La caza; respeto, conservación e… instrumento antiterrorista

El desolador informe publicado por la Elephant Action League (EAL) y comentado en esta sección desenmascaró que aproximadamente un 40% del tráfico ilícito de marfil y de cuernos de rinoceronte sufraga grupos terroristas islámicos como Al-Shabaab, la sanguinaria escisión de Al-Qaeda en Somalia.


Además de esta impactante revelación, el reportaje de EAL indica como los países occidentales han comenzado su particular cruzada para salvaguardar esas especies y, por ende, cortar las vías de financiación de las células jihadistas. En este blog se trata de explicar cómo los cazadores y las empresas de safaris contribuyen de manera eficiente a la custodia de estos animales en aras a divulgar la excelente labor de conservación que realizan y desmitificar la ignominia que sufren dichos colectivos. Muchas de las actuaciones llevadas a cabo por los furtivos a sueldo de las facciones armadas se ejecutan dentro de los enormes parques nacionales existentes en África, como los ubicados en el Norte de Tanzania y en el Sur de Kenia. Estos santuarios de la naturaleza abarcan amplias superficies, algunas de casi 2.000 km2, tan grandes como la provincia de Guipúzcoa, con lo que la vigilancia y control de sus límites es tarea complicada. La profanación por parte de los furtivos se ve favorecida por la inmensidad del área y las precarias condiciones de las patrullas de conservación, que en la mayoría de los casos no cuentan con medios de transporte para custodiar convenientemente los límites de los parques, empleando varias semanas de agotadoras caminatas y pernoctaciones al aire libre en recorrerlos. Por el contrario, la vigilancia, el control y la prevención de ataques furtivos en las extensiones asignadas a las empresas de safaris, es mucho más efectiva al invertir en todos los mecanismos que tienen a su alcance —personal, infraestructuras, logística, etc.— y apostar por la defensa y aumento poblacional de los ejemplares que residen en el territorio, fundamento de su actividad comercial. Además, destinan importantes recursos a la concienciación de los habitantes de la zona para enseñarles que la práctica cinegética en sus áreas de residencia no sólo les aportará los recursos alimenticios obtenidos de las capturas que realizan el personal de la compañía o los clientes cazadores, sino que también recibirán ingresos por cada una de las licencias expedidas en esa demarcación. Asimismo, la presencia de un campamento de caza asegura una notable cantidad de puestos de trabajo en la Comunidad, incluyendo guardas, pisteros, cocineros, empleados del hogar, etc., lo que supone un balón de oxígeno para muchas familias que viven en zonas aisladas sin posibilidad de optar a recursos laborales. Con estas medidas, son ellos, los integrantes de la Comunidad que residen dentro o en los aledaños de la zona de caza, quienes velan por la defensa de las especies. Respecto a las inversiones en infraestructuras, las empresas de safaris despliegan redes donde antes apenas existían con el fin de satisfacer dos de sus principales necesidades básicas: la conservación y las opciones de caza para sus clientes. Gracias a ese conjunto de extensos caminos, e incluso pistas de aterrizaje para pequeñas aeronaves, posibilitan un mayor control y vigilancia. El desarrollo de las propias cacerías, en las que sólo se abaten animales adultos o selectivos, según los cupos asignados por la administración competente, ejercen como métodos de disuasión contra quienes lucrarse con el tráfico ilícito de marfil, cuernos, o simplemente la carne de cualquier animal. El ejercicio de esta actividad implica la presencia continua de los cazadores acompañados de profesionales y pisteros, asegurando así una constante supervisión que hace desistir a los delincuentes de emprender sus acciones. En términos de logística, la actividad en los campamentos africanos sigue presente en época de veda, ya que durante la ausencia de clientes se acometen las nuevas infraestructuras y se realiza el mantenimiento oportuno para estar preparados en la nueva temporada. Sustentar un elevado número de personal trabajando todo el año tiene unos costes que ninguna reserva gubernamental puede soportar porque los recursos recogidos mediante los safaris fotográficos son ridículos e insuficientes para cubrir dichas necesidades. Sin embargo, las tasas gubernamentales que soporta un único cazador (en muchas ocasiones abusivas) para intentar abatir una determinada pieza reportan una gran inyección económica en la zona, contribuyendo tanto en el desarrollo de la Comunidad, como en la preservación del hábitat y, por supuesto, en la lucha contra el furtivismo, que desgraciadamente se ramifica como financiación del terrorismo.
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