Dinero y estudios

Es evidente que todos los que de alguna forma tienen relación con la práctica de la caza pretenden que los recursos sean abundantes, pero la realidad dura y cruda, sobre todo en algunas especies de caza menor, es que van lentamente a menos.


Sin ánimo de sentar cátedra, y desde el punto de vista de un aficionado que ha vivido con intensidad durante 60 años la caza, considero que la solución a sus males no deja de ser un problema de hábitat, voluntad, dinero y técnicos. Sobre todo dinero, porque hábitat lo tenemos y voluntad se supone que aportaremos.

Dinero y estudios como lo está haciendo Artemisan en España, pero ¿de dónde sacarlo?, ¿de dónde conseguir ese necesario aporte económico? El mismo problema se le presentó a los Estados Unidos de América, pioneros en repoblaciones de la vida animal que implantaron un sistema hacia el año 1937, con unos resultados francamente sorprendentes.

Desde principios del siglo XIX la regresión de la vida animal había sido tan acusada que de una superabundancia se había llegado, en la primera década del siglo XX, al peligro de la extinción de algunas especies que solo sobrevivían en los más remotos lugares. Cuando se llegó a los años 30 el panorama era bastante desolador, pero resolvieron que los estudios y prospecciones efectuadas daban una clara solución al problema. Se ordenó que un porcentaje de lo que pagaban los cazadores por la práctica de su deporte y los fabricantes por sus productos, armas, cartucherías, ropa, calzado, taxidermia, veterinaria, hostelería, etc… fuera dedicado al fomento de esta riqueza.

Esta ley fue aprobada 1937 y desde entonces se han recaudado más de 1.600 millones de dólares. Por ejemplo, en 1920 escasamente la población de venados de cola blanca era de 500.000. Hoy día es de más de 14 millones, y eso que se abaten cientos de miles por temporada. Algunos acuáticos casi estaban extinguidos; hoy día son tan numerosos que casi no se pueden censar. En 1930 el pavo salvaje había desaparecido, con solo un censo de menos de 25.000. Hoy día están cerca de un millón y se han establecido en lugares donde nunca existieron. En antílope no tenía en 1930 más que unos 20.000 ejemplares. Hoy día se acercan, también, al millón.

Parte del dinero recaudado de toda actividad cinegética, sea directa o indirectamente, se debería utilizar en la recuperación de las especies.

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