Dedicado a Juan Nikao

Desde hace algún tiempo que soplan malos vientos, tanto para los cazadores como para los conductores de vehículos y los que realizamos algunas otras actividades. Dicen que cuando el diablo se aburre mata moscas con el rabo, y con los matices oportunos algo tiene de cierto. También es verdad que se puede ser muy ineficaz realizando un exceso de actividad o aparentándolo.


Cuando existen problemas serios sobre los que legislar, en estos últimos tiempos se ignoran pero no cesan de aparecer normas inútiles y absurdas cuya cantidad hace que parezca que se trabaja mucho. Por otra parte, hay que darles la mayor importancia, que por supuesto no tienen, para que parezca que el Estado protector nos cuida y vela por nuestra seguridad y bienestar, y para ello nada mejor que arbitrar unas sanciones desproporcionadas, (¡que acojonen!), y hacer normas que afecten a colectivos con capacidad de respuesta nula o muy limitada por lo heterogéneo de sus miembros. A eso se le añade que los agentes denunciantes no estén sujetos a la carga de la prueba, y además del acojone se consigue llenar las arcas. Si dentro de alguno de los colectivos afectados existe un grupo capaz de organizarse, manifestarse o de crear algún conflicto, se les aplica una excepción y problema resuelto. Veamos algún ejemplo. A los motoristas se les obliga a llevar casco y a circular siempre con las luces encendidas, (cosa que también desean hacer con los automóviles), pero las luces encendidas en condiciones diurnas normales son absolutamente inútiles desde el punto en que no los hace más visibles ni los protege, y referente al casco, que aunque no fuese obligatorio sería aconsejable, son muchos, demasiados, los que lo sustituyen por esos conocidos como “quitamultas” que no protegen absolutamente nada pero que evitan la sanción y de los que hay infinidad de modelos. Sin embargo, llevamos años sabiendo que las chapas metálicas colocadas en los laterales de las carreteras, así como sus postes de sujeción, son los causantes de muchas muertes y heridas muy graves a los motoristas, y ahí siguen y lo harán por mucho tiempo desgraciadamente. Para transportar niños en un automóvil particular del tipo que sea, hay que llevarlos en asientos especiales en función de la edad/peso/altura de cada uno. ¡Buena idea! ¡El Estado vela por la seguridad de nuestros hijos!, pero es mentira. Los autobuses escolares transportan a los niños con bastante más peligro que casi cualquier turismo conducido por los padres y ahí tenemos la excepción en razón de que las compañías de autobuses tienen una capacidad para organizarse que no tenemos los automovilistas particulares. Por otra parte, para una pareja con tres pequeños ya no sirve cualquier coche, pues raro es el que permite tres asientos para niño salvo algunos modelos de alta gama y los monovolúmenes. Con el cinturón de seguridad sucede tres cuartos de lo mismo. Los particulares lo debemos llevar siempre colocado y en cualquier lugar y circunstancia, pero los taxistas solo cuando salen a carretera. ¿Por qué? Porque pueden organizarse y crear un caos en las ciudades. Sin embargo los usuarios del taxi no somos capaces de organizarnos para protestar por la pantalla de falsa protección que nos colocan delante de la cabeza y que, aunque vayas sujeto con el cinturón de seguridad trasero, no evita que te la golpees fuertemente en cualquier frenazo algo brusco. Lo de los chalecos fosforito con bandas reflectantes para los cazadores también tiene guasa. Para la caza en bosque, algunos países obligan a la utilización de alguna prenda de color rojo o butano que no es detectable por los animales de caza mayor y que es una buena medida de seguridad, -las hay incluso combinando esos colores con otras bandas negras y marrones como trajes de camuflaje- pero son prendas de tejidos que no producen brillos ni ruidos extraños. Ahora bien, obligar a la utilización de chalecos fosforito con bandas reflectantes para la caza de aves desde puesto fijo es una solemne barbaridad. En el puesto se suele estar suficientemente apantallado como para ser invisible a cualquier persona que transite por la proximidad, cazando o no, pero desde el aire la visibilidad es total. Veamos un solo detalle, sin entrar en la agudeza de visión de las aves. Las bandas reflectantes solo actúan como tales para un observador cuya línea de visión forme un pequeño ángulo con la fuente de iluminación, pero si el ángulo aumenta, la reflexión de la luz varía y solo se ven como bandas blancas o grises. Esas bandas no actúan como reflectantes a pleno sol para las personas situadas más o menos a la altura del chaleco, pero brillan como focos para las aves que las ven, y más desde más lejos y cuanta mayor altura llevan en su vuelo. Es del todo prudente que los compañeros de caza sepamos dónde estamos cada uno, “nos señalemos”, y que incluso cazando en ala nos vayamos viendo los contiguos. También es prudente que nos podamos ver a distancia en el caso de que te cruces con otros o vengan de frente, pero para eso no es necesario ir disfrazado con un chaleco fosforito con bandas reflectantes y bastaría con algo más discreto. Pero los seteros, los senderistas, los domingueros, etc. no están sujetos a esa normativa de hacerse visibles y realmente son los que corren peligro por transitar por donde les apetece, agacharse en ocasiones, y aparecer por donde menos se esperan. Muchas son las veces que te tropiezas con algunos y pocos son conscientes del peligro que corren en ocasiones. Por lo tanto, mientras la obligatoriedad de llevar esos chalecos no afecte a toda persona que esté en el campo, en el bosque o en la montaña, incluidos los agricultores y los agentes de la autoridad, no hay fuerza moral para defender la obligatoriedad de su uso solo por los cazadores. Hay que pensar en que existen otras razones. Y eso sin entrar en aspectos estéticos, porque la caza también tiene su estética aunque suene raro para algunos, y colocarle a un montero clásico un chaleco amarillo-verdoso con bandas reflectantes es algo así como ponérselo a los nazarenos en las procesiones de Semana Santa. Irreverente, ¡Sí. Irreverente! y ridículo También se me ocurren otros comentarios sobre la munición de plomo, pero este escrito ya peca de demasiado extenso y lo dejaré para mejor ocasión. Lo deseable sería que nuestras gobernantas y gobernantes, “miembras” y miembros de los diferentes Gobiernos, tratasen de resolver los problemas más generales y graves y no perdiesen el tiempo en cabrear al personal.
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