Lejos quedan ya los rigores y las consecuencias de las penurias estivales. Por muy mal que la otoñada haya comenzado, los individuos han recuperado fuerzas y es muy diferente la composición de los grupos y las migraciones que éstos hacen entre el sustento diario y el encame. Ahora existe una cuestión por encima del resto en las ocupaciones de los jabalíes: el celo. Un celo que lo condiciona todo y que de alguna manera marca el arranque del ciclo en la especie.
Patricio Mateos-Quesada | 23/11/2008
Pero hagamos un recorrido por nuestros campos para observar, al menos de manera superficial, cómo están las cosas en aquello que al jabalí más influye. Y esto es la comida. La lluvia que haya caído será suficiente para que los campos verdeen, la tierra esté húmeda y lombrices y artrópodos subterráneos estén al alcance de la jeta de nuestro suído. Pero lo más destacable en este aspecto es la abundancia de frutos tanto de arbustivas como de arbolado. La castaña, sobre todo en las áreas más húmedas, hace su aparición y bien saben las poblaciones jabalineras dónde se cría este fruto y las propiedades nutritivas que ofrece, por lo que son buscadas con avidez. Perales, manzanos silvestres, uvas localizadas en huertos abandonados, están bien presentes en la memoria de cada uno de los jabalíes cuyas áreas de campeo tienen estos frutos, aún de manera esporádica. Un manzano aislado podrá estar acechado constantemente por algún jabalí solitario hasta el extremo de poder dormitar a su alrededor y acudir a su pie en el momento en que el sonido le indique que una nueva fruta ha caído del árbol.
Pero lo que más condiciona la biología de buena parte de los jabalíes peninsulares sigue siendo, como en octubre, la bellota de encina. La abundancia de este fruto permite los movimientos en los términos que ahora pasaremos a analizar, facilita la entrada en celo de buena parte de las hembras y condiciona también los movimientos sociales que en torno a estas hembras se van a producir a lo largo de este mes. Veamos uno por uno estos puntos.
Ley del mínimo esfuerzo

En esta época del año los navajeros ajustan cuentas y quedan establecidas las jerarquías entre ellos. © V. Guisande.
Uno de los intereses principales que motivan a un jabalí a establecer movimientos durante el transcurso de cada día es el alimento. En estos momentos podemos encontrar con que la naturaleza ofrece más alimento de lo que toda una población de jabalíes es capaz de acaparar; si únicamente ése es el objetivo fundamental de cada día, los jabalíes dormitarán en el punto más cercano al que se encuentren las bellotas. Éstas son especialmente abundantes en las dehesas frente al bosque de encinas. Uniendo ambos argumentos, podemos establecer que los jabalíes se encontrarán en el punto más cercano al lugar de acopio de alimentos, sirviendo para los encames, si el paraje es relativamente tranquilo, cualquier grupo de matas para que un grupo familiar o el más viejo de los machos se encame tranquilamente durante las horas de descanso. De esta manera los individuos ahorran energía y reducen tiempo y recorrido de desplazamiento, lo que siempre supone un riesgo desde el punto de vista de la predación. No son tan acuciantes los fríos como para que exista una distribución de los animales por umbrías o solanas, de tal manera que este factor no influirá en su distribución y nos asegurará el lugar de estancia de los individuos.
En este caso sucede lo mismo que con el jabalí y las manzanas comentadas en el caso anterior: si alguna dehesa con abundancia en bellotas posee alguna pequeña mancha o mariposa de matorral relativamente tranquila, podemos encontrar ahí mismo una densidad de jabalíes muy por encima de lo normal. No olvidemos que los jabalíes son animales gregarios y cuya separación en grupos responde, entre otras cosas, a la efectividad en la búsqueda de la comida; si ésta es abundante, no dudarán en encamarse a relativa escasa distancia y hacinarse en un pequeño pegote con otros congéneres.
El cénit del celo
Ya vimos en el mes de octubre cómo las primeras hembras entraban en celo. Repuestos los cuerpos de las estrecheces del estío —sobre todo en aquellos lugares donde el verano es la estación limitante en cuanto a recursos— éstos vuelven a aquellas tareas para lo que han sido diseñados: perpetuar sus genes. En buenas condiciones, por tanto, las hembras entrarán en celo, y buena parte de estas jabalinas lo harán durante el mes de noviembre. El celo, escalonado entre octubre y diciembre, de alguna manera clasifica la jerarquía de las hembras y ubica a cada una en función a su experiencia y a sus capacidades. Es muy posible que las jabalinas más viejas y experimentadas, aquéllas con áreas de campeo más favorables, comenzarán el celo en primer lugar, durante octubre. Ahora entrará el montante global de las hembras líderes de cada grupo y ubicarán el máximo de actividad del celo en noviembre. Diciembre será sobre todo para las guarras de jerarquía menor e incluso, si el año ha sido bueno y esto se refleja en el peso de los individuos, podrían entrar en celo las hembras nacidas esta primavera.

Durante la época reproductiva, los machos no se separan de los grupos de hembras a la búsqueda de una jabalina receptiva. © Guy Fleury.
Obviamente esto condiciona la disposición de los grupos. Los olores que emanan de las jabalinas que entran en celo y que inundan el monte, tiene a los machos ajenos a otra preocupación que no sea la búsqueda de la fuente de este olor. Ya fue en octubre a más tardar cuando estos jabalíes expulsaron de los grupos familiares a los machos jóvenes que aún andaban con sus familias; podrán o no volver con ellas, pero lo más fácil es que comience aquí su vagabundeo, solos o con sus hermanos. Al igual que sucede en otras especies de ungulados, y tal y como hemos comentado antes, la disposición de estos machos errantes será la de moverse lo menos posible: si localizan un área pequeña en donde sus necesidades están cubiertas y no son agredidos por otros machos, podrán permanecer en ella durante unos períodos que pueden comprender varios meses. Después se irán moviendo por las áreas que conocen y, con la experiencia acumulada, podrán ir prospectando por nuevos lugares de campeo, hasta que definan esta zona de manera definitiva y la recorran de manera cíclica conforme pasan las estaciones. No olvidemos que si un jabalí tiene cubiertas sus necesidades en un recorrido completo, no hará por variar ese trayecto a lo largo de toda su vida.
Pero seguimos con los machos adultos. Olvidadas están las estrategias que los separan de los grupos de hembras durante buena parte del año, pues ahora sólo prima el más básico y ancestral de los instintos: la reproducción. Por ello los machos no abandonan a las hembras y olisquean el aire de manera insistente en busca de jabalinas receptivas. Es en este período del año cuando, en lo más profundo del bosque, los navajeros ajustan cuentas y quedan establecidas sus jerarquías: caninos y escudos dorsales serán fundamentales en estos ajustes, ajustes que incluso pueden darse entre machos que, fuera del celo, dormitan y campean por áreas similares y, por tanto, se conocen. Pero, en este caso, el interés que tienen por las hembras les lleva al enfrentamiento directo, en tanto que ninguno de los contendientes, si las fuerzas están igualadas, rehúsa a su derecho.

Para lograr una exitosa montería de guarros es necesario conocer cuáles son las áreas con más bellota en el suelo: ahí estarán...© Valentín Guisande.
Son los machos principalmente los que, embutidos en estos quehaceres amorosos y de rivalidad, frecuentan las bañas. No cabe ahora pensar en que el objeto de la baña sea la termorregulación o la eliminación de ectoparásitos, sino que más parece estar relacionado con el conjunto de señales que entre miembros del mismo sexo o de sexo contrario, pueda existir. El sistema comunicativo en el jabalí aún no está resuelto en su totalidad; en él forman parte sonidos y señales visuales, y parece jugar un papel importante la señalización hormonal contenida en orina y saliva. Este último tipo de señales son las que mejor hablan de las condiciones de cada individuo —al expresar la condición física de sí mismo—, y esto le sitúa en una posición de lucha por las hembras. En todo caso, las investigaciones en este sentido deben seguir para dilucidar de manera más concisa estos aspectos de la biología del jabalí.
Apuntes para la gestión
Visto lo expuesto hasta ahora, pueden obtenerse suculentas recetas para la obtención en batidas y monterías de mejores resultados, si cabe, con respecto a pasados lances en donde se organizaba la caza sin tener en cuenta tales argumentos. En los casos en los que el jabalí sea el invitado principal de las reses abatidas, cabe reflexionar sobre lo expuesto hasta ahora; si el ciervo es el objeto central de la montería o batida, bien puede complementarse con un buen resultado en jabalíes.
Insistimos en que los conceptos de umbría y solana no deben tenerse en cuenta en este mes, a no ser que se presente excepcionalmente frío. Lo que el gestor debe considerar para ubicar la superficie y el momento de la montería es el instante en el que la castaña o bellota ya se encuentran en el suelo. Las manchas más inmediatas serán las que soporten la carga preferente de reses de jabalíes, hasta tal punto que una montería extensa puede focalizar el éxito de la misma en una escasa porción de terreno donde los participantes disfrutarán sobremanera, a costa de aquellos más alejados de los lugares de alimentación.
Es muy posible que los lugares en los que se ubiquen las áreas a batir sean definidos meses antes de la montería; en este caso, y sin dejar de tener en cuenta que los jabalíes se encuentran próximos a los lugares de alimentación, los gestores deberán predecir cuál será el lugar óptimo dependiendo de la previsión en la cantidad de bellota y el tiempo de caída al suelo: cuanto más acierte en este sentido, más posibilidades habrá de que el éxito se asegure.

En noviembre (a no ser que se presente excepcionalmente frío, las diferenciaciones entre umbría y solana no deben tenerse en cuenta.© Antonio Mata.
Podemos incluso matizar, tal es la seguridad que conduce a este argumento, el modo en el que la montería puede disponerse. Considerando el punto en el que los jabalíes van a estar encamados, las grandes extensiones que sobre todo las monterías pueden tener, podrían reducirse para concentrar el esfuerzo sobre ese lugar o esa mancha concreta. Quizá esto no pueda ser así debido a compromisos adquiridos o a la posibilidad económica que supone un evento como éste, pero, en todo caso, sí se podrán cargar determinadas manchas y ser batidas de manera lenta y pormenorizada para extraer de ella a los viejos navajeros, que aprovecharán el enredo de los perros con las hembras de menor rango, sobre todo, para escabullirse una vez más. Las jabalinas viejas de estos grupos también serán un buen acicate en el resultado de la montería y será escasa la resta que, en términos de renuevo, tenga para el año próximo la eliminación de un porcentaje de esta clase de edad.
Este manejo permitiría, además, que aquellos jabalíes machos de menor edad escapen con más facilidad del lance de este día. De esta manera favorecemos la existencia de un futuro para la cantera de los navajeros al permitir que estos individuos, que en muchas ocasiones no alcanzan el año de edad, escapen del cerco tendido.
Patricio Mateos-Quesada (Biólogo)
Este artículo pertenece a la serie
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