Holocausto animal

Lamentablemente casi todas las semanas nos encontramos en las revistas de caza, naturaleza, o en Internet, alguna triste noticia de nuevos casos de furtivismo en el África negra. Estas acciones delictivas están llegando a ser tan cotidianas que no revisten el mayor interés para la prensa internacional no especializada y este olvido puede ser el principio de un fin definitivo.


Los hechos acaecidos en los últimos meses deberían marcar un punto de inflexión en las medidas para proteger el patrimonio natural, penalizándose como actos vandálicos o terroristas, y castigando tanto a los que cometen las barbaries, como a los que los amparan, subvencionan y compran más tarde tan preciada mercancía. El caso más flagrante y espeluznante de los últimos meses ha sido la muerte por envenenamiento de más de 80 elefantes en el Parque Nacional Hwange, la mayor reserva natural de Zimbabwe, según confirmó el ministro Turismo de este país, Walter Mzembi, al diario Zimbabwe Chronicle. Pero lo más preocupante de este caso, además de la pérdida de casi un centenar de paquidermos, es el empleo de cianuro para provocar la muerte de estos animales. Con este letal componente altamente tóxico y contaminante, no sólo los desaprensivos criminales causaron la muerte de los elefantes, sino que también han aniquilado un elevado número de otros animales, pues el veneno fue vertido junto a una mezcla de sales en los abrevaderos naturales donde todo tipo animales sacian su sed. El empleo de esta nociva sustancia extenderá su efecto hasta la cuarta generación debido a su mortífera potencia. Es decir, los animales que se alimenten de los que han muerto por el cianuro morirán, y aquellos que se alimenten de estos animales también morirán, provocando un terrible desastre que se extenderá más allá de los límites del Parque Nacional de Hwange. Otra de las recientes noticias estremecedoras es el balance de los rinocerontes abatidos furtivamente en Sudáfrica. Según confirmó el Ministerio de Medio Ambiente del país, la cifra superó los 730 ejemplares el pasado año, rebasando con creces los 668 animales que fueron cazados ilegalmente en todo el 2012. Con estos números se batió un nefasto récord en cuanto al aniquilamiento de estos amenazados mamíferos, que cada año, y a pesar de los esfuerzos del gobierno sudafricano, se va incrementando exponencialmente, como reflejan las estadísticas, pues en 2010 los furtivos exterminaron 333 rinocerontes y en 2011 abatieron 448. ¿Cuál es el límite de esta barbarie contra estas especies animales? ¿Cómo es posible que estos delincuentes puedan disponer de cianuro, helicópteros y medio avanzados de alto coste para cometer sus actos delictivos? ¿Hasta cuándo van a continuar con estas matanzas? Seguramente estas mismas preguntas les habrán abordado mientras leían estas líneas, y pienso que todas tienen una respuesta común…
Comparte este artículo

Publicidad