Otoño activo

Con el equinoccio de otoño, sucedido a finales del mes de septiembre, entramos en una nueva etapa situada entre el esplendor exuberante del verano y el recogimiento del invierno. Los colores vivos del verano van dando paso a las tonalidades ocres y tostadas de la naturaleza. Las hojas se caen y predomina una suave nostalgia, a veces emparentada con cierta tristeza.


En cambio, en el mundo cinegético estas nuevas coloraciones, la llegada de los días cortos y los primeros fríos de la temporada, se reciben con los brazos abiertos. Los amantes de la caza y la naturaleza entran a su estación favorita con ganas renovadas de disfrutar de ella, sabiendo el sinfín de actividades que les depara esta época pre-invernal. Como señal inequívoca de la llegada de esta melancólica estación está la brama del ciervo que, con su grave y ronca voz retronando en las sierras y dehesas, despide al fatigoso verano. Pocos días más tarde, al acallar las bramas cervunas, la ronca del gamo se despierta coincidiendo con las primeras cacerías de la temporada. El reencuentro con los viejos amigos y la vuelta al campo para evadirse de los problemas cotidianos hacen florecer sonrisas y emotivos sentimientos en este decadente periodo. El embrujo de las noches más cortas y los amaneceres envueltos en brumas, disipadas por soplos de aire fresco, avivan el celo de monteses y rebecos, que en los primeros días de noviembre luchan por el favor de las hembras de su especie. Despierta entonces el interés y la ilusión en los cazadores de montaña, que ansiosos tachaban los días en el calendario para subir agrestes montañas y poder seleccionar así un gran ejemplar de su especie predilecta. Es buen momento para practicar dos modalidades cinegéticas de las más tradicionales, pero que están casi en desuso. Coincidiendo con la época de la montanera, cuando las reses salen a bellotear a las dehesas en busca de este suculento fruto, y sumergidos en la claridad de las noches otoñales, la ronda con perros en busca de cochinos es una de las más emocionantes y difíciles prácticas que no todos pueden realizar. En sentido contrario, el vaqueo, esperando la recogida de los animales a sus encames, es una tranquila opción que nos hará disfrutar desde las primeras luces del día del entorno que nos rodea para conseguir nuestro propósito. Nos adentramos en tiempo de manjares, pues en esta estación aparecen castañas, nueces, trufas y setas, apreciadas y buscadas por hombres y animales montunos, provocando en ellos un desaforado tránsito escudriñando sus emplazamientos. Entre olor a humo, sabor a migas y el viento fresco de las primeras horas de la mañana, la actividad campera da aliento a esta taciturna estación con todos estos quehaceres, vivificando el ocaso del año. El caminar entre hojas rojizas y la pureza de la atmósfera después de la lluvia despereza a cazadores que durante estos meses darán vida a la naturaleza, mientras ésta duerme.
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