El oro blanco africano de la yihad

El pasado año se detallaron algunas de las 14 medidas acordadas en la Cumbre Internacional del Elefante celebrada en Bostwana en el mes de diciembre, con la esperanza que fueran una herramienta útil para acabar con las indiscriminadas matanzas de paquidermos en África, especialmente en aquellos países que encubren un comercio ilícito o sirven para financiar campañas terroristas.


Por desgracia, la conexión existente entre bandas organizadas, terroristas y gobiernos corruptos ha dejado de ser un rumor para convertirse en una realidad, gracias a la investigación realizada por el foro Elephant Action League (EAL). Así, bajo el título Africa’s White Gold of Jihad, esta organización pudo demostrar que la milicia de Al- Shabaab obtiene una fuente importante de financiación a través del tráfico ilegal de marfil, que le podría estar reportando hasta un 40% de los fondos necesarios para mantener sus operaciones militares. Al- Shabaab es un movimiento de resistencia radical islámico en Somalia, que se gestó a raíz de la derrota de la Unión de Cortes Islámicas (UCI) a manos del Gobierno Federal de Transición (GFT) y de su colaborador, las Fuerzas Armadas de Etiopía, tras la invasión de éstas en Somalia en 2007. Dicho grupo yihadista realizó un juramento público de alianza integrándose formalmente en la red de grupos terroristas de Al-Qaeda. Al Shabaab se ha responsabilizado, entre otros, del atentado bomba en Kampala (Uganda), el 11 de julio de 2010, donde murieron 76 personas, o el reciente ataque contra el centro comercial Westgate Mall de Nairobi (Kenia), el 21 de septiembre de 2013, que duró tres días y dejó 72 muertos y 200 heridos. En términos de terrorismo ecológico, estos muyahidines aniquilan elefantes y rinocerontes, fundamentalmente los que habitan en los parques del Noreste de Kenia, para extraer el preciado material que portan. Los grupos furtivos suelen ser paramilitares de origen somalí a los que pagan en torno a 50$ por cada kilo de marfil. Su modus operandi consiste en realizar incursiones a través de sus células y/o colaboradores e inmediatamente cruzar hasta Somalia con el cargamento, donde Al- Shabaab se hace responsable de la custodia y exportación de la mercancía. Sus mortíferos cómplices se encuentran dispersos por gran parte del África negra, con especial acción en la zona centro y Este del continente. En estos países, donde las guerras tribales por alzarse con el poder perduran durante años, la vigilancia sobre la fauna salvaje es nula, lo que posibilita la caza furtiva. El descenso en las poblaciones de elefantes en naciones como República Democrática del Congo, Sudán, República Centroafricana, etc., se ha agudizado de forma alarmante en la última década por el comercio ilegal. El férreo control de las milicias de Al- Shabaab sobre ciertas áreas portuarias como Kismayo (ciudad costera al sur de Somalia y cercana a Kenia), sirven de puerta de escape para la exportación de colmillos y cuernos a los mercados árabes y asiáticos, los mayores consumidores, aprovechando los acuerdos comerciales e industriales entre países africanos y las naciones de destino para camuflar el material ilícito en transportes legales, como puede ser en contenedores de carbón vegetal u otras materias primas. Según datos de esta misma investigación realizada por la EAL, la rentabilidad del fraudulento negocio es elevadísima, ya que países como Vietnam, China, etc., llegan a pagar hasta 7.000$ por kilo de marfil, aunque la organización criminal apenas recibe 200-300$ por kilo. No obstante, con las suculentas cantidades que le reporta el comercio ilegal, Al- Shabaab es capaz de mantener un importante ejército de milicianos bien armados que no luchan por ideales religiosos o patriotas, sino por una cuantiosa nómina. Conforme desgrana el informe de EAL, un soldado raso perteneciente al grupo yihadista puede cobrar unos 300$ mensuales más la manutención a base de comida, agua y khat, droga vegetal que se masca y que proviene de la Catha edulis, constituyendo unos emolumentos más que atractivos para Somalia. Por el contrario, un soldado del Gobierno Federal recién salido de los campos de entrenamiento de Kenia y Uganda tendrá difícil ganar tanto dinero, por lo que muchos de ellos se pasan al bando contrario en poco tiempo, a pesar de no compartir los mismos principios. Se estima que los seguidores de Al- Shabaab rondan los 5.000 milicianos, por lo que mensualmente los mandatarios de esta célula islamista tendrían que desembolsar 1.500.000$ para costear sus mercenarios. Aproximadamente, según las fuentes, la cantidad generada al mes por el tráfico ilícito de marfil reporta a la organización alrededor de 600.000$, casi el 40% de su financiación global. El resto de ingresos provienen de otras actividades criminales, como impuestos revolucionarios a empresas y a organizaciones no gubernamentales, tráfico de drogas, armas y seres humanos, y la falsificación de divisas. Existen dos causas esenciales por las que los apéndices de estos animales protegidos son la base financiera de estas organizaciones criminales. La primera es la cercanía, la facilidad y falta de justicia con la que se puede acceder a estos recursos animales con total impunidad. Los miles de kilómetros fronterizos de Kenia y Tanzania, paraísos naturales de los paquidermos, facilitan las incursiones furtivas, sin que exista temor a ser detenido y sentenciado. La segunda se debe a la fuerte presión que están ejerciendo los servicios de inteligencia y seguridad de varios países, Estados Unidos a la cabeza, para desarticular los mecanismos convencionales de financiación de estas organizaciones delictivas, ya sean empresas fantasmas, tráfico de drogas, armas, etc. No obstante, dicho control de la financiación produce un efecto rebote negativo en la fauna porque las redes criminales, gracias a la buena labor de la policía internacional, están cambiando los métodos tradicionales para costear sus actos por nuevas fórmulas como el comercio ilegal de marfil, con el objetivo de compensar la pérdida económica de sus negocios convencionales. Con estos detalles escalofriantes, se dan respuestas a muchas de las cuestiones planteadas en esta misma sección hace algunos meses, cuando me sorprendía el uso de cianuro para envenenar de más de 80 elefantes en el Parque Nacional Hwange, en Zimbabwe y poder así extraer su marfil, o el crecimiento exponencial de ataques furtivos a rinocerontes en Sudáfrica, que se han duplicado en apenas dos años, llegando a los 730 en este pasado 2013. Lo más importante es que los países desarrollados se han percatado de esta situación y están invirtiendo gran cantidad de dinero, material y personal en combatir esta nueva versión del terrorismo. Prueba de ello son los datos aportados en este blog, en la que se detallaron los nuevos avances tecnológicos con los que cuentan algunas de las reservas faunísticas de Kenia. Entre estos mecanismos de defensa que usan en la actualidad algunos guarda parques, encontramos drones no tripulados capaces de tomar imágenes aéreas, localizar fuentes de calor en mitad de la noche o disparar bolas de pintura cargadas de picante para ahuyentar a los paquidermos de zona conflictivas. Otra de las nuevas aplicaciones tecnológicas que se emplean contra el furtivismo es Google Earth, que actúa como herramienta para el seguimiento vía GPS de elefantes y rinocerontes, a los que previamente se le han instalado collares radiolocalizadores o minúsculos microchips. Gafas de visión nocturna, helicópteros militares y efectivos castrenses son otras ayudas que reciben los Gobiernos africanos para reforzar las patrullas de conservación que luchan contra el feroz enemigo, el furtivismo. Además, el pasado mes de julio, la administración dirigida por Barack Obama firmó una orden ejecutiva para invertir 10 millones de dólares en África para ayudar a proteger a los animales en peligro de extinción y perseguir tanto a los cazadores furtivos como desarticular las redes de contrabando que financian milicias terroristas. Y es que las cifras son elocuentes, pues cada año son abatidos furtivamente en torno a 35.000 elefantes y más de 1.200 rinocerontes para traficar con sus apéndices, generando cerca de 10.000 millones de dólares al año en el mercado negro. Un solo kilo de cuerno de rinoceronte alcanza un valor aproximado de 60.000$. El furtivismo del Siglo XX desgraciadamente se ha convertido en una guerra sin cuartel entre algunas Administraciones africanas apoyadas y subvencionados por Gobiernos de países más desarrollados contra los grupos terroristas radicales, milicias y señores de la guerra que encuentran en estas acciones contra la fauna protegida una fuente de financiación rápida y rentable. En esta preocupante situación los cazadores y empresas de safaris pueden jugar un papel esencial para mantener una férrea vigilancia y protección de estos animales, pero de ello hablaremos en otra ocasión.
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