Zorzal Charlo
Las aves de España

Zorzal Charlo


Al mayor de nuestros zorzales se le ha aplicado el nombre científico por su afición a las pegajosas bayas del muérdago; su nombre vulgar lo debe al característico grito de alarma, «charr-charrl». El canto es ruidoso y resonante; no tiene la melodía de la aflautada voz del Mirlo Común ni las frases elegantemente repetidas de la del Zorzal Común, pero a menudo es la más agradable música alada que puede oírse en un día de enero. El Zorzal Charlo es un nidificante temprano, y en su voluminoso nido, bien visible en lo alto de un árbol, puede haber huevos a finales de febrero, mucho antes de que haya hojas para ocultarlos; en esta época, el ave, siempre precavida y suspicaz, se torna muy agresiva; puede atacar a personas o a aves que se acerquen demasiado al nido e incluso lanzarse para asustar a un gato. Tras la estación de cría, los Zorzales Charlos se trasladan a zonas abiertas, vagando en grupos familiares y alimentándose de muérdago y otras bayas, lo que les permite resistir perfectamente el invierno. Sólo cuando se producen intensas nevadas puede agudizarse alarmante- mente el problema de la alimentación de este gran zorzal.

Familia:Muscicápidas
Nombre cientifico:Turdus viscivorus
Orden:Passeriformes
Caza:Especie Cinegética
Longitud:27
Habitat:Parques y jardines
Identificación:Partes superiores pardo grisáceas; inferiores, muy claras y bastante moteadas; rectrices externas blancas. Se distinguen del Zorzal Común por manchas más destacadas, mayor tamaño y postura a menudo más erguida; sexos iguales.
Nidificación:Ambos sexos construyen voluminoso nido en forma de copa, con hierbas, palitos, tierra y musgo, en general en árboles y a bastante altura; pone, a finales de febrero hasta junio, 4 huevos, azul claro a leonado, con puntos y manchas pardo rojizas; incubación, por la hembra sólo de 13 a 14 días; los pollos, cebados por ambos padres, vuelan tras 16 días; normalmente dos crías.
Alimentación:Frutos y bayas; insectos y sus larvas, lombrices, caracoles.

El mayor de los zorzales que se reproducen en la Península Ibérica, el Zorzal charlo Turdus viscivorus no es tan conocido como el Zorzal común Turdus philomelos, pero como él posee un plumaje llamativo, en especial en sus partes inferiores que están profusamente marcadas con manchas grandes, las de la garganta y parte superior del pecho de característica forma acuñada o acorazonada invertida y las del resto muy redondeadas. Estas manchas destacan bien sobre el fondo pardo blancuzco o beige amarillento de las plumas. Las partes superiores son muy grises y su tono es más acusado si se compara con el de las del Zorzal común, claramente parduzcas. Cuando vuela es fácilmente reconocido por la cola muy larga con las puntas de las dos rectrices externas de cada lado blancas, que se ven mucho, aunque en algunos ejemplares son más bien grises. También es buen detalle el color blanco que se observa debajo de las alas, no pardo dorado como en el Zorzal común. En el invierno, cuando nos sobrevuela puede ser confundido con el Zorzal real Turdus pilaris entonces presente en nuestros campos, pájaro también muy grisáceo y de axilas blancas pero con la cola mucho más oscura, aparte de otras notables diferencias en el plumaje de la espalda. Turdus viscivorus tiene el pico pardo oscuro con la base de la mandíbula inferior amarilla; las patas y pies son pardo amarillentos y el iris de los ojos pardo. Ambos sexos tienen igual plumaje y los jóvenes son más pardos por encima, menos grises y cada pluma con el extremo muy oscuro, pero el centro es crema o blancuzco. Las partes inferiores son como las de los adultos, aunque con ligeras variaciones, a saber: mentón y centro de la garganta sin manchas y las del resto más pequeñas; cabeza con puntos blancuzcos y dorso con manchas blancas. Muda completa entre agosto y octubre, adquiriendo el plumaje de adultos.

Vuela de forma inconfundible, con potencia y rapidez, cerrando las alas a intervalos regulares y siguiendo una línea recta. Como vive con preferencia en bosques de grandes árboles, ha desarrollado una tendencia a volar a gran altura, muy a menudo a más de 30 metros del suelo. Permanece mucho tiempo posado en el suelo por el que corre con rapidez, pero en sólo un corto trecho, parándose a intervalos y ladeando la cabeza para examinar algún posible insecto o presa. Permanece quieto, completamente inmóvil unos instantes para a continuación recorrer otro trecho, esta vez en una serie de rápidos saltos. Cuando está parado en el suelo permanece erguido con la cabeza levantada y la cola hacia abajo, tocando a menudo el suelo, lo mismo que las alas que también entreabre y deja colgando. Sacude la cola y las alas si está alarmado o excitado por la presencia de un depredador o intruso. Es tímido y escondedizo y en época de reproducción muchos charlos no dejan que nos aproximemos ni siquiera a 100 metros. Otras veces, sobre todo mientras canta, es fácil llegar hasta debajo de su posadero y observarle atentamente. En los bosques antes de la cría se le puede ver solitario, en parejas o en pequeños grupos, pero durante el otoño e invierno es muy gregario, concentrándose muchos y desde luego juntándose a otros zorzales que vagan por campos y rastrojos. Su hábitat preferido es el bosque, no rehuyendo los de coníferas, pero siendo más numeroso en los de especies caducifolias. En la Península Ibérica prefiere bosques de montañas sobre todo de hayas. Allí alcanza una gran densidad, superior con mucho a la del Zorzal común en el mismo biotopo. A pesar de su timidez es muy fiero atacando a otros pájaros que se aproximan a su nido o compiten con él por algún alimento. Cuando se acercan a las manzanas caídas en el suelo en los últimos días del otoño, organizan entre ellos verdaderas peleas. Tan bravo es, que durante la nidificación ataca incluso a los observadores que se acercan a contemplar su voluminoso nido, pero sus vuelos rápidos no llegan siquiera a rozarnos.

Su voz es monótona por lo repetida, pero suena muy agradablemente en las soledades de nuestros bosques de montaña cuando rivaliza con el Petirrojo Erithacus rubecula. Sorprende escucharlo a veces en días soleados del mes de noviembre, aunque entonces su canto no es tan puro y quizá al ser corto resulta también un poco menos monótono. En esencia su canto consiste en silbidos breves parecidos a los que emite el Mirlo común Turdus merula, pero sin la melodía de éste y por supuesto sin variaciones, repitiéndolos casi siempre 3-5 veces en tono muy alto, sonoro y de gran alcance. Más que el canto del Zorzal común. Casi siempre canta desde la rama alta de un árbol y hay también observaciones de que lo hace desde el suelo. Walpole-Bond (1938) califica su canto de salvaje, pero muy agradable a pesar de su falta de variedad en los sonidos. Canta con fuerza desde finales de enero hasta la última mitad de junio. Precisamente cuando se le oye más en algunos hayedos de las montañas cantábricas es en el mes de junio. Más adelante, su voz es ocasional hasta el otoño. El mismo ornitólogo inglés admite que puede cantar frecuentemente desde lo alto de un edificio, un poste, una cerca, en el suelo e incluso en vuelo. Su nota usual de llamada o reclamo es un áspero ¡¡chaarr-chaarr!! o ¡¡slirr!! y esto puede recordar el sonido hecho al pasar una pieza de madera sobre las púas de un peine. En los campos durante el otoño lanzan un agudo ¡¡sii-ip!!

El Zorzal charlo se alimenta fundamentalmente de fruta, bayas y variada materia vegetal que puede incluir muchos frutos silvestres. También moluscos, sobre todo caracoles, insectos (Carabidae, Tipulidae, etc.) y muchas larvas. Las arañas no son desdeñadas. Collinge estima que la dieta alimenticia se compone de un 45 por ciento de materia vegetal y un 55 por ciento de materia animal. Fundamentalmente en el verano, otoño e invierno come mucha fruta (cerezas, manzanas, ciruelas, higos, peras, etc.), pero en los bosques busca otros pequeños frutos silvestres, sobre todo los del Saúco Sambucus nigra, Tejo Taxus baccata, Hiedra Hedera helix, Serbal Sorbus aucuparia, Espino Crataegus sp. y Pyracantha sp., Enebro Juniperus communis, etc. Es especialmente aficionado al Muérdago Viscum album, comiendo con fruición las bayas pegajosas de esta planta parásita.

Comienza a criar muy pronto, algunos años a primeros de febrero se pueden ver ya nidos en los árboles aún desnudos de hojas. La hembra construye una estructura fundamentalmente con hierba seca o verde algunas veces, junto con musgo, líquenes de varios colores, trozos de plástico, papeles, plumas, etc. y reforzado con barro, forrándolo en su interior con hierba fina. Los bordes de este gran nido están a menudo bien adornados con material variado que puede incluir semillas de hiedra, papeles, plásticos, hojas verdes, pétalos de flores, etc. Colocado a mucha altura en una rama horizontal y generalmente sobre una horquilla o en el mismo tronco principal del árbol, resulta a veces difícil de observar. También se encuentran, sobre todo segundos nidos en junio o antes, en enredaderas y plantas trepadoras. Sienten preferencia por el Tejo bien desarrollado, aunque ahora tienen pocas oportunidades de utilizar este árbol cada día más escaso, bien por tala o por traslado de los ejemplares jóvenes a jardines particulares. Campbell y Ferguson-Lees señalan la posibilidad, no bien documentada aún, de que si el primer nido es construido en una conifera, el segundo en la misma temporada lo será en un árbol de hoja caediza. También se han estudiado nidos en el interior de edificios, en las vigas del techo, en agujeros de muros en ruinas e incluso en cortados rocosos, aunque frente a ellos crezcan árboles asequibles. La puesta oscila entre 3 y 5 huevos, más normalmente y casi siempre 4. También se citan puestas de 6 y 7. La variación en el color de los huevos que pone esta especie es extraordinaria. En la mayoría predomina una tonalidad azul pálido ligeramente verdosa que a veces no ocupa toda la superficie, pero hay muchos huevos que son francamente pardo amarillentos muy claros y todos, aquéllos y éstos, tienen gran profusión de manchitas y puntos pardos, marrones, violáceos, etc. Para 100 huevos colectados en Gran Bretaña, Jourdain obtuvo un promedio de medidas de 31,2 x 22,3 mm. con un máximo de 35,8 x 22,7 mm. y un mínimo de 28,3 x 19,6 mm.

Pizarro D'Almeida obtiene en el norte de Portugal para 20 huevos un promedio de 30,2 x 21,3 mm. con medidas extremas de 25,9 a 31,4 x 20,2 a 22,9 mm. Aunque he señalado que algunas puestas se encuentran ya en febrero, esto es más bien excepcional y realmente los nidos en los bosques ibéricos comienzan a verse cerca del final de marzo y sobre todo en abril. La hembra incuba durante 13-14 días y los pollos al nacer están cubiertos con un plumón de color beige blanquecino, denso y bastante largo; el interior de la boca es amarillo intenso y no hay puntos oscuros en la lengua. Ambos adultos los alimentan y pronto están muy crecidos y emplumados, dejando el nido a los 14-16 días y siendo atendidos entre el ramaje por el macho solamente si se trata de la primera nidada, puesto que la hembra inicia una segunda puesta muy pronto. A los 25 días ya vuelan muy bien.

El Zorzal charlo se reproduce en todos los países europeos excepto en Islandia. Su densidad varía mucho, siendo local en montañas de Noruega Es sedentario y parcialmente migrador, moviéndose la población norteña hacia el Sur en cantidad que varía con la temperatura de otoño e invierno. Si éste es muy duro en el norte de Europa son enormes las masas de charlos que pueden alcanzar el sur de Francia y penetrar en la Península Ibérica por ambos extremos de los Pirineos, sobre todo por la parte occidental. Muchos se ven llegar del mar formando oleadas y arribar a las costas cantábricas con tiempos excepcionalmente duros del Norte.

La población ibérica es abundante en los bosques de la Cordillera Cantábrica, pero disminuye su densidad notablemente en el resto del país. Este pájaro falta o es muy escaso en niveles bajos con arbolado disperso y su presencia en zonas costeras criando debe ser muy ocasional. Los bosques de montaña le atraen especialmente y solamente los abandona a la llegada del otoño en que se junta con otros llegados del resto de Europa y que ya en el mes de octubre pueden ser vistos en nuestros campos y rastrojeras. Los invernantes son numerosos por toda la Península y algunos descienden muy al Sur y pudieran cruzar el Estrecho de Gibraltar (Bannerman, 1954), aunque en esto existe notable controversia puesto que la población bereber de este pájaro es allí sedentaria y resulta difícil la separación en el campo a no ser que el aniIlamiento demuestre que algún charlo europeo alcanza las costas marroquíes.

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