Anabel, la rastreadora más joven acreditada por AEPES

Anabel, la rastreadora más joven acreditada por AEPES

Con tan sólo 9 años, Anabel ha cumplido un sueño. Se ha convertido, junto a su fiel compañero, en la rastreadora más joven acreditada la Asociación Española del Perro de Sangre. Hablamos con su padre para conocer su historia.


El relevo generacional es vital para la actividad cinegética, incluso podríamos considerarlo el aspecto más importante. Sin relevo, no hay futuro.

La caza afronta uno de sus peores momentos. Con una sociedad urbanita desconocedora de la actividad; los anticaza radicales dispuestos a terminar con ella y la mala praxis de algunos, el futuro se augura muy negro.

Una oscuridad que se volverá luz si los que hoy son niños y jóvenes aprenden a amar la naturaleza y caza como lo hemos hecho nosotros. Darles información para que sepan, experiencias para que vivan y libertad para que decidan. Ese es el camino.

Abdon Cabeza ha sabido poner a su hija en él y su acreditación como rastreadora con tan sólo nueve años son la mejor prueba de ello.

Abdon, Anabel y Nanuq.

Conocemos a Anabel

Una niña con una fuerza interior aplastante, mucho amor propio y un corazón inmenso. Aficionada a los perros desde que tiene uso de razón, siempre ha demostrado tener una sensibilidad especial a la hora de relacionarse con ellos. Con muy pocos años empezó a manejar y rastrear con Troncha, una alana de su padre. Bajo sus directrices y atendiendo a sus consejos, fue adquiriendo las nociones básicas del rastreo. “Cómo marcar un rastro y cómo conducir al perro e interpretar las señales que permiten saber si el can va bien o no” —señala Abdon.

Anabel de pequeña junto a Nanuq.

La misma pasión que tiene por el mundo del perro también la siente por la caza. Su naturaleza curiosa, sus ansias por aprender y su buena memoria han hecho que a tan corta edad, tenga amplios conocimientos sobre el campo. Tantas horas de monte compartidas con su padre y los perros han dado pronto sus frutos. Por si fuera poco, también “es aplicada en los estudios, que es lo más importante”-señala su progenitor.

Al poco tiempo de nacer Anabel, llegó Nanuq, una pequeña bola de pelo color marrón que, sin ella saberlo, se convertiría en su mejor amigo. Mano a mano, o mejor dicho, “mano a pata” fueron creciendo juntos.

 

Su inseparable

Nanuq es un alano español descendiente de otros ejemplares que habían tenido en casa de Anabel, “en una selección meticulosa durante casi treinta años” —señala Abdon.

Pese a su poderosa apariencia física y a la fuerza propia de su raza es un alano muy equilibrado, de fácil manejo. Desempeña todo tipo de funciones, tanto de campo como cinegéticas. Al igual que su joven dueña, lo que más le gusta es rastrear y ha demostrado su valía recuperando multitud de piezas a lo largo de su vida.

Juntos hacen un tándem sorprendente ya que pesa más el perro que Anabel, y sin embargo, la dulzura y el cuidado que se muestran mutuamente, son dignos de elogio. Son inseparables.” —asevera el orgulloso padre.

Anabel y Nanuq.

Los inicios del binomio Anabel-Nanuq

El primer entrenamiento que realizó Anabel con Nanuq se basó en conocer al perro en un rastro artificial para aprender a interpretarlo y conducirlo. Aunque siempre acompañó a su padre en los entrenos de otros perros, y pronto quiso coger las riendas con Nanuq, primero tuvo que aprender a manejar la traílla por sí misma y desde los tres años trabajó duro con su maestra Troncha. La perra dio una confianza a la pequeña que le facilitó mucho las cosas con el joven y poderoso Nanuq.

El entrenamiento se realizaba con gotas de sangre y una pezuña. En ocasiones el rastro lo marca la propia Anabel y otras, su padre. Sea uno y otro el que lo trace, la distancia suele rondar siempre el kilómetro y las veinte horas de antigüedad.

Anabel junto a Troncha.

Llegó la hora de competir

Los entrenos, en primera instancia, eran para aprender y divertirse, pero el destino puso en su camino una de las pruebas de acreditación organizadas por AEPES. ¡Bendito destino! No podía haberlo hecho mejor. Una vacante de última hora dio a la pequeña la oportunidad de demostrar que estaba preparada para ser una rastreadora más, pese a su corta edad. No compitió en categoría junior, sino en la de adultos algo que merece y mucho la pena destacar.

Al principio no era consciente de lo que suponía la prueba, así que la tomaba como una diversión, como una oportunidad más para rastrear con su perro.

A medida que se acercaba el día empezó a tener nervios. Las dudas típicas de cualquier niño, “que si no iba a ser capaz, que si le daba vergüenza… mil dudas que yo siempre le despejé, animándola y apoyándola. Sabía que lo haría” —cuenta su padre.

 

Los últimos consejos

La noche previa a la prueba no pegó ojo. Cuando sonó el despertador no tardó un segundo en levantarse. Se preparó rápida como un rayo y corrió a ver a su alano. Un paseo con él, un buen desayuno y a escuchar las normas que regirían la prueba.

De camino a la zona de rastreo, su padre aprovechó para darle los últimos consejos: “Si hay una cuesta deja que tu perro te ayude a subir, agárrate a la traílla; si ves que es una zona muy difícil de andar, suelta al perro para que no te tire. Sobre todo, confía en ti y en Nanuq, que lo tienes bien entrenado”-recuerda su padre las palabras entonces.

Iniciando la prueba.

Una prueba envidiable

La complicidad de ambos, las horas de entreno de Nanuq y los conocimientos de la joven rastreadora dieron lugar a una prueba envidiable. Unas elevadas temperaturas y un terreno abrupto, no era el escenario ideal para una niña, sin embargo, Anabel demostró tener una fuerza más propia de un adulto.

Tal y como trasladaron a su padre los jueces, el entendimiento entre ambos llamaba la atención, no hubo ni un tirón de correa. Anabel condujo a Nanuq de manera que parecía ir por railes sobre el rastro. Indicando cada indicio, muestra de sangre o huella del camino, con una seguridad pasmosa, la niña fue completando el recorrido.

“En una de las ocasiones el alano se desvió del trazado para dirigirse a un arroyo aún sabiendo por dónde tenía que ir. Anabel demostró conocer a su perro perfectamente, observando el cambio de la posición de la cola y la manera de moverse, lo interpretó con gran rapidez y le dijo: no, Nanuq, no, al rastro.” —cuenta su padre.

El perro obedeció la orden sin dudar un segundo, y el equipo completó el recorrido sin mayor dificultad.

Fin de recorrido.

Dos de cuatro

Abdon ejercía de juez con otro equipo por lo que estaba ajeno a lo que ocurría con su hija y Nanuq. Cuando le comunicaron que la pequeña había superado el examen se emocionó. Sentía un orgullo inmenso, rebosaba felicidad. Sólo dos de los cuatro equipos que se habían presentado, habían logrado acreditarse y uno era el de Anabel. Se había convertido en la rastreadora más joven de la historia de AEPES y Nanuq en el único alano que por el momento ha superado esa prueba.

Logrado.

Ya realizó su primer rastro real como conductora acreditada. Concretamente uno de dos kilómetros de un ciervo herido que había saltado una alambrada. Pese a la dificultad, Anabel y Nanuq consiguieron encontrarlo.

“Está deseando salir a realizar más rastreos, que esperemos no tarden en llegar”- cuenta su padre. Seguro que a este joven binomio le quedan muchos rastros que seguir, muchos animales que encontrar y muchas alegrías que dar. Son el más claro ejemplo de que con trabajo y esfuerzo, los resultados llegan.

 

Enhorabuena Anabel, Nanuq, y también Abdon.

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