Barbones

La avutarda, al igual que el urogallo, es la gran desconocida de la fauna ibérica. Pese a que hace 40 años, cuando se permitía su caza, se le otorgó el rango de caza mayor al concurrir en su captura muchas circunstancias similares a la de esta modalidad.


Establecida la prohibición debido a su manifiesta regresión, esta joya ornitológica de las parameras peninsulares ha sufrido antaño acoso furtivo con los medios más sofisticados. Vehículos 4x4, motos y todo lo que sea necesario para hacerse con el ave que vuela de mayor peso del mundo. ¡Vaya ejemplo!

A pesar de todo han experimentado una leve progresión. El grueso de la población se concentra en las provincias de Zamora y Valladolid, siendo la Reserva Natural de las Lagunas de Villafáfila donde se concentran las mayores densidades. Así contado parece un contrasentido eso de cazarlas para que no las abatan furtivamente. Pero en esto de la cinegética, como en todas las cosas de la vida, casi todo está ligado al vil metal.

De siempre ha sido la avutarda un competidor del agricultor. Se llegaron a contabilizar durante sus mejores momentos más de 45.000 ejemplares. En la actualidad del orden de 25.000. Con un peso por individuo de hasta 16 kilos, pueden imaginarse cómo unos pocos ejemplares dejarán un garbanzal después de llenar el buche. De ahí que, enemigo que huye, puente de plata, en este caso de plomo, aunque se le tire desde un coche. Es lo que supuestamente podría desear más de un agricultor. El terruño, como no podía ser de otra forma, es cosa sagrada para que les vengan a los del azadón hablando de conservacionismo a cuenta de sus garbanzos.

Otra cosa sería si, autorizada su caza controladamente, el dinero que la misma generaría iría en parte a engrosar el bolsillo de los afectados. Se beneficiarían los verdaderos cazadores a cuenta de los excedentes que pueden soportar determinadas zonas y excuso decir los guardas honorarios que el medio rural aportaría. Sin embargo es muy probable que nunca se autorice su caza. Pero mientras el cultivo de leguminosas de secano vaya en aumento es posible que sus poblaciones sigan aumentando.

Pero no todos los males le llegan a esta avestruz castellana de la mano de algunos pocos. Tendidos eléctricos, parcelación, herbicidas, pesticidas, predación descontrolada y todo aquello que suponga limpiar el campo. No se le debe abandonar a su suerte y para eso nada mejor que ordenar a sus pretendientes en caso de una supuesta autorización con unas normas de caza que no mermen la defensa y el instinto de conservación de los barbones.

El que pretenda sofisticar su caza con tecnología propia de una guerra que se quede en casa o que le envíen donde se están zurrando de verdad, que esto de la caza es otra cosa donde no siempre los discípulos de San Huberto se llevan el pájaro al morral.

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