Primeros cazadores

Un largo y minucioso estudio paleontológico y antropológico, efectuado por científicos españoles bajo la dirección del paleontólogo de la Universidad Complutense Manuel Domínguez Rodrigo, ha relevado datos muy importantes sobre el comportamiento de los primeros homínidos.


Estas investigaciones, no exentas de complicaciones y boicots por parte de otros investigares americanos, se han realizado al norte de Tanzania, más concretamente en la Garganta de Olduvai. Mary Leakey, paleontóloga americana, halló los primeros restos del Homo habilis en la década de los cincuenta, pero abandonó este yacimiento décadas más tarde tras la muerte de su marido. Este emplazamiento estaba ocupado por un gran lago cuyas orillas se cubrieron con depósitos sucesivos de cenizas volcánicas. Hace unos 500.000 años la actividad sísmica produjo el drenaje del lago y la erosión de los sedimentos. Actualmente, en las paredes de la garganta ha quedado al descubierto un conjunto estratigráfico de unos cien metros de espesor, en el que se han diferenciado hasta siete niveles principales de sedimentos correspondientes a depósitos de orígenes lacustres, aluviales y fluviales, con intercalaciones de tobas volcánicas. Este estudio, iniciado en la década de los noventa y ahora publicado en Journal of Human Evolution, echa por tierra las anteriores hipótesis basadas en que los primeros homínidos eran carroñeros, con el fin de dar una imagen menos agresiva del ser humano. Ahora sabemos que nuestros antepasados eran cazadores que utilizaban lanzas de madera con punta de bifaces de piedra con objeto de abatir sus presas. Como comentan los expertos españoles en su estudio, para cazar era forzosamente necesaria una actividad colectiva, implicando una mayor comunicación verbal. Es decir, y por mucho que le pese a algunos, desde hace más de 1,2 millones de años el hombre es cazador, lo que contribuyó al desarrollo de una organización y comunicación para lograr su supervivencia. Aquellos hombres eran capaces de capturar animales de más de una tonelada, según indican los restos encontrados en este mismo yacimiento de una docena de búfalos pelovoris (género extinto de bovino que vivió durante el periodo Pleistoceno y que podían llegar a pesar hasta dos toneladas). Según esta hipótesis, en aquella época había tanta cantidad de carnívoros en la zona que sin cazar hubiese sido difícil conseguir algo de carne. Estas capturas eran repartidas entre los componentes del grupo, consumiéndose de forma colectiva. La teoría ecologista que nos comparaba con las hienas en busca de carroña ha dado paso a una sociedad basada en la caza y que ha evolucionado gracias a ella. Esta evolución sí ha dado paso a carroñeros y aprovechados que encontramos hoy día, que hacen cualquier cosa para desbancar y desprestigiar a la caza y a los cazadores. La poca inteligencia que se presumía al Homo habilis, al no tener la capacidad de luchar contra grandes felinos, se ha vuelto destreza, intelecto, solidaridad y hermandad. Por ello, recomiendo a muchos de estos Homo sapiens que critican la actividad cinegética a que la practiquen y aprendan todo lo que conlleva, pues ellos mismos son el resultado aportado a través de este estudio.
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