Petirrojo
Las aves de España

Petirrojo


Si hubiera que conceder a una de nuestras aves la palma de la familiaridad, ¿quién se la llevaría mejor que el Petirrojo? Su silueta rechoncha y viva, brincando entre las hojas secas en busca de gusanejos es bien conocida de los paseantes, que no dejan de notar la presencia de esta pequeña bola con pechera de color rojo vivo. De hecho, el Petirrojo esconde bien su juego, pues su mal carácter podría perjudicar la amistad que se le concede. Pero es de admirar la energía que despliega un animal tan pequeño en la lucha por la vida. En él, el rojo es una señal de alarma, mientras que en los colirrojos, el color de su cola es sólo un medio primitivo de reconocimiento. La visión de otra pechera roja provoca en el Petirrojo una serie de actitudes de intimidación que se acentúan hasta que uno de los protagonistas huye, por lo general, antes de llegar a la lucha. El canto delimita el territorio y evita conflictos. Las hembras cantan solamente en invierno, período en el cual defienden un territorio propio, a menos que el tiempo se muestre extremadamente riguroso, en cuyo caso aplicarán todas sus energías a la búsqueda y consecución del alimento necesario para subsistir. A mediados del invierno la hembra comienza a buscar pareja, eligiendo entre los machos que cantan.

Familia:Muscicápidas
Nombre cientifico:Erithacus rubecula
Orden:Passeriformes
Caza:Especie Protegida
Longitud:14
Habitat:Sotos
Identificación:Partes superiores pardo oliváceas; pecho, garganta y frente rojo anaranjado; abdomen blancuzco; sexos iguales.
Nidificación:La hembra construye el nido con hierbas, hojas secas y musgo, en un hoyo, agujero de árbol, muro o alero; pone, de abril a junio, de 3 a 6 huevos blancos, casi siempre con puntos y motas pardo rojizas, cuya incubación dura de 13 a 14 días, sólo por la hembra; los padres alimentan a los pollos, que dejan el nido sobre los 14 días; dos crías.
Alimentación:Insectos, larvas, gusanos, arañas y bayas.

El Petirrojo, Erithacus rubecula, tiene el plumaje de la cabeza y espalda de color pardo, nada destacado en comparación con el vivo color rojizo de la frente, cara, garganta y pecho, bordeado lateralmente de gris, color no siempre visible con claridad. El resto de las partes inferiores son de color blanco y los flancos pardo oliváceo claro. Ambos sexos son indistinguibles por el plumaje. Los jóvenes tienen las partes superiores beige con bordes y puntas de las plumas pardo oscuras, de manera que su apariencia es la de un pájaro muy moteado. También en las partes inferiores de color beige, las plumas están bordeadas estrechamente de pardo que se ensanchan más abajo.

El pico es fino y se aprecia en él una ligera curvatura, su color es pardo oliváceo por encima y más pálido debajo. Los tarsos y los pies son pardo y el iris muy oscuro.

Este es, probablemente, el pájaro más conocido y, por lo tanto, más popular en el norte de Iberia. En la campiña Cantábrica su abundancia es tal que en la práctica no hay jardín, huerto, plantación, soto, bosquecillo, ni siquiera el patio de una casa de campo o labranza, que no tenga en todo tiempo del año por lo menos un Petirrojo que cante continuamente y defienda un pequeño territorio frente a intrusos de su especie, atacando también a otros pájaros insectívoros. Su presencia es realmente familiar y, aparte de la mansedumbre de que hacen gala muchos ejemplares, hay que decir aquí que Erithacus rubecula es ahora más numeroso cerca de las viviendas humanas en el campo que en bosques y campiña libre de construcciones.

Sus actitudes son inconfundibles y aunque un observador solamente sea capaz de ver su silueta a contraluz, inmediatamente lo identifica. La cola levantada, moviéndola arriba y abajo, las alas ligeramente arqueadas y caídas, mostrando las puntas de las primarias apuntadas oblicuamente hacia el suelo, el cuerpo rechoncho y sin cuello y el continuo «agáchate y vuélvete a agachar», son rasgos que no dejan lugar a dudas en cuanto a su identidad. Se posa casi siempre al descubierto y mira hacia el suelo con atención. Inesperadamente baja a él, bien en campo limpio, sobre la tierra, piedras, empedrado, camino o entre la hierba y permanece justamente el tiempo necesario para capturar una presa, o para picotear aquí y allí a la vez que camina a saltos, volviendo, si no es asustado, al mismo o a otro posadero próximo. Si está alarmado sacude alas y cola y mira con desconfianza fijando en un punto sus grandes ojos, terminando por volar hacia cobertura vegetal. Normalmente y fuera de la época de migración, vuela poco y por cortas distancias dependientes siempre de la superficie del territorio que ocupa. No se posa normalmente a mucha altura, pero en primavera y en el otoño canta desde árboles, muchas veces en la rama más alta o en el tope de un poste. Prefiere ramas de árboles de altura media y, sobre todo, es aficionado a los arbustos. Cualquier saliente de una construcción humana le atrae como posadero y se le puede ver en el tope de un poste, sobre el tejado de un invernadero, un muro de piedra, penetrando también con relativa frecuencia en el interior de viviendas y refugiándose a menudo en porches, terrazas, galerías, desvanes, cobertizos, etc.

A pesar de su mansedumbre es pájaro que se alarma fácilmente y su típica nota, que recuerda el sonido de la pequeña chapa de acero conocida como «rana», ingenio infantil ya antiguo, es un breve o repetido ¡¡tic-tic ...!! emitido tanto por los jóvenes como por los adultos. En verano, cuando los petirrojos a causa de la muda son escondedizos, es casi siempre el primer sonido que nos descubre su presencia. Generalmente vuela cortas distancias. Si nos acercamos, vuelan alarmados solamente pocos metros y de forma un tanto errática y zigzagueante levantando la cola. Si el vuelo es distante se aprecia entonces claramente una amplia ondulación en el aire.

Su proverbial mansedumbre viviendo y construyendo el nido cerca de nuestras casas de campo no es obstáculo para que sea realmente un pájaro guerrero persiguiendo a los que entran en su territorio y picoteándolos con fuerza. Estas luchas son normalmente incruentas, pero existen casos en que un golpe acabó con la vida de uno de los luchadores (Campbell, 1974). Muchos petirrojos llegan a acostumbrarse a la presencia de las personas de tal modo que acuden a recibir comida como si de pájaros domésticos se tratara. Otros conocen bien la fortuna que supone seguir el arado que, al volver la tierra, pone al descubierto innumerable cantidad de insectos y lombrices de tierra. Si se quiere atraer a un Petirrojo la operación es fácil: basta con realizar una pequeña excavación en su territorio e inmediatamente acudirá al borde del agujero o se posará sobre el montón de tierra removida. Por lo menos en cada nidada de petirrojos uno será extremadamente manso y nos seguirá con curiosidad a todas partes dentro de su pequeño territorio. Estos petirrojos rara vez son capaces de superar el primer invierno de vida, puesto que resultan fáciles víctimas de gatos domésticos, comadrejas y aves de presa.

La acusada territorialidad del Petirrojo merece una descripción en la que sigo a Burkitt (1924-26) y David Lack (1943), ornitólogos ingleses que mediante anillas de colores colocadas en muchos petirrojos y trabajando independientemente y en épocas diferentes, llegaron a conclusiones muy importantes.

Los petirrojos adultos mudan el plumaje en julio y agosto, período durante el cual permanecen retirados entre los matorrales, no cantan y se dejan ver muy poco. Hacia finales de julio algunos de los jóvenes nacidos en la primera nidada comienzan a cantar y a perseguir a otros, actitud que quince días más tarde siguen los adultos, después de lo cual cada macho de Petirrojo ocupa un pequeño territorio en el que canta y del cual expulsa a los demás que intentan penetrar o traspasar sus límites. Algunas de las hembras, igual que los machos, ocupan un territorio en el otoño mientras el resto emigra (esto es menos válido para el norte de Iberia). Entre los residentes o sedentarios de ambos sexos las luchas continúan y el canto persiste durante el otoño debilitándose gradualmente. A finales de diciembre y en los primeros días de enero hay una recuperación notable en el canto y todos los machos se muestran muy activos. Las hembras residentes abandonan sus territorios individuales y a la vez llegan otras de lejos. Las parejas se forman entre el final de diciembre y los primeros días de marzo, después de lo cual macho y hembra conviven en el mismo territorio. Burkitt trabajó en Irlanda poniendo a los petirrojos por él estudiados anillas de colores. Esta técnica, usada entonces por primera vez en Europa, fue seguida por Lack y otros ornitólogos. Para dar una somera, pero clara idea de cómo se conducen los petirrojos fuera de la época de cría y cómo se desarrolla su territorialidad, resumo de Lack: Cinco petirrojos que ocupaban un sotobosque defendían cada uno un pequeño territorio desde el otoño. Nombrados A, B, C, D, y E, Lack notó en seguida que todos eran nuevos en la zona y que únicamente B no cantó nunca. El 20 de diciembre C inició repentinamente un canto en tono muy alto y vigoroso, emparejándose al mismo tiempo con un recién llegado, al que llamaremos F. Como C era macho y F hembra, la nueva pareja defendía el territorio antiguo de C, más el que ocupaba D, que desapareció de la zona y que presumiblemente, pero no con certeza, era un macho. En la segunda mitad de enero húbo nuevos acontecimientos. A, que había cantado intensamente durante octubre, se mostró como una hembra cuando dejó su territorio y voló al opuesto dentro del mismo sotobosque para formar pareja con E (un macho). Inmediatamente después B, a quien no se había oído cantar en octubre, dejó su territorio y se emparejó con un macho de un sotobosque cercano. La marcha de las hembras A y B dejó sus territorios vacantes y éstos fueron ocupados pocos días más tarde por un nuevo Petirrojo, G (un macho). El macho E fue días después muerto por un gato y su pareja, la hembra A, volvió a su antiguo territorio y se emparejó con el recién llegado G. El macho C y su pareja, la hembra F, se extendieron hasta el territorio dejado vacante por la marcha de A. De este modo, para la estación de cría, el sotobosque objeto de estudio por Lack estaba ocupado solamente por dos parejas, G-A en el lado Oeste y CF en el Este. Situaciones similares se producen siempre en todas partes, aunque, aclara Lack, no tan complicadas.

Como es lógico, el tamaño o la extensión de los territorios son dependientes de la densidad de petirrojos en una zona dada. La presencia igualmente de invernantes extrapirenaicos en estos territorios no hay que descartarla. La mayor parte de la población invernante de petirrojos extrapeninsulares ocupa zonas donde los nativos no crían. El anillamiento confirma esto al recuperarse siempre, durante los meses invernales, muchos petirrojos europeos al sur de la habitual área de reproducción ibérica.

Dar una idea del canto del Petirrojo no es fácil. Las variaciones individuales y regionales son grandes. Sin embargo, una melodía en cierto modo triste y melancólica formada por trinos, generalmente cortos, y frases gorjeantes con una duración de 3 segundos, es el canto más popularmente conocido y apreciado. Como el pájaro canta mucho desde pocos minutos antes de amanecer hasta las primeras sombras de la noche, su voz es parte indispensable en la campiña norteña. En la práctica es el único pájaro que canta con mayor fuerza y riqueza de notas durante el otoño. Esto, indudablemente, le atrae las simpatías de los campesinos y observadores de la Naturaleza. Los machos cantan todos y hay también muchas hembras, un 50 por ciento, que lo hacen, en especial en septiembre y octubre y su voz es entonces indistinguible de la de los machos. Algunos, probablemente lo mismo machos que hembras, cantan en tono muy bajo, casi un verdadero cuchicheo, pero que resulta muy agradable. Realmente es un gorjeo breve y dulce que apenas se oye a una distancia superior a 8-10 metros.

Además de la nota de alarma ya descrita, el conocido e insistente ¡¡tic-tic-tic...!!, macho y hembra emiten un breve ¡¡tsit!! o ¡¡tsiss-it!! Cuando el Petirrojo tiene el nido con pollos, ante la presencia de intrusos lanza un penetrante ¡¡tsi-iiiiii!! que recuerda algo la similar del Papamoscas gris en las mismas circunstancias. También se puede escuchar más ocasionalmente antes de la reproducción cuando ya las parejas están formadas.

El Petirrojo es un cantor incansable que lo hace en casi todos los meses del año. El canto de primavera puede comenzar a escucharse ya en los últimos días de diciembre, pero no hasta el 5-10 de enero con verdadera fuerza, aunque hay variaciones en esta regla general debidas probablemente a condiciones metereológicas favorables. El canto persiste con variada intensidad hasta junio, cuando hay un primer bache, y julio en que, comenzada la muda, los adultos permanecen silenciosos hasta la mitad de agosto. Algunos jóvenes de la primera nidada emiten ya a partir del 15 de julio el canto otoñal, pero aún con poca fuerza y normalmente siempre por la mañana temprano. A finales de agosto, jóvenes y adultos han ocupado sus territorios de otoño e invierno y el canto es fuerte y sonoro. Sin duda el canto es entonces una manifestación clara de dominio de una parcela. Machos y hembras la defienden así. De ninguna manera un Petirrojo en pleno canto puede ser alejado de su territorio. Invariablemente catará solo en él. De este modo se ha podido determinar la extensión de cada uno con relativa facilidad. Hay siempre variaciones individuales en el canto. Algunos, presuntamente machos viejos, lo hacen muy fuerte, pero no siempre la mayor edad es seguridad de mejor canto. Algunos jóvenes del año poseen notas muy limpias y la melodía llega a ser muy agradable. Variación regional en el canto también es frecuente y en regiones distantes muy notables. No es necesario ser un gran conocedor del canto de los pájaros ni tener un oído muy fino para notar grandes diferencias. También es débil el canto en los últimos días del otoño. Ocasionalmente algunas hembras cantan en primavera después de emparejadas. Esto Lack (1943) y Burkitt (1924-26) lo confirman en sus trabajos. No solamente el canto del Petirrojo sirve para indicar a los posibles contrincantes la propiedad de un territorio, sino que sirve como preludio a la lucha. Todos los petirrojos cantan mientras combaten unos con otros, incorporando frases o estrofas lanzadas con vigor, incluso en las rápidas persecuciones que efectúan por entre los arbustos. En opinión de Lack, el mejor canto de un Petirrojo corresponde al momento en que uno de ellos está tratando de ocupar el territorio de otro.

El canto es emitido normalmente desde la rama alta de un árbol, la guía de una conífera, un poste, un cable de la conducción eléctrica; menos corrientemente desde la rama de un arbusto y, pocas veces, en el suelo o en montones de piedras o estiércol.

La alimentación es sobre todo insectívora, en especial en la primavera: Coleoptera, Lepidoptera y sus larvas, Dermaptera, Hymenoptera y Díptera. Tipulidae y larvas y huevos de Muscidae depositados en el estiércol forman una parte muy importante en la dieta. También muchas arañas y ciempiés. Las lombrices de tierra de pequeño tamaño las come en todo tiempo y ceba a los pollos con ellas, aunque prefiere hacerlo con orugas verdes. Desde julio come mucha fruta. Los petirrojos jóvenes se alimentan prácticamente de ellas a tenor del color y fluidez de los excrementos dejados. Lo mismo sucede en el invierno con frutos silvestres de Hiedra, Tejo, Saúco, etc. Semillas pequeñas y otra materia vegetal son recogidas en el suelo. Harina, migas de pan y galletas le atraen especialmente.

En general, el emparejamiento de machos y hembras se produce a partir de enero y casi siempre dos meses antes de que se inicie la reproducción. Durante este período que va desde enero a marzo, macho y hembra conviven en un mismo territorio, pero no se observa señal alguna de celo. Las hembras que entran en el territorio defendido por los machos pueden ser o no aceptadas por aquéllos. Lack estima que hay algo en este hecho que no puede determinarse claramente; la realidad demuestra que las hembras que son admitidas en cuanto penetran en el territorio, poseen un sexto sentido para saber previamente que no van a ser expulsadas. No hay entonces lucha alguna, a no ser que un nuevo macho pretenda entrar. Tampoco se puede decir que el cortejo nupcial en esta especie sea destacado. Los gestos y movimientos de unos machos frente a otros abombando el pecho y erizando las plumas deben ser considerados como demostraciones de fuerza y defensa del territorio. Los petirrojos más violentos son presas de un fuerte temblor que se acusa en las alas caídas, la cola levantada y la cabeza encogida entre los hombros, mientras el pico apunta hacia arriba y se escuchan estrofas cortas del canto. A partir de la mitad de marzo los pájaros se comportan con discreción. Los machos cantan mucho y a intervalos pueden acudir al lado de la hembra en tanto ésta construye el nido y cebarla pico a pico.

El Petirrojo anida habitualmente en el suelo o en un talud cubierto de hierba, generalmente a baja altura. Aprovecha siempre un hueco natural en la tierra o debajo del borde de un cepellón. Hay también nidos en agujeros o grietas de muros de piedra, paredes de casas derruídas, tanto en el exterior como en el interior de viviendas, cobertizos, cuadras, etc. En huecos de rocas, al pie de un tocón de árbol viejo o en una grieta del mismo, en agujeros de pájaro carpintero, éstos a buena altura del suelo, en el suelo llano apenas oculto por la corta hierba de principios de primavera, sobre una estantería de madera, en cajas nido de madera, en montones de hierba seca (varas o facinas de hierba en Asturias), en un montón de estiércol de vaca ya seco, buscando en estos dos últimos casos huecos laterales a baja altura. Lack (1965) escribe que de vez en cuando algún Petirrojo adquiere notoriedad por anidar en lugares insólitos como puede ser en una vasija, un buzón de correos campestre, una bota o zapato viejos, un esqueleto humano e incluso en un gato muerto. Aunque normalmente la construcción del nido le lleva a la hembra no menos de 4 días, haciéndolo sólo durante 3-4 horas diarias, algunas son extremadamente activas y rápidas. Así un nido fue casi completado entre los pliegues de una cama deshecha cuyo propietario había dejado la ventana abierta mientras se lavaba y desayunaba. Cuando se dio cuenta de lo que sucedía, dejó la habitación como estaba hasta que al cabo de un mes los jóvenes petirrojos volaron (!!). El registro más rápido en construir el nido lo tiene probablemente una pareja que lo hizo en el bolsillo de una chaqueta que un jardinero colgó de la percha a las 9,15 de la mañana y recogió a la 1 de la tarde. Otros ejemplos suenan a fantasía si no se conociera bien la familiaridad de que el Petirrojo hace gala. Lack concluye que este pájaro coloca casi siempre su nido en grietas o agujeros y los procurados por el hombre son tan buenos, pero no mejores, que los naturales. A menudo se encuentran nidos construidos sobre otros viejos o recién iniciados de otras especies. Ejemplos de nidos apropiados de Golondrina común, Zorzal común, Escribano cerillo, mosquiteros, Mirlo común y agujeros excavados por el Pico picapinos y el Pito real, son citados por los ornitólogos de toda Europa. Incluso algún Petirrojo ocupó nidos de Colirrojo, Mosquitero silbador y Ruiseñor, aunque en estos dos últimos casos su propietario había ya dejado dos huevos en él. Hay también casos de petirrojos ocupando el mismo nido que el de otro pájaro y ambos poniendo allí los huevos a la vez.

La construcción del nido comienza muy pronto. Normalmente en la última semana de marzo, pero circunstancias meteorológicas diferentes pueden adelantar su construcción o retrasarla. Inviernos cálidos dan lugar a muchas iniciaciones anticipadas. En enero de 1976 había en Asturias algunos nidos empezados. En la primera semana de febrero uno tenía 4 huevos. Rara vez, sin embargo, estas tempranas puestas llegan a buen término. Casi siempre a situaciones meteorológicas excepcionalmente benignas siguen días duros de lluvia y frío. En otros lugares no son excepcionales las puestas tempranas en febrero como consecuencia de microclimas locales. Lack cita varias completas en enero, diciembre y muchas en febrero en Inglaterra. Hay pocas otoñales (octubre, noviembre). También allí estos nidos tienen un éxito dudoso. Cada pareja de petirrojos realiza una nidada en marzo-abril, otra a finales de mayo y hay ocasionalmente una tercera en junio-julio.

Solamente la hembra construye el nido. Alguna vez se ve al macho aproximarse al lugar, pero la hembra suele expulsarlo persiguiéndolo una corta distancia. Lo normal es que no se vea a ninguno, portando material para los nidos, tan discreta es la hembra de Petirrojo en su trabajo. Realmente la mayor parte de los nidos son difíciles de descubrir mientras están en plena construcción o con huevos. Más fácil es cuando tienen pollos, porque la alarma de los padres y el transporte del cebo es entonces actividad muy notoria. Nidos en huecos de muros, mechinales y vasijas son fáciles de detectar al ver saliente una cola larga de hojas secas que el pájaro deja fuera del nido, a veces formando como una cascada o rampa. Estas hojas y musgo son la base del nido y el interior tiene hierba seca, raicillas, pelos y alguna vez plumas pequeñas.

La puesta se efectúa a intervalos de 24 horas y la hembra es extraordinariamente discreta acercándose al nido únicamente en las primeras horas de la mañana. Sin embargo, a partir de la puesta del tercer huevo ya muestra alarma y si nos acercamos al lugar llama con insistencia. Lack (1965) comprobó que a pesar de lo difícil que resulta levantar a una hembra que está incubando, aun pasando a muy corta distancia del nido, aquélla lo deja voluntariamente una, dos y tres veces a la hora para ser alimentada por el macho. Este puede ser el mejor indicio de la existencia del nido, pues la hembra al volver a él nos descubre su posición.

Cada puesta consta normalmente de 5 huevos. También hay muchas de 4 y son ocasionales las de 6 y 7. Las mayores corresponden a dos hembras utilizando el mismo nido. Lo mismo cree Jourdain (1940). La cáscara es lisa y carecen de brillo. Su color es en general blancuzco y están muy moteados de pardo y rojizo, la mayoría tan intensamente que su aspecto es uniformemente ocráceo o parduzco. También hay muchos en que las manchas se acumulan en el extremo más ancho. En muchas puestas el último es normalmente más claro y con punteado más fino todavía. Jourdain, para 100 huevos de origen británico, obtuvo un promedio de medidas de 19,8 x 15,5 mm. con un máximo de 22,3 x 15,5 mm. y un mínimo de 18 x 16,6 mm. ó 20,4 x 14,1 mm. Verheyen, en Bélgica, encontró una media de 20,1 x 15 mm. en 100 huevos. D´Almeida, para 15 colectados en el norte de Portugal, da un promedio de 19,5 x 15,3 mm. con extremos de 19 a 20,7 x 14,5 a 15,8 mm. En Asturias el promedio en 10 huevos es de 19,8 x 15,4 mm. y los extremos 20,2 x 15,3 mm. y 19,5 x 15,4 mm.

Solamente la hembra incuba y a los 13 días y algunas horas nacen los pollos. Este cálculo no resulta difícil de realizar porque la hembra no comienza la incubación hasta completar la puesta y rara vez antes. Sin embargo, condiciones meteorológicas malas o situaciones de nidos muy expuestos y molestados continuamente por el paso de personas o vehículos, pueden retrasar el nacimiento (Jourdain, 13-14 y 12-15; Harrison, 12-15; Verheyen, 12-14; Lack, 13-14 días). Es difícil descubrir los nidos en taludes o entre la hierba. La hembra no se mueve ante nuestra presencia y su coloración parda es muy mimética. Si la hacemos volar, inmediatamente la alarma se manifiesta como un fino y penetrante ¡¡tsiii-ii...!! seguido del matraqueo ¡¡tick-tick-tick...!! La primera voz es usada por el Petirrojo si observa sobre el nido la presencia de un ave de presa como un Mochuelo, Athene noctua, un Gavilán, Accipiter nisus, o un Ratonero común, Buteo buteo. La segunda para mamíferos depredadores como ratas, Rattus spp., Comadreja, Mustela nivalis, etc. Al nacer, los pollos están cubiertos en la cabeza y espalda por plumón largo de color gris negruzco. El interior de la boca es amarillo y las comisuras amarillo pálido. No hay puntos oscuros en la lengua.

En la primera semana que sigue al nacimiento, la hembra pasa el día sentada en el nido. Solamente el macho acude a intervalos regulares de 8-12 minutos y entrega el cebo a la hembra que a su vez lo pasa a los pollos. Normalmente antes de cumplir la semana de vida ya ceba la hembra al mismo ritmo que el macho y a veces le supera. Aquél canta en sus aproximaciones al nido, pero lo hace en tono más bajo que el normal. La mayoría de las picadas que ambos adultos llevan a los pollos son orugas y lombrices de tierra. Pronto los jóvenes están emplumados y a los 12-14 días se aplastan en el interior del nido cuando nos acercamos, de tal manera que aquello más parece una capa de terciopelo pardo oscuro, ya que se mimetiza muy bien. Al salir del nido a los 14-15 días si no son molestados, continúan siendo atendidos por lo menos durante otros 15 días más. Casi siempre en las primeras nidadas, antes de que sean independientes, la hembra adulta inicia una nueva puesta, ocasionalmente en el mismo nido, y entonces el macho prolonga la atención de los pollos bastantes días más. Se han visto jóvenes petirrojos de 35 días de edad siendo todavía cebados por adultos, aunque hay que admitir que ya comían solos y la atención era esporádica. Dos crías en la temporada son normales, tres ocasionales y una cuarta nunca se ha comprobado para el norte de Iberia, pero hay un registro para Inglaterra (Sprackland, 1968) de una pareja que empezó a poner en la mitad de febrero y la cuarta cría se inició a primeros de junio un día antes de que volaran del nido los pollos de la tercera.

El Petirrojo se reproduce en todos los países europeos, faltando únicamente en Islandia. Muy escaso o esporádico es en grandes extensiones ribereñas del Mediterráneo y allí vive en zonas montañosas. Su densidad es variable. En general prefiere campiña húmeda y arbolada, manteniéndose cerca de las habitaciones humanas en aldeas, caseríos, granjas, tierras cultivadas, jardines, etc. También en el interior de bosques no muy cerrados y a nivel medio. En diversos países es el pájaro típicamente familiar de la campiña y su mansedumbre es proverbial. En la Península Ibéica tiene en el Norte una muy alta densidad equivalente a la mayor que veo en Europa y, en algunos lugares de la campiña montañesa y asturiana, incluso es superior. Por lo menos la extensión de los territorios detectados en otoño e invierno es sensiblemente inferior a la que tiene en las Islas Británicas donde Snow (1971) lo estima abundante y distribuido ampliamente. En el resto de Iberia hay una densidad menor en la primavera, faltando en extensas zonas de las dos Castillas, situación lógica atendiendo al biotopo preferido por este pájaro. En Portugal y occidente español cría disperso y parece más numeroso en linderos y claros de bosques de montaña. En la franja costera levantina falta o cría esporádico aquí y allí, con preferencia por zonas altas. Elude todas las extensiones áridas, secas y pedregosas. No cría en Baleares. Desde Guipúzcoa, donde es abundante, hasta Cataluña va bajando su densidad.

En paso primaveral es abundante en toda la Península Ibérica. Tanto por la zona costera del Atlántico, y las tierras del interior, como por las costas mediterráneas, son muchos los petirrojos que comienzan a pasar en marzo, alcanzan su máxima intensidad en abril y continúan hasta la primera decena de mayo. En Baleares es común en migración y como invernante. Maluquer (1971) resume la experiencia de varios ornitólogos españoles y extranjeros en el Delta del Ebro donde el paso más intenso se registra en abril (del 10 al 20). En el País Vasco es abundante en paso desde la última decena de marzo y sobre todo en los primeros días de abril (Noval, 1967). Allí se estaciona en manzanales y bordes de praderas y campas, frecuentando también rastrojeras.

El paso otoñal está en general enmascarado en el Norte por los movimientos estacionales de la población local. Se cree que en general las hembras nativas emigran o, por lo menos en parte, dejan el lugar donde criaron o nacieron. Esto, que posiblemente es válido para las Islas Británicas (Lack, 1943), no está probado para Iberia. Aquí el anillamiento ha puesto de manifiesto una extraordinaria fidelidad a pequeñísimas parcelas de los petirrojos de la población nativa por un lado y la misma fidelidad de petirrojos foráneos (europeos) año tras año por el mismo lugar para invernar. Las autorecuperaciones por los propios anilladores tanto en el Norte para aves nativas como en Extremadura, Levante y Andalucía para invernantes extrapirenaicos, son numerosas. Hay abundantes recuperaciones de petirrojos procedentes de Francia, Checoslovaquia, Alemania, Gran Bretaña, Bélgica, etc. sobre todo en la mitad sur de Iberia. El paso otoñal comienza a notarse a primeros de agosto, pero no hay verdadera migración hasta septiembre y octubre. Condiciones anormales en la temperatura en Francia e Inglaterra, con descensos a cero grados en noviembre, provocan una irrupción de petirrojos muy notable. Uno anillado en el condado de Suffolk (Gran Bretaña) el 7 de octubre ya estaba en Montoro (Córdoba) exactamente un mes más tarde. En el mismo lugar hispánico se capturó otro anillado en Sussex (condado inglés) como nativo. El 18 de septiembre parece una fecha muy temprana para un Petirrojo procedente de Inglaterra. Enumerar siquiera una mínima parte de las recuperaciones que se producen a partir de septiembre en tierras andaluzas se saldría de los límites de esta obra. Lo que resulta indudable es que en Europa occidental se produce a partir de agosto un movimiento migratorio en los petirrojos nativos con dirección netamente hacia el Sudoeste. Muchos de los que proceden de Escandinavia pasan a través de las Islas Británicas, donde parte de la población es migradora (según Lack, por lo menos el 50 por ciento de las hembras). Burkitt pudo comprobar en Irlanda que las tres cuartas partes de la población otoñal estaba allí formada por machos. Los anillamientos en Iberia son todavía escasos para determinar con alguna claridad el movimiento o dispersión de la población nativa. Los anillados como pollos en el nido son corrientemente capturados en el otoño e invierno en el mismo lugar y muy a menudo en la misma parcela donde nacieron. Recuperaciones a distancias superiores a 1000 metros son poco frecuentes. Probablemente una parte de las hembras se muevan hacia zonas donde en primavera no hay establecida ninguna o muy pocas parejas, lugares que abandonan ya en pleno invierno para volver a los territorios nativos ocupados por los machos. De momento esta situación está en el terreno de la hipótesis.

Muchos de los petirrojos europeos que llegan a Iberia pasan al norte de Africa y desde octubre a marzo se observan numerosos (Balsac y Mayaud, 1962) por Túnez, Argelia y Marruecos. En Marruecos oriental Brosset (1956) lo observa desde el 10 de octubre hasta el 12 de marzo. Pero hay petirrojos invernantes desde la costa Norte hasta los primeros oasis saharianos; en el Marruecos Atlántico hasta el Alto Atlas, incluso tan al Sur como en Goulimine. Ninguno atraviesa el Sahara ni penetra en él (Dupuy, 1970). Pineau y Giraud Audine (1976) lo ven común en el noroeste de Marruecos durante todo el invierno, con llegadas masivas a finales de octubre y principios de noviembre. Los primeros son vistos ya el 5 de octubre y los últimos el 20 de abril. El paso hacia el Norte se nota bien a primeros de abril.

Vaurie (1959) admite variación clinal en Europa con poblaciones aisladas. Erithacus rubecula rubecula como forma tipo ha sido asignada con ligeras variaciones a la población del norte y oeste Ibérico y, aquilatando mucho, se encuentra alguna diferencia con la raza melophilus que es nativa exclusivamente de las Islas Británicas y que pasa a través de nuestro país en el otoño e inverna en el Sur. Los petirrojos que se capturan en paso y cuya procedencia extrapirenaica no ofrece duda, tienen el rojo del pecho y garganta, de color más rojizo, en conjunto más vivo y oscuro que los nativos que poseen un tono más naranja y el rojo es por lo tanto menos fuerte. También en estos últimos es mucho menos marcado, más estrecho, el ribete gris o gris azulado que bordea el rojo del pecho y por lo tanto se ve menos. Las diferencias en el plumaje del dorso son más difíciles de apreciar. En general, la coloración de la garganta y el pecho se vuelve más apagada a partir de junio por desgaste de las plumas.

El promedio de vida en el Petirrojo es muy bajo y fuera de casos extraordinarios, como el comprobado en Irlanda por Burkitt que anilló una hembra en diciembre de 1927 y la vio todavía viva en 1938, y otro anillado en Heligoland (Alemania) y recuperado 11 años después, la mayoría no llegan a alcanzar un año de vida. Burkitt estimó que el número de petirrojos nacidos cada año se equilibra con las muertes por diferentes causas de adultos y de parte de los jóvenes. Para él un promedio de vida sería de 2 años y 10 meses. Esto pareció a Lack excesivamente elevado y a través del intenso anillamiento en una zona limitada estimó en 12-13 meses el promedio de vida de un Petirrojo, tomando para el cálculo un período comprendido entre el 1 de agosto y el 31 de julio siguiente. En los muchos nidos que se han estudiado y consiguientes pollos anillados, no más de 2 jóvenes petirrojos sobreviven después de agosto. Las causas de muerte son diversas y no precisamente de enfermedad, sino de inexperiencia. Ahogados en vasijas o charcas, capturados por gatos, estrellados contra ventanales, atrapados en el interior de almacenes y cobertizos y sobre todo víctimas de jóvenes gavilanes, Accipiter nisus, que comienzan con ellos el entrenamiento que les llevará en seguida a la captura de mirlos comunes, Turdus merula, su presa favorita.

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