Con la predación existente es imposible la recuperación del conejo y la perdiz

Con la predación existente es imposible la recuperación del conejo y la perdiz

Durante 32 años, Francisco Domínguez Toribio, más conocido como Paco Cachacha, fue el responsable, en Medio Ambiente, de la caza en Huelva durante 32 años, concretamente desde 1985 hasta su jubilación en 2017. Durante estos años ha conocido de primera mano la evolución de la caza y los cazadores, de sus problemas y sus soluciones, unas soluciones que muchas veces no venían porque «la caza y el medio ambiente se han politizado y el político es más amigo del ecologista que del cazador».


Actualizado

—Usted ha estado toda su vida recibiendo a cazadores que venían principalmente a resolver dudas sobre qué podían hacer y qué no, a presentar solicitudes o pedir permisos administrativos ¿Qué es lo que más preocupaba a los cazadores?

—La caza, desde que yo me ocupo de ella, ha pasado por varias fases. Al principio la caza menor era abundante y los cazadores no tenían enemigos, incluso se podía presumir de cazador. Pero llegan las primeras asociaciones ecologistas, los primeros enfrentamientos. Los ecologistas fueron ganando terreno, cuando no son ni el uno por ciento de los cazadores, pero los políticos le dieron fuerza, poco a poco fueron ocupando puestos en la Administración y la caza siguió denostándose, y esta animadversión acabó trasladándose a la propia gestión cinegética. La propia Administración ha abandonado la gestión de la misma. Me explico: la caza menor necesita trabajos continuos que incluye un efectivo control de predadores, que ya no se hace porque no es políticamente correcto, y ahora los predadores son tantos que el equilibrio natural se ha roto. El conejo y la perdiz casi han desaparecido en la provincia de Huelva y me consta que pasa lo mismo en todas las regiones. Y a los predadores tradicionales se une ahora también el jabalí, cada vez más abundante en toda España.

—Hombre, las enfermedades del conejo también habrán influido.

Con la predación existente es imposible la recuperación del conejo y la perdiz

Paco Dominguez ha sido durante 35 años el representante de la caza en Huelva. Es también un gran amante de la perdiz con reclamo

—Sí, pero no son tan determinantes. Me explico: la neumonía, cuando ataca, deja con vida aproximadamente al sesenta por ciento de los individuos, y ese sesenta por ciento, dada la prolificidad del conejo, recuperaría la población. La mixomatosis es cada vez menos letal y en condiciones normales se salvarían la mayoría de los conejos, pero como durante unos días están torpones y hay tantos predadores no dejan ni uno.

La caza menor está reñida con una predación abundante. Creo que habría que controlar determinadas especies como zorros, meloncillos y jabalíes. Pero como la Administración no se fía de los cazadores y no autoriza métodos de control muy efectivos y selectivos como las cajas-trampa o los lazos con tope, el problema sigue sin resolverse. En Ciudad Real, en la finca La Garganta, nada menos que de quince mil hectáreas, se puede ver el efecto positivo que el control de predadores tiene para la caza menor. En la finca, una malla impide el paso de jabalíes a una zona donde abunda la caza menor. La malla no deja pasar a los jabalíes. Todas las demás especies de mayor y predadores pueden pasar, pero estos últimos también se controlan con métodos selectivos y no veas la diferencia, la caza menor abunda, y hay registro de 47 linces y 18 parejas de águila imperial, predadores que sí merece la pena conservar, mientras que en la otra parte sólo prolifera la caza mayor. A Doñana, que al principio de su creación tenía miles de conejos y un gran número de linces, le pasa lo mismo, pero en grado sumo. En Doñana el exceso de zorros, meloncillos y jabalíes, que se encuentran en su máxima abundancia, ha conseguido hacer desaparecer conejos y perdices, que es la alimentación preferida y casi exclusiva de los linces y las rapaces, entre ellas el águila imperial. Asimismo, los jabalíes destrozan el 75 por ciento de los nidos de todo tipo de acuáticas, que los construyen en los alrededores de las lagunas y marismillas, que son principalmente las zonas donde campea el jabalí, provocando una gran predación. Cuando los terrenos de Doñana eran privados la guardería mantenía a raya a muchos predadores, sobre todo los más oportunistas. Hoy, como es parque nacional y la filosofía de estos territorios es que la misma naturaleza busque sus equilibrios sin intervención humana, será imposible que el conejo se recupere ni tampoco el lince. Además, Doñana tuvo siempre tanta vida gracias al manejo del hombre.

—Me figuro que usted habrá notado ese creciente rechazo social, y también administrativo, hacia la figura del cazador.

—Como ya he dicho, sobre los años 80, la caza menor abundaba y estaba bien vista. Hasta podías presumir de cazador. Pero comenzaron a aparecer los primeros ecologistas, los políticos se pusieron de su parte, han vendido muy bien su discurso anticaza y el cazador ha perdido todo su prestigio social. La caza se justifica y mantiene sobre todo por la riqueza y los puestos de trabajo que genera, pero como este argumento decaiga, los cazadores lo vamos a pasar mal.

—Todo se ha politizado, y más la caza y el medio ambiente. Y esto ha acrecentado el rechazo y la desconfianza del cazador hacia la Administración porque generalmente siempre restringe su actividad, y muchas veces sin razones convincentes. ¿Cree usted que esto es así? O dicho de otro modo, ¿cree que muchas limitaciones a la caza se imponen más por presiones de ciertos colectivos o por imagen, que porque de verdad hagan falta?

—Como bien dice, la caza está muy politizada y desde la Administración se prefiere ser amigo del ecologista que del cazador. Y el cazador ha perdido su sitio. Y sin embargo nunca los cazadores han estado mejor formados que ahora. Los cotos se gestionan cada vez mejor y los cazadores han asumido que una buena gestión conlleva recortes, y los asume. Pero por eso mismo no acepta que haya recortes caprichosos, sin justificaciones razonables, fruto más bien de las imposiciones de ciertos colectivos. Por eso creo que el cazador debe asociarse más, luchar juntos, porque muchas veces es una batalla política que se ganará en ocasiones en la calle y en los medios de comunicación, pero para que esto ocurra el cazador tiene que unirse, asociarse y, si hace falta, movilizarse.

—¿Cree que si la caza hubiese dependido de Agricultura y no de Medio Ambiente, le hubiese ido mejor?

—Creo que hubiera pasado lo mismo porque gran parte de los problemas o la falta de soluciones a los mismos está en la cúspide de la Administración, donde manan unos criterios u otros. Quien ocupa esos puestos tan políticos se va a dejar asesorar por lo políticamente correcto, o sea, por el anticaza antes que por el cazador.

—Usted cree, y lo dice abiertamente, que con la alta predación existente y las limitaciones que impone la Administración para controlarla es imposible la recuperación del conejo y la perdiz. ¿Tiene datos que lo confirmen?

—Hace años, en muchos cotos del Andévalo onubense, se mataban ocho o diez conejos por hectárea y hasta una perdiz por hectárea. Hoy la media está en una perdiz por cada cien hectáreas y el conejo simplemente ha desaparecido de muchos cotos. Y no ha sido culpa de los cazadores, al revés, muchos cazadores dejaban de tirar ese conejo que les entraba por ver si se recuperaba la especie y nada, se han quedado sin ellos. En muchos cotos de Huelva se han hecho muchos proyectos de recuperación con majanos, siembras, etc., y ninguno ha triunfado, salvo algún caso en el que, por las razones que sean, la predación fue menor. Lo que he contado de La Garganta es otra prueba de lo que digo.

Hay cosa curiosa que pasa en la provincia de Huelva. En la zona donde se vertieron miles de toneladas de fosfoyesos, residuos químicos muy contaminantes e incluso radioactivos según algunas fuentes, hay una buena población de conejos. ¿Cómo es esto posible?

—Lo que ha pasado ahí tiene su justificación. Los fosfoyesos se echaron entre la orilla del río Tinto y Huelva, que eran marismas, pero antes en esa zona, hace ya más de veinte años, se echó mucha tierra fértil y se hicieron algunas repoblaciones forestales, y como no había predación, fueron apareciendo algunos conejos que se fueron reproduciendo sin problemas. Y los fosfoyesos se ve que no les ha perjudicado. No sé si esos conejos tendrán una alta toxicidad, pero la realidad es que hay miles de conejos y no pocas perdices. Aquí no hay predadores porque es una zona rodeada por las fábricas, el río Tinto y la propia ciudad de Huelva. Esta inexistencia de predadores explica también esas plagas puntuales de conejos, que suelen ocurrir en zonas de poco monte, de campiña, terrenos agrícolas con pocos predadores. Estoy seguro que algo tiene que ver. Fíjese que esas plagas nunca se producen en zonas de mucho monte.

—Usted es también un gran aficionado a la perdiz con reclamo. ¿Temió que alguna vez ‘su’ consejería le prohibiera su modalidad de caza? ¿Cree que la caza de la perdiz con reclamo tiene los días contados?

Con la predación existente es imposible la recuperación del conejo y la perdiz

Paco Domínguez es de Moguer, donde vive y su lugar en el mundo Aquí lo vemos posando junto a la casa-museo del poeta premio nobel de literatura, natural también de este bello municipio onubense

—Al menos en Huelva la perdiz con reclamo es una de las modalidades con más fuerza. Todo aquel que llega a practicarla queda atrapado por su embrujo. La prefiere incluso si coincide en fechas con otra modalidad. Bueno, el perdigón en Andalucía ha pasado por varias etapas y ahora creo que está más legitimado que nunca.

Hasta 1971 no se pudo cazar legalmente el reclamo, pero la aparición ese año del Reglamento de Caza que desarrollaba la Ley de Caza del 70, lo permitió por fin. Empezaron entonces a salir las leyes autonómicas de caza y en la que legisló Andalucía en 2003 no aparecía contemplada la perdiz con reclamo como modalidad. Menos mal que también se decía que quedaban autorizadas esas otras modalidades que fueran tradicionales en la zona, y el reclamo lo era sin duda y por eso siguió permitiéndose. Pero entonces un grupo ecologista denunció en Europa que en algunas autonomías como Andalucía, Extremadura y Murcia se estaba cazando el reclamo en época de celo. Ante esto, estas tres autonomías se unieron para hacer un estudio que demostró que cuando se caza el reclamo, no es época de celo. El mismo Convenio de Berna dice que no se puede cazar ningún animal en época de celo, y que este periodo de celo termina, según el mismo convenio, 41 días antes de la puesta de los huevos. Entonces estas tres autonomías, la Federación Andaluza de Caza y la Universidad de Córdoba iniciaron un estudio muy bien pensado que demostraría que el reclamo no se practicaba en el periodo de celo. Para ello la Consejería de Medio Ambiente de Andalucía eligió dos agentes en cada una de sus muchas áreas cinegéticas, se eligió un itinerario fijo y todos los días durante el periodo de reproducción y crianza lo recorrían apuntando las perdices que veían, y su estado, si estaban emparejadas, sueltas o si tenían pollitos y la edad de los mismos. Con estos datos y en función de las fechas, se restaban esos 41 días, demostrándose que el reclamo en Andalucía se cerraba antes de ese periodo de celo. Europa archivó la denuncia ecologista y el reclamo cuenta hoy con todas las de la ley, y su supervivencia está a salvo.

—¿Cree que la caza sin muerte de fringílidos —pararillos— con red, hoy prohibida, perjudicaba a las poblaciones naturales, como suelen decir asociaciones ecologistas?

—Está claro de que no. La caza o captura —de hecho sus practicantes son capturadores— de fringílidos con red estaba regulada perfectamente, con cupos de capturas insignificantes. No había ningún problema, hasta que el tema se politizó, como tantos otros temas. De hecho, desde esta prohibición, la población de fringílidos ni ha aumentado ni disminuido. Está claro que quien está acabando con los pájaros son otros factores, como la recolección de determinados árboles frutales, que malogra muchos nidos, por ejemplo, o ciertas fumigaciones, o el envenenamiento general de nuestra naturaleza.

—En su provincia es muy habitual hacer comederos para cazar la tórtola. ¿Qué opina de estos comederos, siempre polémicos? ¿No sería bueno hacerlos desde primeros de mayo, que es cuando la tórtola viene de África a criar, facilitando esta labor, y que otros muchos pájaros crien también mejor?

—El problema real de la tórtola es que no viene como antes. Antes el norte de África era un erial y ahora hay todo tipo de cultivos y ya no tiene la imperiosa necesidad de cruzar el Estrecho para sobrevivir y criar, y encima se cazan tanto por cazadores nativos como venidos de otros países europeos. Si antes venían cien ahora vienen quince, y si alguien hace un comedero en una zona donde no hay otros cerca, puede concentrarlas. También el comedero las ayuda a criar. A lo mejor habría que autorizar los comederos que se hagan con más anterioridad, pero ya digo que el problema de la tórtola es que ya apenas viene.

—Un consejo de un jubilado de Medio Ambiente al que todos querían y echan de menos para que cazadores y Administración se respeten y caminen juntos en pro de la verdadera conservación del campo.

—Tengo que reconocer que el cazador de ahora está muy bien formado y sabe gestionar, y esto es muy importante a la hora de obedecer o exigir al legislador. Por eso mismo el cazador no es ya un ignorante que puede comulgar con ruedas de molino, no. Hay que explicarle por qué se adopta una medida y no otra. Pero también tiene que entender que muchas veces el problema es político y ante esto no queda más remedio que asociarse y movilizarse cuando haga falta, y sobre todo estudiar de donde vienen los problemas e intentar darles la solución que toque, ya sea técnica o política.

Comparte este artículo

Publicidad