I Congreso Ibérico de Caza y Conservación

Organizar una reunión de amigos es hoy en día un hito teniendo en cuenta la ocupación del personal, la desafección a las cosas, y la oferta mayúscula de eventos y jolgorios varios. En su treinta aniversario la Federación Extremeña de Caza ha tenido el acierto de promover junto a la mayoría de las Administraciones del terreno un congreso abierto más allá de la raya de Portugal.


Cuenta con la implicación y la participación de las principales entidades ligadas a la caza en España y en el país vecino. Sumar en tiempos de tormenta. Multiplicar en tiempos de divisiones. Tender lazos en ambientes de zozobra. Este tipo de eventos, bien organizados, con implicación de las Administraciones y por tanto de entidades que representan no sólo a cazadores, debiera ser norma. Son actuaciones de enjundia, que dejan poso, y cuyas conclusiones, en alianza con la ciencia, sirven de verdad para ser esgrimidas frente al tsunami animalista o ecoabandonista. Está bien manifestarse, reivindicarse, pero sin dejar de renovar el discurso con datos. Congresos como este, abiertos, con participación de muchos sectores y profesionales ligados a la conservación, tienen mucho que ver con el discurso de la caza en —no frente a— la sociedad. Y es que, en contraposición a tanto titular vacío de contenido y tanto eslogan tras el cual no hay nada, es preciso dotar de contenido al hecho cinegético y renuevos argumentales. Algo por estilo eran los Observatorios Cinegéticos de los que llegaron a promoverse hasta seis ediciones. Todas ellas dejaron su poso, unas conclusiones que fijaron una posición respecto de un hecho concreto y sirvieron a todo el sector para que, desde uno u otro frente, desde una u otra trinchera, tuviese munición, argumentos y material para rechazar propuestas limitativas a la caza. Fueron una factoría al servicio de los cazadores españoles. Doscientas personas inscritas, todas ellas representativas de las organizaciones, medios de comunicación, universidades y las entidades más importantes del país, más unas conclusiones elaboradas, son todo un éxito anticipado y un privilegio para un colectivo en el que estamos más acostumbrados a gallear en la barra del bar o en la partida de caza, que a discutir y convencer con razones y datos. Por eso, enhorabuena a la organización, a José María Gallardo, presidente de la Federación Extremeña, a su Junta Directiva y a cuantos han colaborado en esta gran falla cinegética que tanto tiempo cuesta montar y que se consume en tan poco tiempo. Lo dice quien ha sido cocinero antes de fraile.
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