En la cruz del anteojo

La sorprendente proyección que ha experimentado el corzo ha hecho que un gran número de cazadores le presten una especial atención, sobre todo en la modalidad de rececho. Una práctica exigente y selectiva donde el cazador solo y sin ayuda de nadie debe desarrollar todos sus conocimientos y habilidades para hacerse con ese gran trofeo que ha entrado en regresión.


En definitiva, conservacionismo puro, suplir la falta de grandes predadores para que sus poblaciones se mantengan vigorosas y sin problemas de consanguinidad. Pero una cosa es la teoría y otra la práctica, y malamente se conjugan en el monte cuando la dificultad impera y la presión desata los instintos predadores sobre el pequeño corcino con una cuerna que no le alcanza las orejas. Para poder ejercer con cierta garantía la caza del corzo a rececho hay que tener muy en cuenta sus sentidos y costumbres. Su oído es fino y muy sensible al ayudarse de sus grandes orejas que mueven con rapidez en todas direcciones. También el olfato es muy bueno, motivo por el que los acercamientos hay que hacerlos cargándose de aire. En cuanto a la vista, sin ser excepcional, distingue cualquier movimiento a grandes distancias, pero le cuesta reconocer una figura inmóvil con fondo de vegetación. Cuando detecta la presencia de un extraño en su territorio, tanto las hembras como los machos ladran con un sonido similar al del perro. La ladra del macho es un poco más ronca y la hembra en época de celo emite varias veces una especie de pitido fino que atrae al macho. A partir de los siete años va perdiendo grosor y puntas y dependiendo de la comida, al quinto año —cuarta cabeza— puede ser la mejor cuerna. Llega a vivir algo más de 10 años aunque a muchos se les deforma la cuerna a consecuencia de los golpes o por un desarrollo testitucular defectuoso. La parte trasera o espejo la abren a modo de semáforo cuando detectan peligro. En las hembras la forma tiene similitud con un corazón y en los machos con un riñón. Al ser un rumiante, por el desgaste de los dientes se puede determinar su edad. Para rececharlos el momento más idóneo o de máxima actividad suele ser las horas que preceden al anochecer y las dos horas después del amanecer, si bien dependiendo de sus necesidades alimentarías puede ramonear tranquilamente a cualquier hora del día. Abril y Octubre posiblemente sean los meses que más actividad desarrollan.
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