Alegato a favor de modificar la Constitución

¿Se puede tocar la Constitución? Se debe cambiar la Constitución. Pero no al estilo de Zapatero, con aires de aprendiz de brujo, con retoques cosméticos o matizaciones superfluas propias de un presidente huero y con la cabeza a pájaros.


La posibilidad de modificar la Constitución se ha convertido en una necesidad. A ella nos ha llevado la hipertrofia autonómica, el vómito diario de los boletines regionales y una idea absurda y grotesca de la identidad y las competencias tan extravagante que nos ha transportado, en un mundo global y en red, a un conglomerado deficiente de fronteras administrativas regionales. No se trata de un problema baladí que afecte únicamente a la caza (últimamente el perejil de cualquier caso de corrupción que se precie). El problema es grave, muy grave. Afecta a seguridad jurídica, a las reglas del juego de los ciudadanos y los pequeños y medianos empresarios españoles y extranjeros que, aún en estos tiempos, son capaces de seguir trabajando. Un ejemplo: la competencia de sanidad o la salud pública, cuyo desarrollo está manos de las regiones, se ha convertido en otra guerra de trincheras donde lo que está permitido en Castilla-La Mancha no lo está en la otra Castilla; donde lo que no está regulado en Extremadura, es un muro infranqueable en Andalucía. Y así suma y sigue. En un mundo globalizado y sin divisorias, donde los Estados han delegado parte de su soberanía en Europa, donde se impone el nosotros en lugar del yo, el Estado de las Autonomías actual se ha devenido en un lastre para la libre circulación de personas, de capitales y de bienes. Una rémora para la insoslayable seguridad jurídica sin la cual es imposible la estabilidad y cualquier prosperidad duradera. Los que tienen que poner orden se dedican a sembrar desorden a base de normas, normas y más normas. Nos declaraba un alto mando del Seprona recientemente que tienen que manejar 7.000 u 8.000 normas. A ello hay que añadir que cada cuatro días se modifica el Código Penal, la Ley de Montes o la Ley del Patrimonio Natural… Algo falla en este mal armado ensamblaje del estado de las autonomías. Las leyes se convierten al cuarto de hora en chatarra legislativa, en icebergs capaces de romper el casco de cualquier empresa que se aventure en el territorio de una autonomía. Es el fracaso del Estado de Derecho, conducido por aficionados y gente sin preparación. De personal más preocupado por la Formula 1 y los bolsos de Louis Vuitton que de servir a los demás. Es el éxito de la Tiranía de las Leyes. Se trata de una corrupción moral de una generación de políticos que ha agotado el crédito de una ciudadanía con una paciencia enorme. Por eso es necesario modificar la Constitución. Pero no para discutir si un territorio es una Nación o si España es una Nación de naciones, sino para permitir que los ciudadanos de este país, los funcionarios, la gente en definitiva, pueda vivir sin sobresaltos. Volver a residenciar determinadas competencias en el Estado no es volver al estado centralista, es volver al sentido común, a las leyes para la ciudadanía. Las Administraciones al servicio de los ciudadanos, no al contrario, los ciudadanos al servicio de las Administraciones. En definitiva, a poder respirar.
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