Abate un asombroso corzo con peluca en la provincia de Ourense
Crónicas de caza

Abate un asombroso corzo con peluca en la provincia de Ourense

Un joven cazador, en compañía de su pareja, logra dar caza a un gran corzo peluca. Sin duda, un ejemplar único.


La inteligencia del “Duende del Bosque”, unido a su naturaleza esquiva, hacen que su caza sea difícil y emocionante. Sobre todo, esto último, y sino ¡que le pregunten a los protagonistas de la historia que os traemos a continuación!

El cazador

Pedro José Martínez, es un cazador gallego de 35 años que lleva dedicándose prácticamente toda la vida a la actividad cinegética. Heredó su pasión de su tío, quien además de cazador, era propietario de una rehala y organizador de jornadas cinegéticas.

Con tan sólo 12 años, Pedro ya le ayudaba en la organización de monterías y batidas y, con 16, ya ejercía de guía en pos de los “Duendes del Bosque” gallegos. Tras formarse como Agente Forestal, Martínez se especializó en Gestión Cinegética en Toledo, para, de esta forma, convertir en profesión la que era la mayor de sus pasiones.

Aunque le fascinan todas las modalidades, y valora cada una de las especies cinegéticas, el corzo se ha ganado un hueco especial en el corazón del cazador. La “terriña”, tira mucho, por lo que siempre que puede disfrutar de las típicas batidas gallegas en compañía de su gente. Disfruta de esa caza tradicional, natural y algo salvaje.

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Un rececho en pareja

En la tarde de ayer, Pedro salió al monte en compañía de su novia, Thais. La joven, que nunca había ido de caza, quiso conocer la actividad desde dentro y alejarse así, de los prejuicios que hoy en día inundan las calles y las redes. Y qué mejor que hacerlo en compañía del que es, además de un experimentado cazador, el amor de su vida.

Nos contaban que estaban a más de 30 grados, mucho calor para ser el norte. Esperaron a que fueran las seis y media para poner rumbo al monte. Comenzaron caminando por la margen de un riachuelo que, según narraba Martínez, suele ser bastante frecuentado por los corzos al tratarse de una zona fresca. Pasaron una hora prismáticos en mano, silenciosos y muy atentos, en busca de algún ejemplar por el que cargar el rifle.

Rifle que por cierto era un Merkel Helix cal.300 win mag con un visor Zeiss de 3-18x50 con una munición Hornady sst de 180gr.

Pese a reclamar en un par de ocasiones, y ver algún que otro corzo, ninguno se les puso “a tiro”, razón por la cual decidieron ya pasadas las 8 y media de la noche, cambiar de cazadero.

Alea jacta est

La pareja decidió apostar por unas talas de pinos “bastante querenciosas para los corzos”. Empezaron a caminar a paso ligero, la noche les acechaba.

A pocos metros, vieron una corza… echaron un vistazo, por si estaba acompañada, pero resultó que no, por lo que siguieron caminando.

Unos metros más adelante, divisaron una silueta que no los dejó indiferentes. Tras mirar por los prismáticos observaron una peluca que los dejó boquiabiertos. Y no era para menos.

“¡Qué peluca!”-musitaron prácticamente al unísono.

“¡Que suerte!- pensó Martínez- la primera vez de mi chica y ve un animal así”.

Tras valorarlo convenientemente, Pedro se dio prisa para apoyar el bípode y afianzar el rifle. Como buen conocedor de los corzos sabía que no les daría mucho tiempo, y debían aprovechar la oportunidad. Su novia mantuvo la calma pese a que los nervios de presenciar por primera vez un lance, eran inevitables.

El cazador ajustó los aumentos, respiró profundo, y cuando lo vio claro, disparó.

Un disparo perfecto que brindó a la pareja un lance inolvidable y un trofeo que… ni que decir tiene.

La peluca

Thais estaba tan impactada que el propio Pedro, tras fundirse en un emotivo abrazo, le agradeció haberla invitado a vivir una experiencia así. No dudó un minuto en salir corriendo hacia el animal, una vez el cazador verificó que “había caído”.

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Al llegar, no se lo podían creer… era aún más bonito de lo que aparentaba. Tras hacer algunas fotos, y alguna que otra llamada para compartir su alegría con los amigos más cercanos, cargaron la pieza y emprendieron el camino de vuelta.

La peluca decoraría la pared de su hogar y el total de la carne sería aprovechada para autoconsumo. “Consumir la carne es la mejor manera de honrar al animal, en mi casa nunca se ha contemplado dejar una pieza en el monte. La caza se saca siempre”.

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