoría de las abubillas invernantes en España. Se mantienen solitarias o en parejas y también se ven pequeños grupos.

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