Mata más la receta que la escopeta

En materia de caza es muy difícil que la gracia de Dios se reparta equitativamente, sobre todo con las perdices. Criaron bien y se vieron muchas polladas en la media veda, pero en aquellas zonas donde las semillas de cereal se trataron en exceso las capturas están siendo meramente testimoniales.


Por el contrario en aquellos parajes donde al parecer los tratamientos fueron menos nocivos la temporada ha iniciado con cierta alegría. La mano del hombre es muy poderosa y aquellos animales que mueren donde nacieron lo sufren muchísimo más que aquellos que son huéspedes en todas partes. Qué razón tenía aquel cazador que se aventuró a decir hace ya muchos años que mata más la receta que la escopeta. Cierto es también que se están haciendo gestos por parte de la Administración para suavizar los tratamientos, pero a todas luces insuficientes para paliar el envenenamiento del campo. Como digo, poco hemos avanzado en esta materia después de veinte años denunciando y demostrando científicamente todas estas tropelías. Y es que un sector primario como la agricultura para la administración es poco menos que intocable. Al margen de todas estas tristezas conviene puntualizar que algunos cazadores poco dotados para cazar las perdices al salto o en mano pretenden algunas veces justificar sus fracasos aduciendo cosas como «no hay nada», «esto es un desastre». Eso sí, a las pocas horas de iniciar la jornada es fácil encontrarlos en el bar del pueblo. La caza de las perdices al salto es una práctica difícil donde intervienen factores como: facultades, sacrificio, conocimiento del comportamiento de las perdices, estrategia, un buen manejo de la escopeta y la colaboración de un perro adiestrado en esta materia. ¿Qué no es del todo necesario la compañía de un perro? Posiblemente. Ahora bien, el que disponga de uno y sepa manejarlos, colgará siempre más perdices. Los cazadores vascos le damos mucha importancia a un perro sordero, y la tiene sin lugar a dudas. Pero ante un buen perro de perdices que cace en corto cuando se lo ordenes, que las marque durante cien o más metros, que las ponga y que sea capaz de cobrar una alicortada que ha pegado el pelotazo a 80 metros, hay que quitarse el sombrero. Y todo ello en un secarral, donde hay rastros por todas partes.
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