Carta de Felipe Choclán a Candiles


En Alicante a 25 de Diciembre de 2010. Día de Navidad.
Mi querido Candiles: Gracias por la carta que me has escrito, que bien sé, te habrá salido de lo más profundo de tu corazón de cervuno andaluz. Yo, que te he dado a conocer desde tu nacimiento en aquel prado de los Chopos del Encinarejo, ahora deseas que vuelva de nuevo a estar con todos vosotros… Y, cómo no voy a complacerte, si sois quienes llenáis mi vida y quienes me dais fuerza para seguir escribiendo desde mi portillo, y recorrer la sierra con mi libretilla pendiente del tarameo que se acerca ahogando mi resuello y pensar en el largo camino que cierra el paso de las trochas de brezos y espinos en el silencio arrodillado de jarales, donde tengo grandes historias que contar. Ahora cualquiera es capaz en pocos años, entre la genética y la buena sobrealimentación, y lo que ellos llaman una correcta gestión cinegética —dentro de un corral—, conseguir lo que la Naturaleza no es capaz de daros para que vuestras cuernas se coronen de medallas y cientos de puntos. Yo siempre diré que cada monte tiene su hoja y sus reses, unas mejores que otras, y que forzarlas sólo desvirtuarían la realidad y conseguirían que la economía financiero-cinegética superase lo que no es capaz de dar el monte natural. Candiles, nunca podremos olvidar, cuando en sus correrías llegaban de padrear las reses otras sierras en cada época del año y las ciervas parían en paz y encontrabais buenos pastos para que vuestras cuernas crecieran fuertes y se coronasen de candiles que os dieran el necesario coraje en la berrea de todas las fincas. Pero hoy es Navidad, un día muy especial para todos los que creemos en la esperanza que nos da el nacimiento de un Niño, que nació hace más de dos mil años, para que las cosas fueran de otra manera y que en este mundo donde habitamos los seres humanos junto a todas reses de las sierras, sea un poco mejor cada día. Pero esto sólo se consigue con el esfuerzo diario por intentar que seamos mejores con todas las criaturas que nos rodean. Pero la codicia de algunos puso puertas al campo y consiguieron cuadricular la sierra con las alambreras, que no dejan comer a las reses las hojas de todos los montes cuando más lo necesitan, ni buscar querencias tranquilas para sus parideras. Pero entre tú y yo Candiles, gracias a Dios y a mi pluma, seremos capaces de levantar las cercas como un vuelo de libertad, y en nuestros escritos soñaremos que algún día seréis libres en todas las sierras, como cuando nos conocimos, y conseguiremos con nuestros sueños de libertad cantarle al aire del rocío una coplilla llena de sencillos versos repletos de amaneceres sin querencias obligadas, ni sustos que nuestro buen hacer no sea capaz de salvar.
Diecinueve puntas tengo a mi me llaman Candiles. Diecinueve puntas tengo. Ya tengo cien monterías y más de doce berreas. No hay montero que me tenga (Fandango a Candiles)
Te quiero Candiles, pero no prisionero de tu libertad. Te quiero como dos buenos amigos, donde sólo el aire de nuestra amistad sea capaz de encontrarse allí donde los cerros incómodos se conviertan en valles llenos de claros arroyos y portillos de hierbas tiernas que comer, junto a un barranquete que oculta querenciosos encames, donde hoy, tú y yo, de rodillas, ante un Niño, somos bendecidos para conseguir de su mano con olor a romero fresco, que nuestra amistad sea cada vez mayor y con ella lleguemos tan lejos como nuestros sueños nos lleven. Y en este punto te dejo, tras hablar de nuestras cosillas, no sin antes decirte que le hagas saber al fanfarrón del Puñales, que mi buen hijo y mejor montero, porque se hizo a mis pechos recibiendo lecciones de buen cazar desde que los mastines eran más grandes que él, está detrás de su rastro y que cualquier día, cuando más seguro esté en lo más sucio del monte, comiendo unas bellotillas de las dulces que tanto le gustan, quizá se encuentre con un buen susto. Pues su chulería se le puede acabar y se quede colgado entre los recuerdos de uno de los rincones de la blanca pared de nuestro Pabellón de Torremanzanas. No me gustaría estar en su pellejo, pero por la amistad que sé que te une a él, intentaré convencer a Felipe y hacerle olvidar poco a poco, entre conversaciones y consejos, para que deje a un lado la calentura que le ha dado, por lo que contó Puñales de él por Sierra Morena. Recibe un fuerte abrazo de este viejo amigo y montero. Felipe Choclán
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