Un caballero con la escopeta al hombro

El apellido Sarasketa se relaciona inmediatamente con las escopetas. Fue Víctor Sarasketa Suinaga, el abuelo de una saga, quien allá por 1890 inició su andadura industrial fabricando ese tipo de armas.


Oriundo del caserío Suinaga del Valle de Arrate (Eibar), era este un hombre sencillo que, a fuerza de duro trabajo y estudio, llegó a introducir en su industria los adelantos necesarios para lograr la fama y prestigio que gozaron sus escopetas. Las armas de este eibarrés adquirieron tal renombre a nivel internacional que el rey Alfonso XIII le concedió el título de Armero Real y le acompañó en numerosas ocasiones en sus excursiones cinegéticas. El abuelo de la familia Sarasketa murió el 16 de Julio de 1930, a los 66 años.

Es difícil encontrar algún cazador que no identifique el nombre de este armero legendario. Sin embargo, son menos los que saben que uno de sus seis hijos, el que heredó su mismo nombre, Víctor Sarasketa Basterrika, fue un extraordinario cazador. Víctor Sarasketa hijo se hizo famoso por su pasmosa habilidad en el manejo de las armas. Víctor fue un ejemplo de corrección y amistad, todo un caballero con la escopeta al hombro. Eso dicen los que lo conocieron.

De su maestría como especialista en el tiro a pichón y al plato dan fe los cientos de títulos y premios que consiguió a los largo de su vida, entre ellos la Medalla de Oro al Mérito Deportivo. Víctor Sarasketa murió en 1979 en Eibar. Su recuerdo, sin embargo, continúa presente en la memoria de muchos cazadores. Este legendario cazador guipuzcoano dejó escrito su diario de caza que por falta de espacio no es posible publicarlo en esta columna. Miguel Delibes le dedicó unas líneas que transcribo a continuación.

La intimidad de un gran Hombre. Las notas que aparecen en estas páginas constituyen el somero diario de caza de Víctor Sarasqueta, ese diario sin literaturas que suele llevar en la intimidad todo cazador que se precie. Estas notas suelen quedar en el anonimato a no ser que el protagonista, por cualquier causa, haya ganado la fama y la popularidad, en cuyo caso cualquier cosa que saliera de su pluma nos interesa. Esto sucede con Víctor Sarasqueta, armero de fama internacional, naturalista, gran cazador, premiado en cientos de concursos y hombre profundamente humano que no redactó estas notas con la pretensión de editarlas y, sin embargo, aquí están, en letras de molde. Aparte de la faceta cinegética, don Víctor anota en este diario el comportamiento del coche (el vehículo era fundamental en la época), las incidencias marginales relativas a los amigos y los perros y la anécdota sobresaliente de cada excursión. Nada más. Esta sobriedad no impide que las virtudes que adornaron su carácter se hagan patentes con tan sencillos recursos. Esto es lo verdaderamente admirable de este gran hombre.

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