El lobo: el sabio mudo

No es fácil hablar del lobo con cierto criterio porque son pocos los que han tenido la posibilidad de cazarlo con cierta intensidad. Y es que, aparte de astuto como pocos, es un animal dotado de unas cualidades de supervivencia que no dejan de sorprender a propios y extraños.


Tal es su atrevimiento que en algunos lugares de España ha empezado a matar perros de caza cuando, acompañados de su amo, desarrollaban en el monte su labor. Supongo que será porque el hambre le aprieta y se les hace más fácil atacar a un perro que a un jabalí o a un corzo. De todas formas no es normal que se arriesgue tanto.

Astuto e inteligente en grado superlativo es cierto que a veces actúa de una forma desconcertante que contradice dicha reputación. Es posible también que en su zona de influencia tenga mucha competencia y esté esquilmado de animales con que alimentarse. No sé, pero algo me dice que disgustos no van a faltar a los ganaderos.

Su área de influencia en muy grande, puede recorrer en una noche 50/60 kilómetros y lo hará normalmente si no es muy viejo, rodeado de los suyos: la loba dominante y los lobeznos de menos de 2 años a los que desplazará cuando sobrepasen esa edad, con la pretensión al parecer de que no haya cruces entre la familia.

A los jabalíes pequeños rápido les ponen firmes y a los grandes no tanto porque saben que se la juega si no está acompañado de los suyos. Cuando ataca lo hace después de haber concebido un plan estratégico muy detallado, observando la presa, la posible presencia de mastines, a los que respeta y del pastor si hubiese lugar. Una vez decidido a atacar lo harán todos en conjunto, con saña, matando a cuantos animales pueda, aunque se aproveche de uno solo. Sanguinario y cruel como pocos.

He tenido la oportunidad de ver su rastro en el barro o la nieve pero es muy difícil que entre a las posturas porque se zorrea con facilidad al menor ruido que oiga. Rarísimo que los perros le sigan en rastro. De hecho hacen toda clase de extraños que rayan en la curiosidad, desconfianza o temor. ¿Por qué no arrancan los perros tras su rastro? No lo sé, quizá la solución al problemas habría que buscarla en los ancestros del perro.

Querido por los animalistas, respetado por los cazadores y odiado por los ganaderos, la solución a su gestión siempre es compleja. Es prudente que técnicos cualificados —que los hay y buenos en Euskadi— valoren cómo y cuánto reducir sus poblaciones si hubiese lugar. Normalmente suelen ser los cazadores los encargados de esta misión. Porque eso de que campen por sus rehales sin que nadie les controle es muy bonito con el dinero de los pastores. No olvidemos que en un ataque a las ovejas, unas mueren, otras se despeñan y muchas mal paren. Además si están en puerto a 2.000 metros de altura para cuando a la mañana siguiente sube el pastor a pie —no hay pistas para vehículos— los buitres no han dejado más que huesos y luego es imposible que la guardería pueda determinar quién ha sido el causante de la matanza.

Como no cambien las cosas en el Pirineo muchos serán en breve los que vendan las ovejas.

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